Antonio padeció una poliomielitis cuando tenía dos años. La enfermedad le dejó graves secuelas físicas y psicológicas para la posteridad.
Durante toda su vida ha sido atendido: primero por su madre, después por sus hermanas y finalmente por sus sobrinas nietas.
Nunca tuvo carencias, ni materiales ni amorosas. Las mujeres de la casa se ocuparon de que nunca le faltara de nada.
Antonio estaba a punto de cumplir los ochenta años.
Una tarde hablaba con su sobrina nieta Patricia y con Gisela, la hija de esta.
– Gisela ¿tú vas a tener hijas? –le preguntó Antonio.
– No abuelo, yo no quiero tener hijas –contestó Gisela.
– Entonces, si no tienes hijas, ¿quién me cuidará cuando tú mueras? –volvió a preguntar el viejo muy preocupado.
FIN
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