Gorgorito, la bruja y la niña

Gorgorito, la bruja y la niña

  

―¡Eh, señor!

―¿De dónde me llaman? No veo a nadie.

―Soy yo señor. Sí, la niña, la estatua. No se alarme.

―¡Pero no es posible que me hable una estatua!

―Usted perdone, pero sí que es posible. Si llevara como yo llevo aquí, años y años, también acabaría por hablar, e incluso salir corriendo. Eso es lo que haría; sí señor; salir corriendo, que yo ya lo he intentado muchas veces, pero los escultores me atornillaron a esta piedra, y no hay manera. Mire usted, yo quiero pedirle que, por favor, vaya al Ayuntamiento y hable con quien corresponda para que me quiten de aquí.

―Pero ¿qué dices? ¿Cómo te van a quitar de ahí? Éste es tu sitio, formas parte del grupo escultórico.

―¡Grupo escultórico! ¡Grupo  escultórico! Pero, qué pinto yo con ese niño repipi y esa vieja desgarbada, siempre vigilando. ¡Cotilla, eso es lo que es, una cotilla! Y ¿el niño? Cuidado que es pesado el niño, siempre con esa sonrisa de sabihondo; que los tres o cuatro primeros años,  vaya, hasta me hacía cierta gracia, pero tanto, tanto, ya cansa, que cuando me colocaron en esta piedra, yo tenía ocho años, pero se ve que no contaron con el paso del tiempo y ahora ya tengo diecinueve. Y ¡caramba!, a mí los títeres ya no me van, y mucho menos el guiñol ese de Gorgorito. ¡Qué niño más repipi! Encima nos pusieron en la Gran Vía  con la cantidad de gente que circula, que veo pasar por aquí cada mozalbete que me dan ganas de arrancar con piedra y todo detrás de él. En verano aún se acercan los padres con los niños a fotografiarse conmigo y luego con el enano ese, y la verdad es que hay padres que es una gozada que se sienten a mi lado. Las madres, no, las madres son más de fotografiarse con el muñeco, y los niños, una pesadez, siempre subiéndoseme encima y gritando. Pero al menos veo gente y no como ahora en invierno, con un frío que pela, que no pasa nadie, y el que pasa siempre deprisa. Esto es un asco, así que mire usted y hágame el favor de ir al Ayuntamiento, como le he dicho, y que me saquen de aquí. Que pongan una niña nueva, de unos seis o siete años, o que no pongan a nadie, y si no, que se lleven al dichoso Gorgorito y a esa maldita bruja, que ya estoy de ellos hasta el flequillo.

―Evaristo: no te va a quedar más remedio que dejar los cubalibres.

  FIN

GRAN VIA JUAN CARLOS I – Nº 2 – LOGROÑO – ESPAÑA (Grupo escultórico)

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