Música derramada brota de mis manos heridas. Una fragancia sublime de energía volátil trae encuentros olvidados que permanecen en el dulce envoltorio del alma. Traspasamos la inquietud de las horas lentas transformando aquello que tocamos en un delirante abrazo, donde contamos los días desde un espacio ignorado, fieles a nuestro ritmo, intentando romper cadenas que no existen.

Vetusto es el aciago sendero que concluye en la garganta del olvido, palpitando al compás del excéntrico ritmo que marca la efímera vida, esa que sueña y distraída desprecia horas, simulando ignorancia ante el reloj traicionero que permanece clavado en el inefable piélago del óbito.

Semejamos perpetuidad en el clamor de un pulso pretérito que sigiloso cierra ciclos concluidos. Tú sombra late fuerte y me sangra la vida como un río incesante de tiernas aguas. Es el canto onírico oculto entre ramas quebradas a la espera de ser pronunciado impregnándolo todo.

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