Y a lo largo de un infinito instante recorro vertiginosamente
los tres mil aspectos de mi alma.
Desde la pureza y el entendimiento infinito
repleto de compasión y cordura
hasta las hirientes llamas del mismísimo infierno
que obnubilan mi razón al compás de mi desazón,
no sin antes oscilar osada y peligrosamente entre
el egoísmo y la avaricia,
la desilusión y la pereza,
la desconfianza y la ignorancia,
la ira e incluso el conformismo
y la aparente calma de la humanidad feliz en su inconsciente histeria.
Tras el fragor de cruentas y encarnizadas batallas entre el reconocimiento de la causa externa y el infructuoso intento por doblegar la impetuosidad de la causa interna, atravieso lujuriosamente la plenitud de un fugaz y voluptuoso éxtasis, sucumbiendo amablemente y con tolerante indulgencia a la percepción ilusoria de la permanencia salvo ese fugaz instante verdaderamente consciente en que es posible percibir la falsedad de lo estático en el intervalo oscilante de un estado a otro en un bucle sin fin
paradójicamente constante.
OPINIONES Y COMENTARIOS