EL CORONEL 

Me consta que no fue una muerte física, pero sí una muerte síquica, de disparo rápido pero de lenta agonía, indigna, sin plañideras. Una muerte pública, pública de familiares presentes, de amigos presentes en celebración que no viene a cuento, pero que aproveché para borrar una imagen creada en la zona oscura, por el oscuro ser que es “papá”, una imagen que intentaba blanquear, cada mañana, en misa de siete a ocho, golpeándose el pecho con el mismo puño que golpeaba al paria, con el mismo puño abierto y convertido en mano sobaba a las menores y mayores familiares de los parias a los que golpeaba.

Caras de sonrisas a medio lado, de satisfacción espejo de los adentros, comienzan a surgir entre los oyentes; venganza de los rencores guardados, cosechas de las humillaciones sufridas, de estómagos corrosivos a base de tragar sapos y herrumbre impartidas por ese hombre, mi padre; ese que, hasta este momento se creía un caballero andante, de armadura dorada y lustrosa que guarda dentro un putrefacto ser, incapaz de querer o de amar, y yo su hijo, además de mis palabras,  traigo dos pruebas que corren alrededor de las dos piernas de mujer que sostienen una parte de su depósito seminal, mientras el otro depósito de semen, el de velo y anillo, esta caída en un sillón, y al mirarla parece sólo ojos, ojos como dos ventanas de cristal de roca golpeados por una incesante lluvia gris; consumida por años de desprecio y ninguneo, insultos y golpes de borracho cobarde, parapetado tras el dinero y las tierras que aportó “ella” al matrimonio y te sacó “papá” del muelle donde descargabas los productos de la empresa de su padre, y lo hizo por amor, tú habrás creído que fue por tu irresistible personalidad, pues no conoces ni crees en el amor.

“El Coronel” te haces llamar “papá”, nunca pensaste que llegaría este día, día que estoy esperando desde que soy consciente de todo el mal que haces, pero que nunca me atreví a denunciar por el terror que me engendrabas, y no sólo  a mí, a tu esposa o ¿esposas?, a las tías y tíos, a tus empleados, a todo el que te rodeaba, atraído por el dinero. Pero ya soy lo suficiente hombre para enfrentarme al mal y vencerlo; y sé que para vencerte a ti solo hay que decir la verdad de cómo eres realmente, y yo le he hecho.

Pero hoy, de manera simbólica, muere “El Coronel”, y ni siquiera con una bala, ni siquiera con un cuchillo, muere con la palabra convertida en denuncia.

FIN

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