De doce hijos que tuvieron los abuelos Sebastián y Ángela. Angélica, la tercera, mi madre, tenía todos los atributos regalados por las diosas griegas de la poesía y la belleza, Érato y Afrodita.

Padres amorosas dotaban de todo su amor a las tres mujeres primerizas Carmela, Blanca y Angélica, extendiendo su alegría con celebraciones y misas expresando así, la alegría de la familia.

Invitaron a toda los amigos y  vecinos al bautizo de las tres. Hermosos regalos llegaban a la casa y Ángela  llenaba la casa de flores para agraciar la ocasión. Todo era motivo de alegría y regocijo. Carmela y Blanca de tez pálida, hermosos y grandes ojos negros y cabellos negros con reflejos azulados. Angélica de aterciopelada piel de suaves tonos rosados, como los duraznos de estación, ojos color uva madura y una melena dorada rizada y llena de bucles.

Entre los invitados, que eran muchos, alguno de ellos, no pudiendo lidiar con la envidia que sentía, ya que su matrimonio no había sido bendecido todavía por ningún vástago. Tuvo, sin querer, pero queriendo, un acalorado y furtivo pensamiento de odio, sobre todo a la menor de las tres. Cuál sería la marea alta influenciada por el cuarto creciente de la luna, o la de la Vía Láctea o la Osa Mayor, no sabemos, pero esos sentimientos se plasmaron como el pinchazo del huso en aquella conocida historia, en la menor de ellas, Angélica.

Y su destino fue trazado. Pasaron los años y ella, se plasmaba en una soprano lírica impecable, concertista de piano y ya había publicado su primer libro de cuentos a los 17 años. Los reflejos dorados de su cabello parecían ser los mismos de una vida de halagos y felicidad.

Se casó con un encumbrado político a los 19 años, teniendo la pareja cuatro hijos. Él hombre de mucho prestigio pero celoso como un Otelo, jamás le permitió desarrollar ninguna de sus aptitudes.

Cuidando niños en la casa, volaban sus pensamientos con escribir, tocar el piano y cantar. ¡Imposible!

Y la marea alta influenciada por la luna en su cuarto creciente o  por  cualquier otra cosa, actuó nuevamente en este destino de estrella en uno, estrellado. El esposo, Carlos, fue asesinado por políticos contrarios y esta musa queda viuda a los 34 años con cuatro hijos y sin ningún dinero. ¡Malaya el destino y el mal deseo de la bruja!

 Vivió hasta los cien años, cuidada y amada por sus hijos y publicó varios libros. Bendita madre mía.

 Fin

Las tres hermanas;cursor: default; float: none; margin: 0px;ÁngelicaAngélica, reina del Illimani

Blanca Salinas de Giussani

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