A Constantino y Engracia
La duda, el desgarro y la decisión en su sangre efervescente guiaron sus pasos por
mares y tierras.
Las minas de Oviedo quedaron oscuras sin sus manos rudas.
Otras latitudes lo esperaban.
Grandes sueños sin cumplir, urgencias insatisfechas lo apremiaban.
Amores abandonados por otro sueño: el porvenir
Con el zarandeo del barco quedaron vívidos recuerdos en las profundidades del
Atlántico..
Olores, perfumes, texturas, imágenes , colores, sonidos, caricias, nunca fueron
desenterrados pero afloraban en su conciencia con el empuje de la hierba que puja por nacer
Lejos del terruño, enlazó su destino con Engracia, al ritmo de una jota.
Su mirada imperiosa imponía el olvido y creaba futuro que se diseminó en diez
descendientes por la llanura argentina.
Sus manos llenaron graneros, mesas y escuelas.
Hoy, su descendencia le rinde tributo.
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