Los sueños de la familia producen mosntruos

Los sueños de la familia producen mosntruos

Miguel A. Ortega

09/05/2014

Sonreía mientras dejaba caer un generoso chorro de Whisky; un vaso de plástico escasamente trasparente aguardaba la deseada lluvia dorada. Ella estaba despatarrada en la chaise longue salmón; tenía el sostén faltando a su palabra de honor, el mingitorio al pairo y las medias abrazadas con desgana a sus enjutas piernas. La había conocido en una web de contactos, accedió inmediatamente a un encuentro porque le expresé mi deseo de ir en serio con ella. Una cosa llevó a la otra y nos abandonamos a una precipitada actividad hípica.

—Whisky nena, para desengrasar…

— Hmmmmm, ¿Y dices que nunca has convivido con una pareja? —Ella saboreando el momento.

—Pues no, la verdad es que no he tenido oportunidad, mis parejas me han durado bien poco.

—Bueno, hasta que se encaja con alguien cuesta… ¿Llevas mucho viviendo solo?

—Exceptuando la casa de acogida siempre he vivido solo, de hecho no conocí a mis padres; siempre he echado de menos un padre, aunque fuera para regañarme.

—Pues el mío era un borracho que nos abandonó cuando yo era una niña.

—Tampoco he tenido una madre amantísima que me protegiera incondicionalmente.

—La mía se casó tres veces, su mayor logro fue cantar dos bingos en la misma noche.

—Ni hermanos, ni primos, nada, absolutamente nada —expresó con tristeza.

—No te has perdido nada —dijo ella con suficiencia.

Ese día me había despertado soñando que al fin era querido. Duró poco esa sensación, en seguida me invadió un vacío; me asomé a la ventana para respirar la mañana y no vomitar desesperanza; con dejadez lancé mi mirada a lo lejos. El horizonte era mi sino, inabarcable, recto, gobernado por una fría soledad; era insensible al calor del sol que estaba ya naciendo.

Odiaba que ella despreciara a su familia. Siempre supe que mi vida sería incompleta hasta formar una familia. Yo, al contrario que ella, sabía lo que era temblar por sufrir el hambre de ser humano. Podía ser una sabrosa amante, pero solo serviría como un remedo provisional, un parche de conmiseración; carecía esta estúpida mujer de la sensibilidad necesaria. 

—Coño, lo que es difícil es no tener a nadie, ¿Ni siquiera una tía en el pueblo? —dijo ella bajo los recién estrenados efectos del alcohol.

—¡No!, ¿Te explico porqué? —Le dije harto de tanta pantomima. Me subí la camiseta y le mostré mi abdomen, desnudo por primera vez. Ella tardó poco en descubrir lo que pasaba, así lo decía su cara de terror. Se me abrió el vientre lo justo para que cupiera su cabeza y la devoré entre estridentes gritos que me hacían cosquillas en mi monstruoso torso.

Encendí el ordenador con cuidado de no mancharlo de rica sangre y miré mi perfil en “Finding love”, había estrenado un nuevo eslogan y varias mujeres ya habían respondido: Hombre soltero con posibles busca chica con aficiones literarias para futuros planes familiares…

Estoy esperando ansioso sus comentarios, quiero probar a las candidatas; busco sobre todo gente solitaria, ¿Serás tú la próxima?

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