-¡Alma, no te arrodilles, que luego tú no tienes que quitar las manchas al pantalón! ¡No, si lo romperás! ¡Estoy harta de decírtelo!

-Hay que ver cómo disfrutan los niños aquí en el pueblo. Todo el día al aire libre.

-En casa baja al parque si le da tiempo con los deberes. Está bien, el parque. Lo que pasa es que ahora hay unos que están ahí todo el día y no hay ni bancos para sentarse. Deben ser rumanos de esos.

-Vaya, ojalá pudieras cambiarte por ellos y así los molestabas tú, en vez de ellos a ti. ¡Y ala, que se fastidien!

– Si. Parezco Cruella de Vil ¿no? Un poco amargadilla. La verdad es que esto del cumpleaños de papá me pone un poco tensa. La familia al completo preguntando cómo va todo.

A la tía le ha parecido demasiado dulce el pastel. ¡Sólo los suyos están bien! Papá dice que el pulpo estaba duro ¡Qué lo hubiera hecho él! ¡Qué fácil es protestar! Y Luis… siempre poniéndome de los nervios.

-Pues si pero… no hagas caso. Algo tienen que decir siempre.

-Si realmente… todo va más o menos bien, no me puedo quejar, tengo trabajo, pero… no sé.

¿Qué sentido tiene todo lo que hacemos, porque se supone que es lo que hay que hacer en la vida?

-Supongo que todo tiene solución menos la muerte. Sólo hay que tener buen ánimo para ponerse a ello. Lo principal es no machacarte a ti misma, creo yo.

– Ya…

¿Y tú? ¿Te machacas?

– Pues yo… muchísimo. A ver si voy dejando de practicar ese deporte.

– Ya…

¡Ay, qué pesadas están las moscas!

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