TODOS LOS DÍAS DE SU VIDA

TODOS LOS DÍAS DE SU VIDA

  Siempre que voy a mi casa familiar, encuentro la misma escena. La boina colgada de la silla de anea, el cenicero con los restos de un caliqueño, los platos sucios en la fregadera, la televisión conversando con la nada… Los minuteros pasean soñolientos por los relojes del pueblo. Todo tiene cierta querencia al estancamiento, como si el progreso fuera cosa de otro mundo.

   Mientras, mi abuela, con esa pátina de miedo de quien desconoce una vida mejor, vigila expectante al abuelo día tras día desde que era casi una chiquilla. Cada mañana prepara su muda encima de la cama, cada sobremesa le sirve su carajillo, y cada semana pone flores frescas en su lápida.

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FIN.

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