I.
Berlín es plural femenino,
colchón en suelo de madera, en sueño de madera,
prima hermana de las flores que se mueren por nacer.
Viajar en coche con 2 duros,
innecesariamente compartido (cuando esté soleado porque está soleado y cuando llueve porque lloras) en Internet.
Será colgar las banderas que tú elijas,
los colores que despierten las ganas de creer.
Revivir a las personas,
saltar de ciudad en ciudad cuando te agobie la gente gris y azul
(no te preocupes que hogar va a ser siempre dónde estés tú)
No midas los versos y abraza al fuego que te abraza,
a la noche que te abraza,
a la nostalgia que te abraza,
a mi abrazo que te abraza.
Que la vida que dejamos nos protege y nos parece ajena
como una vieja amiga a la que guardamos cariño en la distancia.
Quizá un espejo tan grande
que el sol salga en el instante en que
abramos
los ojos y los libros
que nos comen el espacio.
Como mucho pelear por qué canción sonar primero,
bailar igualmente al compás de la que gane (al tuyo)
Soñar. Volar. Volver a empezar.
A Berlín sólo voy contigo.
II.
Anoche empecé a escribir todos los sitios que quiero visitar antes de morir
y me sentí un poco cursi
y bastante decepcionada
al acordarme del lunar de tu muñeca
de la finura de tus manos
de la forma de tus rodillas
del hueco entre tus piernas
y tus mechones díscolos más allá de tus orejas
de tu boca al bostezar
porque la vida te aburre tanto
quizá porque no lo entiendes
quizá porque ya te la sabes de memoria…
eso explicaría tantas cosas
por qué me hablas exactamente en el instante que olvido cuándo hay que rendirse (nunca)
por qué te ríes como te ríes para volverme loca
para que me toque el pelo como a los 12 años
cuando cualquier ojos claros alabó mi caligrafía.
Tengo pocas cosas claras
pero, Dios,
hemos destrozado la poesía
cómo vamos a inventarnos las tildes al ser mecánicamente corregidos
(Benedetti se saltó todas las mayúsculas y entendió que hay que poner el acento en el hombre)
Mujer, hemos sido obviadas a lo largo de la historia
han inmortalizado a todas nuestras compañeras sin pedir permiso
Forzaron a Daphne
a ser eterno laurel
y tuvieron la vergüenza
de convertirlo en poesía.
Como convertir el Holocausto en un verso
y acabarlo en punto y coma, sabiendo que el, mundo, sigue, girando, a, trompicones.
Realmente Amor y Primavera y Alguien y Otoño y Octubre
y Abril
merecen todas las mayúsculas que voy a obviar después de ti
Quién merece la risa, los cerezos, y convertirse en título de un fracaso
que empieza hablando de tus manos
y acaba conmigo desvariando e imaginando exactamente
todos los accidentes gramaticales
que voy a regalarte
para que cuelgues
y elijas si quieres colgarte
como Apolo con las hojas hizo
aquellas en las que
ni siquiera
tuvo la vergüenza de nombrarte.
III.
Creo que La Oreja de Van Gogh
no fue capaz de escribir la canción más bonita del mundo porque tú
eres la canción más
valiente
alegre
inteligente
y bonita
del mundo
y no creo que aún fueras consciente de ello (no creo que aún todavía te lo digas lo suficiente.)
Creo que no tienen razón; yo solo he sido predestinada a mí misma.
Que los corazones ajenos también duelen,
pero te dan la vida dos veces.
No vamos a morirnos de amor, Garcilaso,
yo sí puedo vivir sin ella
pero no quiero.
No creo que pueda ser capaz de ignorar este corazón
que tengo entre las manos y tirita como una bomba
y aunque no sé muy bien a cuál de las dos pertenece,
yo voy a cuidarlo como un libro prestado
y mimarlo como el primer poema de Benedetti que oí
y luego escuché, busqué, leí y recité;
como la muerte de cada niño que no sale en las noticias
alegando que si un árbol cae en un bosque desierto
realmente no hace ruido.
Creo que contigo soy eco y llego a entender
que Garcilaso no pudiera más con su vida,
porque quizás se parece al instante antes de que aparezcas
y se me escape la risa al verte.
Creo que vamos a ser el eco del amor por quien no pudo,
el de la vida por si acaso algún día,
el eco de tus benditos fuegos artificiales.
Creo en la suerte del principiante y por eso
me lanzo a ti y contigo
sin ningún tipo de seguridad.
Creo en la eternidad,
en el Otoño y en vernos reír.
Y creo, por encima de todo, en las buenas intenciones
y aún así en mí,
buscando ser eco de tus pasos que anuncian paz y vida.
Y creo en ti.
Creo en ti.
Creo en ti,
tres veces por cada vez que tú no lo hagas.
Creo que
si fuera a escribir la canción más bonita del mundo,
me sobraría papel y lápiz
y aún me faltarían besos y manos para inmortalizarte.
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