Mira, mira el pajarito cariño, pero no, no cierres los ojos, ábrelos y sonríe. Una ráfaga de viento corta su carita y aunque está a punto de soltar un puchero, ella sigue sonriendo, se lo dice su querido papi.

El tiempo como la ráfaga de viento puede hacer volar lo que fuimos, lo que fui y aunque pasen los días, los meses y los años, y aunque parezca que hayamos olvidado esos encantadores días, donde todos los adultos eran parte de los cuentos imaginarios de los que nos sentíamos parte, donde tú eras la princesa o el príncipe valiente, allí estaban siempre ellos llamándote a la realidad cariñosamente perseverando en ayudarte a crecer, acompañándote por el duro camino de la madurez, los padres y madres de este planeta ¿Pero qué ocurre cuando no es así? Acaso no cambian, acaso no los hay que prefieres olvidarlos, pues sí, ocurre. Yo quiero tener sólo recuerdos de los otros de los que son la mayoría silenciosa y aún están trabajando por conseguir llevar a sus cachorros por el camino del Amor, o aquellos que lo hicieron mal se equivocaron pero rectificaron.

Que calor hace papi, – Un poco de paciencia y estaremos chapoteando en el agua querida, mira, mira el pajarito… -Pero hija deja de moverte ya. 

Mamá la flor se me va a caer, – calla pesadita o no terminaremos nunca y yo quiero subir en el carrusel, -Callad ambas que papá no puede enfocar, sonreír y callar…

Mirad, mirad a mamá, -“quero” bajar,- calla hermanita no ves que no puedes ahora, fea, cállateee…, pero mirad, mirad el pajarito niñas…

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