Guerreros de mar, gente de mar, eso somos los Morgan en una palabra. Y si tenemos en cuenta que los piratas pueden ser definidos como guerreros supongo que también lo soy, lo somos. Es algo que me fascina, pero no me obsesiona demasiado.

Nací en pleno verano, en un mar un poco mas vasto como es el océano. Me impregne de su olor, de su sal de su brisa, crecí con el sonido de las gaviotas graznando por su comida.Así vine al mundo y así querré irme también.

Un Morgan, esté donde esté, sea en el meridiano y latitud en que se halle, será siempre esa gente del mar, la que vive y se alimenta de el. Sea el mar al que pertenezca o al océano que abrace, sentirá que pertenece al agua, a las corrientes, a las mareas y al flujo de la luna.Sabrá cosas que nadie le ha contado antes, lo sabrá porque así juegan las mareas con el espíritu marino. 

Aprendí a nadar quizás antes que a andar. Cuando me toco hacerlo gateaba playa abajo para convertirme en espuma. Era el sonajero que me llamaba sin poder contenerme. Pero siempre había otro Morgan lo suficientemente cerca que consideraba que era demasiado pequeño aun para perecer en la orilla.

Vivía en la playa, fui bendecido por la vida. Me dio un mar que vivir, y donde reposar, en una cala pequeña que pertenecía como privilegio a unos pocos de nosotros, vecinos que vivían del lo mismo, y que también eran Morgan. Tenia rocas donde hacer mis escondites, había pequeñas pozas reteniendo el agua de mareas anteriores, y en las cuales vivían los caramujos, algas ,piedras diminutas de varios colores y formas, tesoros marinos que guardar de ataques piratas. Hasta tuve un elefante roca, majestuoso, gris e indestructible, me sentía el rey de la arena, de la cala que nos abrazó tanto tiempo.

Mis padres , también lo son, y mis abuelas, y mis tíos, mis primos, todos ellos. Quizás también iba impreso en nuestros genes de celtas, de paganos. Hacíamos reuniones de fuego en la playa ,los Beltanes o San Juan eran autenticas reuniones, saltábamos las ascuas que quedaban después de despedir a las brujas y sus malos hechizos. Casábamos la arena, el fuego y las ascuas con las pequeñas olas del mar. Cantábamos y reíamos. Bailábamos cogidos de la mano alrededor de la misma. Así nos daba el alba y las mareas subían y bajaban como si también quisieran participar de aquella fiesta. Pero sobre todo y ante todo, soy de agua, soy de sal, y es algo que si el tiempo no te canta, no se puede entender.

FIN

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