Poemas inconexos, como los episodios de mi vida…

Poemas inconexos, como los episodios de mi vida…

Ser yo Aclamando

25/07/2017

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Mujer

Te has aseado y, silenciosa, te has presentado en la sala

Como una esfera de luz y de perfumes que todo lo alcanza.

No puedo evitarte;

Mis enormes deseos arremolinan mi conciencia

Y me obligan a mirarte y sudo y me agito.

Pero ¡ay de mí si alguien se entera! Mi naturaleza tuerce hacia ese lado.

Y te observo, tan dulce, ingenua; tan tierna, hembra

Con tanta piel por sudar bajo la mía…

Y te observo embelesarte con tu cuerpo, y pienso,

Y mi pensamiento es como fuego y agonía.

Te colocas de costado sobre el acolchado banquillo,

Haces poses, te sonríes, no sospechas que te estoy mirando.

Y ahora, ¡píntate!, sí. Píntate los labios para mí, color rojo intenso,

como las amapolas del jardín, como el cielo del atardecer en verano.

Claro, así, despacio mujer hermosa,

para no salirte de la perfecta línea de tus labios de pétalos.

Yo te observo en silencio y sufro la condena de la ansiedad que me atormenta.

Mientras dibujo en tu espalda la caricia que aún no te he dado,

dejo al desnudo tu piel de damasco sólo con mi mirada

y arropo el deseo del terciopelo de tus abrazos.

Arqueada está tu espalda, en perfectas curvas se tuerce tu cuello,

Cae la seda, y deja expuestos tus magníficos hombros;

y tus pies en punta, ¡ay!, no sabes lo bien que te sienta eso.

Ya puedo llamarte “amor mío”, porque hasta eso has logrado.

Espero, ansío, desespero

por una mirada de tus ojos ingenuos

y un parpadeo reflejado para mí en el espejo.

Cuánto miedo, cuánto temblor hay en mi cuerpo.

Me someto a la esclavitud de este sentimiento,

A la tortura de esta meta inoportuna.

Aún no es tiempo de las uvas maduras;

ya escucharás de mi boca el frenesí que siento por hacerte mía.

Llevas el nombre de las rosas,

el perfume de las violetas, el color de las peonías,

la suavidad del azahar y el misterio del tulipán negro.

Se desprende de tu cuerpo el encanto

así como se lleva el viento el polen de las flores.

Me sacias, me agotas, me llenas, me atrapas.

Toda mi atención puesta en tu cuerpo; todas mis emociones, en tu mirada.

No tengo identidad, no tengo lágrimas; sólo un deseo anclado a tus pestañas.

Hasta que lo sepas, pronunciaré tu nombre en un silencio a gritos

y te haré el amor en carne viva, hasta que lo sepas…

Salvo que nos posea el mismo sentimiento,

nunca sabrás, mujer, que esta mujer se ha enamorado

de todos tus centímetros.

Y que el mundo no se entere; le temo a su amenazante condena,

Porque confunde al amor con las cadenas.

¿Por qué debe ser de una determinada manera?

Ahora que ya lo he pensado, ahora que ya lo he dicho

Continúo con mis tareas como si nada hubiera pasado.

.—-.

Entró al bar, donde su sospecha llamaba

de la mano invisible que enferma la mente

cuando la tristeza y desdicha son moneda corriente.


Entró sin dudarlo

pues ya lo había planeado

y se paró en el medio de las encarnadas mesas.

Se detuvo entonces, olió las resacas,

los perfumes baratos y los zapatos plásticos.

Vio chorrear las paredes del fétido aliento con que la noche empapa.

Pisó los derrames de excesos, los brebajes que no se bebieron

Adivinó las farsas que ya se habían perpetrado en camas cercanas

Todo pareció en cámara lenta

Las sonrisas pintadas, los ojos inyectados

Las pelucas mal arregladas

Los tabacos fumados

Las camareras que insinúan aún tarde a la madrugada

Para que alguno, entre sus senos, deje una limosna guardada


No hay agotamiento en estos tugurios

No para la rueda del placer a un precio

Del correr de la bebida barata.

Rincones de medias rotas, vestidos estrechos

Collares de colores y culos sedientos


Lo vio todo, lo palpó todo

Y su tristeza amarga le provocó un vómito

Con sudor y frío.


