Estuve viviendo en un barrio antiguo, de calles de adoquín y pisos viejos. Carmen y yo, éramos las únicas inquilinas de una finca cuya fachada llena de grietas, daba cuenta del paso del tiempo. Era una anciana con el cabello veteado de canas y rostro céreo salpicado de venas. Pasaba tardes enteras en su casa. Tenía un salón acogedor, con un gran ventanal, estanterías repletas de libros y un piano de cola. Me fascinaba escucharla tocar y contemplar una fotografía familiar encaramada sobre la cómoda. ¿Es tu familia? Nunca contestaba. Mi hijo Ribera, quiere llevarme a Méjico –me dijo- Días después cuando regresé del trabajo no estaba. Al año de su partida, llego un paquete desde Méjico. En su interior un sobre con tres fotografías y esta carta:<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />
Mi marido José –el del bigote- era maestro republicano. Al poco de pisar los nacionales Valencia, vinieron una noche a buscarlo lo subieron a un camión y nunca supimos de él. Marujita, la que tengo en brazos, murió cuando tenía dos años de una pulmonía. Paquito el segundo niño de la derecha, de los dos que llevan traje claro, lo mataron a los nueve años en un bombardeo. Pepe, el mayor, el que está de pie en el centro de la fotografía, lo encerraron por ser militante del Frente Popular, después de cinco años entre rejas lo fusilaron frente a un paredón de piedra. Lolita (la niña que sostiene José) y Amparo que está a mi derecha, huyeron con mi hermano a Francia. No las he vuelto a ver. Al parecer consiguieron escapar de un campo de refugiados en Marsella, gracias a un soldado ruso que las llevó a su tierra. A mí me encerraron durante diez años en el penal de Teruel. Al salir apenas alcancé a ver a Carmencita la niña de la izquierda, condenada a muerte a los diecisiete años por ser la novia de un miliciano de Castellón, murió de tuberculosis a los dos años de estar encerrada, sin darles tiempo a que la fusilaran. Manolo el segundo chico de la izquierda y Antonio, el que deja caer la mano sobre el hombro de Carmencita, fueron a los Pirineos para luchar junto a los maquis. Ambos murieron en una emboscada de la guardia civil, en los alrededores de Viella. Solo queda Ribera, el niño de la derecha, que tiene la mano sobre el hombro de Amparo. Es escritor y vive en Méjico. Como pudo se embarcó en Alicante, donde lo dejaron sus hermanos antes de partir a los Pirineos.
Se casó con Betty, una educadora mejicana.
Tienen cinco hijos tres chicas y dos chicos. A Ribera, hace poco lo amenazaron de muerte por denunciar la opresión del pueblo de Chiapas.
Cuando voy a las playas mejicanas, recuerdo a toda mi familia con ánimo sereno, disfrutando juntos por última vez de un día soleado junto al mar, despidiéndose con una tenue sonrisa, antes de morir con los ojos abiertos, limpios por defender la luz de las tinieblas.
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