Una mujer con un vestido verde

Una mujer con un vestido verde

     Ya pasó casi un año de la muerte de papá. Desde que murió la abuela empeora día a día pero no la veo triste, la veo preocupada; como si hubiera algo que no la dejase dormir. Se olvida con frecuencia de nuestros horarios, pierde cosas. Paula, mi hermana, dice que es porque está grande; sin embargo, para mí hay algo más.

  Esa tarde cuando volvimos del colegio, entramos sin que se diera cuenta, la escuchamos desde el pasillo hablar por teléfono (no acostumbramos hacer esas cosas no obstante nuestra intriga o mejor dicho, mí intriga nos llevó a hacerlo) y oímos cuando decía:

_¡No sé si hago bien o mal pero siento que tengo que hablarles de esto!

  Con Paula nos miramos, a ella se le cayó la mochila y la abuela se dio cuenta de nuestra presencia porque lo que cortó y vino al encuentro. Yo había alcanzado a abrir la puerta de calle así que simulamos que acabábamos de llegar. Después entramos en el dormitorio y, en silencio, dejamos nuestras cosas y  fuimos a la cocina a ayudar a la abuela a preparar la comida. Comimos y ella parecía más y más ansiosa. Cuando terminamos  nos dijo:

_No se acuesten. Les tengo que hablar.

 Y lanzó estas palabras sin demasiados preámbulos:

_ ¡Su madre no está muerta! ¡Eso se los dijo su padre porque no supo qué decir cuando su madre se fue y lo abandonó! Su papá quemó casi todo lo que había de ella y acá tengo la única foto que pude salvar.

Buscó en su bolsillo y sacó una pequeña fotografía que Paula le arrebató de las manos y corrigió las palabras de la abuela diciendo:

_ ¡Nos abandonó! ¡También nos dejó a nosotras! ¡No se equivocó papá al decir que está muerta! ¡Esta para mí no es nadie; no la conozco! ¡Es solo una mujer con un vestido verde que vaya a saber por qué se sacó esta foto con nosotras!

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Después tiró la foto con rabia,  no dijo nada más pero nos gritó con sus ojos desbordantes de impotencia y resentimiento; y salió corriendo para llorar en soledad. Yo no pude llorar, me quedé al lado de la abuela, la abracé fuerte, fuerte y nos quedamos así unos minutos.

  No volvimos a hablar del tema sin embargo sé que Paula le contó a una amiga lo sucedido y le dijo que quiere encontrarla para preguntarle por qué nos dejó. Yo sigo sin poder llorar y tengo miedo de no poder detenerme cuando este mar de angustia me empiece a salir por los ojos. Sé que el dolor está muy dentro de mí y que es muy grande. Casi todas las noches tengo el mismo sueño. Sueño que se acerca a mi cama con su vestido verde y se sienta a mi lado. Sueño que me pide perdón. Sueño que me da todos los besos, los abrazos y las caricias que desde hace quince años me debe. Sueño.

 Fin.

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