La sutil brutalidad de la verdad

La sutil brutalidad de la verdad

Nestor Loreiro

09/04/2014

Vos e IanEs día era perfecto. El sol, la arena, la costa, el agua, el viento como alas de angel bendiciéndolo todo. Ian y tu pelo suave y fino, brillando como oro al sol. Bailando como homenaje al viento. Ese día fue perfecto. No un paseo más, la realización de todas las esperanzas. Ese dia, cada grano de arena significaba que el mundo estaba de acuerdo con nosotros,  con nuestra vida llena de sobresaltos, de altibajos y batallas, de miserias y derrotas. Porque ese día, demostraba con ese niño que todo aquello habia valido la pena.

Ese día.Era la demostración postuma de nosotros. Los dos. Disculpá que jamás tuve la amabilidad de decírtelo. De compartirlo con vos.

Sentí que haberte amado, amarte aún, y poder seguir haciéndolo, eran solo consecuencias de ese día. De esa brisa, de ese chico jugando a tirarle arena a su «iaia Cristina» y al abuelo Néstor.

Ian

Sentí, cuando volviamos a casa, al asado, a la mesa familiar, a tu papá,  y a nuestros cinco hijos, que nada podria derrotarnos en llegar a lo que yo, en mi pobre evaluación, esperaba de nosotros.

En ese dia domingo, las risas, los chistes, las mismas discusiones familiares de siempre eran perfectas. Era la realidad indestructible del aquí y ahora fortificado por el amor.

Almorzamos, te acordas?

Hicímos la sobremesa con nuestra familia. Con nuestros nietos. Con nuestros hijos. Con tu papá.

Recordamos, hicimos proyectos, hablamos del patio y la parrilla, y el cielo raso de la galería, para que no se sienta tanto el calor!.

Levantamos la mesa, lavaron los platos, bañaron los chicos, se bañaron uds. y después la merecida y acostumbrada siesta.

En ese día….

Ese día que no podés recordar. Ese día que es como tantos otros y que jamás vas a poder volver a disfrutar, por mas que te de las fotos y los videos de ese día. Ese día…

Ese día a las seis y media de la tarde, cuando saliste a trabajar, porque tenías un domicilio. Ese día a las siete menos cuarto de la tarde, cuando subiste a un auto de alquiler, para irte.

Ese día, a las siete y cuarto de la tarde, cuando bajaste del auto en el cual subiste en la intersección de un par de calles de las cuales prefiero no acordarme el nombre. En una ciudad demasiado pesada, como para permitirme nombrarla, en un verano demasiado pesado como para volver a vivirlo, en un universo demasiado triste como para volver a querer sentirlo, subiste al auto de el.

No tiene acento él porque no vale la pena, pero ese día, tan cierto y tan certero, se destruyó por lo mismo que caen todos los imperios del mundo. Por la sutil brutalidad de la verdad.

Ese día ….

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