Y la abuela me eligió un buen marido.
Hace ocho años que murió. Con la muerte de los seres nobles. Cuando regresé a casa de mamá, apenas me atreví a visitar en su habitación y tampoco fui el cementerio. Hace unos días entre los álbumes viejos y empolvados comencé a buscar sus huellas, a añorar el sonido cálido y firme de su voz. Esta vieja fotografía es la única que recuerda su juventud y los hermosos rasgos de princesa Inca que atesoran mi recuerdo.
Ella se casó muy joven. La abuela materna con la que vivía a raíz de la muerte de su padre fue una sabia mujer, mirando la hermosura de su nieta y tras varios intentos de hombres sin escrúpulos de forzarla ella con mucho amor y ojo realista le buscó marido entre los jóvenes del pueblo. “El hombre ha de ser buen hijo – decía ella – no bebedor ni charlatán, que entregue todo el sueldo a la madre, porque quien es buen hijo será buen marido”
Ana María Luisa. Así se llamaba mi Madre. Delgada como una espiga y menuda, de grandes trenzas y ojos marrones como la tierra fértil de los valles, como las rocas de la montaña…..
La abuela eligió a Leandro Cárdenas, mi Padre, hijo de Amable Cárdenas, último varón de una gran familia, se casaron una madrugada por la Iglesia en el pintoresco pueblo del Quinche y dos años más tarde nacería su hija primogénita, Ana Alicia Cárdenas Medrano.
Mi madre fue mi inspiración, me legó su empuje y su fuerza, pero también me hubiese gustado un poco de su gran belleza y la firmeza con que vivió y amó toda su vida.
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