Su casa estaba en una calle al lado de la plaza del barrio. Era una calle transitada por el día y por la noche, y al mismo tiempo con sus momentos de tranquilidad. Aquel lugar le parecía un sitio entrañable para vivir, una maravilla poder estar en una casa con un patio interior, con salida a una calle peatonal, con el movimiento de estar en una ciudad y al mismo tiempo con la familiaridad y cercanía de un pueblo.
Acababa de acostar a su hija pequeña. Debían ser las doce. Era ya la tercera vez que se despertaba esa noche, y pensando ya en dormir, entró en el baño situado al lado de la puerta de la calle para lavarse los dientes. Entonces, de repente, una conversación atravesaba las paredes en su casa. Eran dos chicos que estaban fuera, seguramente sentados y apoyados en el escalón que separaba justo la puerta del suelo. Era una conversación íntima y al mismo tiempo con un tono de voz tan elevado que era como si estuvieran dentro.
La atmósfera de dentro era de tranquilidad y quietud, y la de fuera festiva, con jolgorio y movimiento de gente. De ese fondo ruidoso emergían sus palabras nítidas, y todavía resaltaban más en el silencio del interior de la casa.
– “Estoy raro… estoy contento pero raro. Desde que he vuelto del viaje estoy cambiado, es como si fuera otro… No se si quiero seguir con Noelia”.
Su amigo parecía escucharle atentamente, dejándole terminar sus frases y decir en voz alta sus pensamientos.
– “¿Por qué?”
– “Es como si me diera igual,… antes estaba siempre preocupado y pensaba qué estaría haciendo en cada momento, con quién hablaba, necesitaba tenerlo todo controlado, saberlo todo”.
– “Pero entonces mejor así, no?”
– “Si, en realidad no me da igual, lo que me pasa es que estoy tranquilo y eso es raro para mí. Mañana supongo que tendré ganas de verla, pero ahora, aquí, sin saber donde está y qué esta haciendo, también estoy bien y a gusto”.
Ella se sentía algo incómoda escuchando aquello casi sin querer. Entendía que era algo que pertenecía a la esfera de lo íntimo para aquellas personas y al mismo tiempo no podía evitar estar allí, en el baño. Claro, pensaba, eso es amor, estar tranquilo con otra persona. Querer controlar, estar obsesionado y desconfiado no es amor, es otra cosa…
Y así, con esos pensamientos sobre el amor, siguió con sus quehaceres, terminó de lavarse los dientes, y se despidió de aquellos chicos, sin que ellos lo supieran, con una sonrisa en el silencio del interior de su casa. Y sonreía no tanto por lo que hablaban, que también era bonito, sino por esa preciosa imagen de dos chicos compartiendo vivencias, emociones y momentos sentidos de la vida. Dos chicos teniendo una conversación cargada de sensibilidad en medio de la fiesta que había esa noche en la calle.
FIN
CALLE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN.
VALENCIA (ESPAÑA)
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