Dispara sin mirar, no hay testigos en la desolada noche
a casi nadie le importa ya el demonio de la sonrisa
si ha perdido la leyenda del humo pegado a su sombra
se termina una etapa y comienza otra carrera
todo lo que fué se ha ido por el sumidero del bidé.
No hay latido de colores en el pecho del insomne
demasiadas ovejas reniegan saltar la verja del redil ahora
vuelve el ocaso sin estrellas en el cielo de la manzana
los felinos de entonces se pierden entre brumas de memoria
escabulliéndose hasta formar parte de un anterior viaje.
Nuevas metas, otras cárceles se abren cual flores del infierno
acogedoras en invierno pero la muerte de cualquier verano.
Se acabó la libertad para un preso sin cadenas y con anillo
lo bueno siempre se acaba reza el paciente en un coma eterno,
no laten los colores con la música del agua en mitad de este silencio.
Vine para no volver, pero tampoco me fuí del todo jamás
mi cabeza tiene una recompensa que coincide con sus huellas
la poesía se escurre por mis venas como en las viejas cañerías
el mundo se vuelve salvaje cuando el volar queda muy atrás
que los pies arraigan en ataudes diminutos de diferentes maderas.
Hay muchas personas y todavía más historias al otro lado
esperando a ser descubiertas con mayor o menor agrado
pero serán distintas a lo que el pirata veía a bordo de su barco
donde nunca faltaba la bebida ni el murmullo del océano
siguen brotando letras de ceniza de su maltrecho cuerpo.
La última noche del condenado con su respectiva cena deliciosa
antes de tomar camino al patíbulo con la frente siempre bien alta
las balas no duelen si te fusilan mientras bailas antes de ir a la cama
imposible matar a un suicida si no se trata de su misma persona
que escoge el momento y lugar idóneo para tan gloriosa tarea.
Mañana cuando despierte habrá transcurrido todo un siglo
en un único parpadeo tan largo como un túnel estrecho para un ciego
no habrá ni flores ni esquelas a quien ata la soga a su cuello
para saltar al vacío de un precipicio donde no hay rastro del fondo
y quedar suspendido entre el cielo e infierno en medio del limbo.
Los agujeros negros son un punto sin retorno en el centro de sus pupilas
algo del pasado, una celda sin ventanas ni tampoco puertas
igual a la caja en la que habita el gato de Schrodinger a oscuras.
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