A los veinticinco años alquilé una película que me encantó, me enamoré perdidamente del protagonista y decidí inmediatamente que iría a por él a donde fuera que estuviese, nada menos que a China, cuando se lo conté a mi madre me miró con horror y sus únicas palabras fueron “¡Vuelve por favor!”.

  Con la carátula de la película me fui a buscarlo, había oído hablar de lo grandísimo que era aquel país y los muchos habitantes que tenía, nunca podría haberme imaginado lo cierto que era. En el mismo aeropuerto comencé mi búsqueda, la gente me miraba sonriente asintiendo con la cabeza pero ninguno me daba explicación, yo no sabía hablar en chino y ellos entendían poquísimo mi inglés.

  Durante días pregunté en tiendas, restaurantes, oficinas de correos e incluso en las comisarias de policía, nadie sabía donde vivía.

  A las dos semanas de mi llegada me sentía muy cansada más no rendida, estaba tan enamorada de aquel hombre que nada lograba desanimarme.

  Una noche lo vi en mis sueños, estaba en una plaza muy grande paseando, yo me acerqué a él y sin más le dije que lo amaba, al terminar de decírselo me tomó  entre sus brazos y me besó apasionadamente, me sentí como la protagonista de su película.

  Al despertar una intuición me llevó hasta la plaza de Tian´ánmen, saqué mi bendita película del bolso y empecé de nuevo a preguntar a unos y otros, una mujer me señaló una calle cercana y el edificio más alto, decidida y emocionada me dirigí hacia él pregunté a un hombre que salía de la casa en ese momento y sonriendo me indicó que en el segundo piso, subí por las escaleras no tuve paciencia para esperar el ascensor.

  En el rellano una puerta a mi derecha y otra a mi izquierda esperaban que yo las aporreara sin piedad, me decidí por la de la izquierda. Abrió un hombre y pensé que sería su padre porque se parecía enormemente a él. Al enseñarle la fotografía se sonrió señalándose a si mismo ¡No podía ser! Apenas hacía un mes que vi la película y era mucho más joven, desconcertada di la vuelta a la carátula y para mi asombro descubrí que se había estrenado justo el año que yo nací, más o menos mi amor me doblaba la edad.

Él me miraba sorprendido y como esperando una explicación, entendía mi inglés de andar por la escuela secundaria y poco a poco le conté el por qué de mi visita, me sonreía y al hacerlo de aquella manera tan dulce me di cuenta que aún seguía enamorada, amablemente me invitó a entrar. Yo rogué al cielo que en aquella casa no viviera ninguna mujer, a cambio yo pagaría los precios que fueran necesarios.

FIN

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