En unas mini vacaciones el año pasado, tuvimos la oportunidad de acudir al Parque Nacional de Cabárceno. Allí que llegamos toda la familia, mis tres hijas, mi mujer y yo. Fue uno de los días más calurosos del año y teniendo en cuenta la extensión del parque y que había que recorrerlo en coche, parecía que estábamos en una sauna, lo que hacía que la visita fuera de lo más caprichosa. Por allí encontramos animales bien cuidados y con grandes extensiones de terreno habilitado para vivir dignamente, porque creo que todo lo que no sea tu hábitat natural es una falacia del hombre. ¿Y si nos colocarán una valla a 500 metros de nuestra vivienda y sólo pudiéramos recorrer esa distancia un día y otro y otro? ¿Cómo acabaríamos? ¿Nos gustaría? ¿Qué pensaríamos?
El caso es que entre jirafas, avestruces, cocodrilos, leones, gorilas, cervatillos y un número extenso de animales, nos encontramos con unas cebras que se “alojaban” en una caseta con una puerta corrediza. Y allí asomaba una de ellas, que se quedó parada justo en el espacio que daba acceso a la salida. No se movía, tenía la cabeza cabizbaja y una mirada perdida en el suelo, en el vacío que provoca ver siempre lo mismo y no poder escapar de ello. Reflejaba sus pensamientos, quizás su tristeza por haberle tocado vivir en una caseta con terreno para moverse un poco, no mucho más.
Daba la impresión de que no se atrevía a salir, que se lo pensaba muy y mucho, como si se preguntara qué iba a ganar con ello, unos metros más aquí y allá no suponían una gran diferencia. Esa imagen, esa postura, esa sensación de derrota que transmitía denotaba inteligencia. Sabía que la existencia de su vida diaria era esa, que el mundo que le habíamos proporcionado los humanos aunque era en cierta medida confortable, no le reconfortaba en absoluto. ¡Era una cebra! y las cebras corretean de un lado para otro y hacen kilómetros y kilómetros para buscar alimento, lo llevan en su ADN. Pero esta cebra no tendrá que hacerlos, no es necesario, su alimento se lo proporciona el hombre y su alojamiento también.
Sigue dudando si salir de su caseta en la que está a la sombra o dar un paso atrás, refugiarse de su vida y desaparecer de nuestra vista para siempre.
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