SIETE MARIAS Y SIETE JOSES

SIETE MARIAS Y SIETE JOSES

Susana Azcona

20/04/2014

EL HOGAR

María de la Mercedes; aún no había despertado a la vida, pero poco le dejaría esta, estar adormilada, pues aún siendo una niña, en los años 1900, poco podría imaginar que se le depararía a Doña Mercedes.

Era una niña alegre, en un mundo algo frio y extraño. Vivía con sus tres hermanos en el orfanato de las Carmelitas “El niño Jesús”; allí fue donde su padre los dejó, cuando la madre de Mercedes murió, al dar a luz a esta. Su padre desconsolado por la trágica perdida, y con cuatro bocas que pedían reclamo, no le quedó mas opción que esta, pues era una familia muy humilde, y no existía ningún familiar ni allegado, que pudiera hacerse cargo de las cuatro criaturas. María José, la mayor de ello, contaba con cinco años cuando nació Mercedes. José, contaba con cuatro, y Margarita con dos años.

Los pequeños crecían en el orfanato al calor y amparo de las humildes hermanas, que los criaban y alimentaban, lo mejor que podían.

Gracias a la beneficencia, podían vestirlos, y gracias a los donativos de las gentes, podían alimentarlos.

Los hermanos “Santa María”, del calor de una madre, y eso lo sabía bien Doña Mercedes; por eso ella siempre se acurrucaba, entre los mantos de las hermanas, solicitando cariño, el cual ellas recogían con todo su afecto y este era correspondido; por ello cuando Mercedes creció un poquito, las hermanas no tardaron en darse cuenta, que era muy cariñosa, convirtiéndose en la favorita de la hermana Asunción, la cocinera.

Mercedes aprendía, poco a poco, un gran mundo en la cocina del convento; de chiquitita, comenzó espolvoreando sal por los fogones, simulando regar las flores entre risas. Asunción reía a carcajadas, alentando su actividad en la cocina. Pasados un par de años, aprendió a amasar, y después le siguieron los panecillos y la torrijas, los huesitos de santos y los pucheros. Mucho fue lo que compartieron y aprendieron juntas. Mientras Asunción le hacia las presentaciones de la vida, Mercedes la  empapaba a ella de alegría, juventud y vida.

El padre de Mercedes, trabajaba día y noche y en escasas ocasiones iba a visitar a sus hijos al orfanato. Cuando la ocasión acaecía, las hermanas, atusaban y peinaban a los cuatro hermanos, para que su padre al verlos, no se culpara, y viera que estaban bien atendidos. También preparaban para la ocasión, buñuelos y café, para el Sr. Santa María.

Un buen día cuando Mercedes contaba con ocho años, recibió el recado de la hermana Carmela, de que su padre iba a ir hoy a visitarlos, corrió a buscar a sus hermanos para comunicárselo, pero no los encontró donde esperaba, porque ya se habían enterado, y andaban acicalándose.

Corrió donde la hermana Asunción, para avisarla de que hoy no podría preparar los buñuelos, pues, no le daba tiempo a arreglarse, a lo que la hermana le respondió que hoy no importaba que no hicieran los buñuelos, pues la visita con su padre, hoy, era diferente.

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