Ninguna palabra de consolación por cálida y profunda que sea, amortiguará la caída.
Sally lloraba desesperadamente mientras Molly contemplaba la cocina de manera ausente, buscando con su mirada profunda y vacía una explicación.
Sus padres no volverían.
El carruaje falló. Las curvas, las piedras y la lluvia hicieron el resto.
Sally sólo quería su muñeca.
Molly sólo quería pensar en intrépidas hazañas alrededor del mundo, viajes en barco, nuevos lugares por conocer. Proyectaba esas imágenes en cada esquina del techo; veía el mar, las velas, las sirenas, los campos de girasoles, las cumbres heladas, y al momento, todas esas imágenes se seguían de un borroso fundido y aparecía el carruaje.
Con cada historia que empezaba, el escenario y los detalles del accidente cambiaban; el tramo de la carretera, el color del cielo, las vueltas…
El resultado: siempre el mismo.
Sus padres no volverían.
Sally lloraba desesperadamente, sólo quería su muñeca.
Molly quedó atrapada en ese cielo que se llenaba de estrellas fugaces, en esa cocina en la que en cada esquina, en cada detalle surgían una nueva historia y un mismo final.
Sólo el llanto incesante de Sally hizo que volviese.
Sintió de nuevo que el frío invadía su pequeño cuerpo, y al momento, un intenso calor se expandía desde su estómago.
Debía ir a buscar la muñeca de Sally, y eso, era algo REAL.
FIN
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