escanear0001.jpg                                                     MI PADRE

 Desde este enorme dolor que me invade intento decirte lo sola y triste que me has dejado, que desde que te fuiste ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, ni el aire son iguales porque yo no soy  la misma, sencillamente porque desde aquella noche o más bien desde aquel amanecer donde miles de lágrimas nos visitaron, nada en mi ha sido igual y mis ojos ven o miran de otra forma. No sé muy bien expresarlo, pero es como si   te hubieses llevado toda mi niñez y adolescencia y solo me he quedado con la persona adulta en la que me he convertido con los años, porque ya no estarás tú para recordarme que era tu niña pequeña tuviera la edad que tuviera, ya no estás tú .  <?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

 

Nunca podré olvidar cada segundo de tu última noche de vida, nunca podré olvidar cada una de tus últimas respiraciones de tu sueño de despedida, nunca podré olvidar la frialdad, no comparable con ningún otro tipo de frío, que me transmitían tus manos que no logré calentarte por más que las apreté contra las mías; nunca podré olvidar una madrugada más lenta y rápida a la vez, ni una noche más oscura, triste y desolada, nunca en toda mi vida me sentí más impotente, nunca lloré tanto de una sola vez, nunca hasta entonces había vivido la despedida de alguien para no volver a verlo nunca más.

 

Nunca podré olvidar cada palpitar de mi corazón que quise compartir contigo para que el tuyo pudiera salir de ese camino sin retorno, nunca olvidaré lo que me enfadé con Dios por no poder hacer nada por ti, nunca olvidaré lo que hubiera dado para que tu cuerpo hubiera reaccionado a tiempo y no hubiera dejado que la muerte lo invadiera.

 

Nunca podré olvidar el enorme dolor que sentí y que cómo un enorme puñal se me clavó justo en el centro de mi alma y que desde entonces no logro arrancar para volver a sentirme entera y no rota en mil pedazos.

 

Estoy aprendiendo a vivir sin ti y a veces creo que no te has podido ir, pero ya no estás y eso es algo definitivo, ya no va a cambiar. Estoy aprendiendo a ser un eslabón perdido de una cadena que estaba completa pero que ya está rota y la familia ya no es la misma, la familia ya es otra; estoy aprendiendo a vivir sabiendo que nada es igual que cuando nací y que dentro de mí algo está incompleto, porque siempre y también es definitivo, siempre me faltarás tú.

Nunca podré olvidar cada segundo de su última noche de vida, y es que esa noche, no pude calentar sus manos, las manos de mi padre.    

 

                                                                                                         Juana Rojo Bautista

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