Todas las noches había partida de «tute» en casa de «los jefes». La jefa, con sus gafas azules, sentada en un extremo de la mesa y el jefe en el otro. Llegan los tíos: «El boca» que no para de hablar, «el chufas» vestido con vaqueros y camisa militar, «Chaparro» con su anillo de brillante y «el Coti» enfundado en un traje azul. Están sentados en el comedor, alrededor de la mesa con la baraja en el centro y dos ceniceros grabados de alabastro con unos leones.
-¿ Quién reparte? -pregunta el jefe enseñando el colmillo de oro.
El comedor tiene una cortina de humo de tabaco.
– Le toca a Coti. -reparte-. Chufas está muy callado señal de que no tiene triunfos.
– Pinta en oros.
-¡Las cuarenta! -dice la jefa con una gran carcajada. El televisor está encendido pero no le prestan atención.
– ¡Tute de reyes! -otra vez la jefa, abanicándose. Hace calor, es pleno verano, una ligera brisa entra por el balcón abierto y en el aparador un ventilador da vueltas.
«El chufas» sigue callado – Todo «purrela» -piensa- Esta es de la jefa: con un tute y las cuarenta nos ha dejado en «na» y encima las diez de monte. En ese momento: un estruendo y la lámpara de bronce de no se cuantos kilos cae en la mesa justo en el centro. Todos se quedan blancos y el jefe les mira y dice: «Me cagüen en diez».
Fin.
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