Sin esperar más tiempo

A que las locuras pasen,

A que los cuerpos se enfríen

A que los vasos se beban

Sacó de su bolsillo el arma

Y sin dar aviso ni sospecha

Le disparó a su amada

Que cada noche se prostituía

A la sombra de esa agria fachada

Y así roto

Con alma en pena,

Impotente como glaciar en deshielo

Preparó de nuevo el arma

Para cobrarle a la vida

Tanto dolor y misterio.


Ya nadie quedaba en las aceitosas mesas

Ni siquiera un alma detrás de las cortinas espesas

Entonces giró buscando

Para descargar la bala

En la sien de quien oficiaba

De recluta de las bellas damas.

Subió escaleras crujientes de viejas

Abrió puertas sin tocarlas

Tan sólo de un golpe certero del pie

Entró en habitaciones con olor a sexo recién derrochado

Repulsivos colores de ropa de cama

Luces que no alumbran,

Sino dan penumbra.

Desaforado el hombre revisó la casa

Y en la última puerta encontró a la ama.

Una señora elegante con verdaderas alhajas

Que lo esperaba fumando dando de frente su cara.


Enorme sorpresa, se llevó el sufriente

Cuando reconoció en la doña

A su madre amada.

Entonces la bala

Que esperaba dentro

Ser gatillada en su cabeza para matarla,

Giró en descontento y se clavó

Entre los ojos del tipo que se enfermaba

De mentiras obscenas

De episodios sucios

De inconcebibles placeres.


Lo mató la bala.

No. Lo mató su amada.

No. Lo mató la madre que inventaba escenas

De donde sacar la plata

Para una vida honrada.

-.-

Guárdame

Tus ojos y el espejo,

puertas, bocas, principios de mí mismo.

Diástole.

El espejo, donde entro, aleteo, salgo cuando quiero.

No me guarda, no retiene mis olas de movimientos.

¿Dónde van mis pasos que se meten en esa tercera dimensión?

Sístole.

Me miran

tus ojos de verde, azul, marrón cristal

entro, cedo, me derrotan, salgo cuando quiero.

Diástole.

No me guardan tus ojos, me altero y no me retienen.

¡Ay! Desespero.

Aquí afuera no hace más que frío.

Sístole.

¿Y si los cierras y me custodias un tiempo,

antes de quedar extinto?

Porque si me dejas suelto,

salgo, voy, me lleva el viento.

Dilatación.

Son tus ojos y el espejo

un espanto de similitudes.

Infarto.

Y mi certeza de quedarme solo

sin brío, endeble

Sucumbo.

Ni sangre, frío

Agonizo.

Ni tiempo, intermitente

Fallezco.

-.-

CARTA AL FUTURO

Muy pronto álguien abrirá este sobre

Que envío al futuro,

Sin sello ni nombre.


Oye, tú, futuro extenso

De ti no sabemos cuándo vienes

De ti nada sabemos.


Los optimistas te creen blanco, plácido, eterno

De largos brazos que contienen a los pueblos

De grandes manos que construyen casas

De blancos ojos que ofrecen consuelos.


Brillantes como el sol, imaginan tus hitos

Sedosos como la pluma, tus caminos a andar

Sin ripio, ni ácido, ni bombas que explotar.


Porque los optimistas lo ven todo con gracia

Que no llega a ser gracia divina,

Pero ven la naturaleza y la humanidad

En la unión perfecta de innumerable bondad.


Pero están los oportunistas que intrépidamente

Se animan a humillar al optimismo presente.

Harán que los domingos sean de fuego

Donde no se descansa sino se pasa al infierno.


Como yunques helados a llevar en la espalda

Transformarán los viernes que antes eran de plata.

La tierra limpia se convertirá en moho

El aire blanco se llenará de envidia.


Habrán detonado en todo el universo

Las bombas que hoy guardan con celo

Los hombres que planean un futuro incierto.


Pero para ellos no habrá agonía

Pues la muerte antes llegará un día

Y para los que quedan aún con esperanzas

El universo todo será una alma descalza.


Por eso futuro, llega cuanto antes

Arrebata de esas mentes esas ideas «brillantes»

Permite a nuestros hijos ser salvados

Y a la tierra toda, el dolor, dejar de lado.

Futuro querido, a veces pareces tan lejano

Sin embargo tus clarines vienen sonando

Es que nadie escucha tu estrepitoso llamado

A la paz, la unión y el transcurrir sin daño.


Ángel del pasado que aún nos das memoria

Entrega esta carta al futuro amenazado

Dile que tememos por los hijos, la patria

El agua, el sol

Y el hombre ilusionado.

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