Ese año de vacaciones en Canarias, Orquídea cumplió siete años.La niña era una esponja.Escuchaba las historias de Cuba que le contaba Alonso, su abuelo, sobre la plantación de caña de azúcar; de Franco y José Antonio, algo que a la niña le sonaba a chino. Del gran país que era «Ingalaterra» y Churchill, vamos que las tardes en el chaplón de la casa eran de lo más instructivas.

Luego estaba la versión de la abuela Cristina, que se la contaba en el patio de atrás, comiéndose unas uvas con pan, en el fondo de su delantal. Sentadas las dos, le contaba el miedo que había pasado con Alonso y los nacionales. Que había tenido que guardar en el fondo de un arcón las fotos de la Pasionaria y Largo Caballero que Alonso tenía y no quería destruir. Pero como no ocultaba sus ideas ella sabía que en cualquier momento vendrían a por él, y lo harían desaparecer, como hicieron con el médico.

Ella le contó a Orquídea, que una noche tocaron en la portada y era la Guardia Civil. Para sus adentros pensó que a su marido le había llegado la hora. Pero no.Le venían a decir que iban a estar patrullando toda la noche, que dejara la portada abierta, el quinqué encendido, y café preparado para ellos.

Cristina se cago en sus muertos, pero lo hizo. Y así todas las noches, la pareja de guardias visitaba la fonda a por café. Pero un día se presentó el cabo, cuando Alonso estaba trabajando en la finca, y le dijo a Cristina, «Doña Cristina, dígale a Don Alonso, que mañana a las seis de la mañana esté en la parada de la guagua, que se suba y se siente delante, que al final de la guagua irá una pareja, que tiene que entregarlo en Santa Cruz, en la cárcel de Fayffes, que no deje de ir, lo hacemos así para evitar venirlo a buscar a su casa, de esta manera nadie sabrá si va a la capital a un asunto o si va preso». A Cristina se le cayó el mundo.No por esperada la noticia iba a dejar de afectarle.

Cuando Alonso llegó de la finca ella le dio la noticia. Y Alonso con un par de huevos le dijo, «tranquila que estaré a las cinco y media». Así, se lo contó Cristina a Orquídea, mientras una tarde de verano, ella comía uvas y le pelaba higos picos a la niña, de los coloraos, y de nuevo le pasó lo mismo que con los mangos en Caracas.Que se agarró un atracón.

Ese verano Orquídea, como no tenía clase, se apuntaba a todo. La pituitaria de esta niña está llena de olores y sabores de esos años.Y sus neuronas llenas de historias, de nuestra Historia reciente. La personalidad de tus antepasados, aunque no lo sean de sangre, influye quieras o no. Lo que me lleva a pensar que penetra más una idea que un hematíe.

Fin

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