La Bruja de Debajo de la Cama
ya no asusta, ni hace nada.
Cuando era pequeño se asomaba, despacito,
desde los pies de la cama.
Y de repente, ¡zas!, la encontraba flotando
encima de mi nariz, como si en el aire nadara.
Gritando, llamaba a mi madre,
y cuando acudía se lo contaba.
«Mami, hay una Bruja escondida debajo de la cama»
«No te preocupes, son pesadillas.
Vuelve a dormirte, que no pasa nada»
Volvía a quedarme solo, porque no me creía.
Y la Bruja de Debajo de la Cama, se desternillaba:
«Niño estúpido. ¡Ningún adulto cree en brujas o fantasmas!»
Todas las noches yo gritaba y lloraba.
¡Esa bruja mala me asustaba!
Mi madre no me creía, pero un día
me dio un arma contra la bruja:
«Si vuelve a molestarte, enséñale la Estampa
de tu Ángel de la Guarda»
Aquella noche esperé, entre mis manos la Estampa,
a que saliera a asustarme
la Bruja de Debajo de la Cama.
En cuanto asomó la nariz, reuní el valor suficiente
para ponérsela en la cara, diciendo:
«Éste es mi Ángel Protector, y ante él
tú no eres nada.»
La Bruja se quedó pálida, temblorosa y callada.
Sonó algo así como un aletazo
y la Bruja salió disparada.
Fue a esconderse dentro del armario
y desde entonces, allí sigue guardada.
Ya no sale por las noches.
Y ni asusta, ni hace nada.
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