Sentía la brisa de aquella tarde de junio sobre su rostro, cerraba los ojos al tiempo que alzaba la cabeza y en su rostro se dibujaba una melancólica sonrisa. Si tan solo pudiese ser el amo del tiempo aunque fuese por un segundo…

¡La encontré! – una voz llegada a su espalda le hizo abrir los ojos, tendió la mano y ésta recibió lo que él tanto había anhelado volver a ver.

Pasó sus dedos por encima con infinita ternura, rozándola  sentía como les tocaba a ellos. Sentía en su propia alma cada caricia dejada sobre aquella imagen, la dejó sobre sus piernas, llevó sus manos a su rostro comprobando como las lágrimas comenzaban a escapar de la cárcel que eran sus ojos.

¿Estás bien? – De nuevo aquella voz a su espalda. Esta vez sonrió al escucharla y alargó su mano hacia la dueña de la misma.

Ella no lo pensó ni un segundo, se agarró a aquella mano y sonriendo se sentó a su lado.

Fueron mi vida, soy lo que soy gracias a ellos – comenzó entonces su relato- Me sacaron del pueblo, dónde moríamos de incultura, me llevaron con ellos a la capital. Fui su hijo, se desvivieron por mí, me dieron todo su amor. Me enseñaron que los sueños hay que perseguirlos, que hay que mantenerse siempre fiel a los ideales que tengas. Que nadie es mejor o peor por tener más, que lo que de verdad importa son las personas y de éstas siempre el interior.

¿Dónde están? – se atrevió a preguntar intuyendo la respuesta.

Murieron. Se fueron de mi vida demasiado pronto. Con apenas trece años les perdí, sentí que parte de mi moría con ellos. Grité, lloré, me rebelé. Les necesitaba a mi lado, aún era joven. Añoré sus risas, sus abrazos, su caricias incluso sus regañinas cuando actuaba, a su entender mal. Y un día paré, respiré, dejé de llorar y volví a sonreír, por fin lo había entendido, ellos no querrían verme así, ellos siempre buscaron mi felicidad. Y aquel día limpié mis últimas lágrimas y me juré que si no lo hacía por mí, al menos por ellos debería luchar con mi vida por encontrar la felicidad.

¿Eres feliz? – La miró con infinita ternura, acariciando con su mirada su alma.

Ahora que el final de mi vida está muy cerca, puedo decir sin miedo a equivocarme, que siempre he sido feliz, he tenido siempre a mi lado a aquellas personas que me han completado y les he dado todo lo que había en mi – sintió como ella se aferraba a su cuerpo, sintió como sus lágrimas mojaban sus ropas y la apretó con todas las fuerzas que aún le quedaban.

-Te quiero papá – Dijo mirándole fijamente a los ojos. Después de pronunciar aquellas palabras tomó con sus manos la fotografía que esperaba en el regazo de él, pasó sus dedos por ella – Gracias tía Remedios, gracias tío Alfonso. Gracias por mi padre.

FIN

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