Soy una mujer nacida en la bella ciudad de México, se que la presente convocatoria refiere la pobreza, exclusión social y el voluntariado en España, me gustaría compartir una realidad al respecto, misma que no es exclusiva del país que nos atañe sino de cualquier parte del mundo.
Quizá por no aterrizar el tema en España el mismo se excluya pero mi afán en rigor es compartir.
De antemano agradezco que incentiven con este tipo de concursos para que podamos explayarnos en las letras.
Estoy casada con un hombre oriundo de Sinaloa, tengo cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Mi historia empieza a raíz de que soy muy observadora, acostumbro visitar de modo asiduo a mi hija la mayor, a razón de que mi esposo no hace mucho pie de casa porque tiene que trabajar en varios estados de la república mexicana.
Cuando voy a ver a mi primogénita me toca presenciar un espectáculo atroz. Aproximadamente a unos 200 metros de distancia de la propiedad de mi hija, pasa el ferrocarril de carga que sale de la ciudad de México rumbo a Nogales Sonora, frontera colindante con Estados Unidos de Norteamérica, en la bestia que es como le suelen llamar, viajan abrazados a sus techos de fierro muchísimos inmigrantes, principalmente centroamericanos y algunos sudaméricanos, son personas indocumentadas, de pobreza extrema que ven en el país del norte la esperanza y la realización de sus sueños, lo más lamentable es que en su lomo van exponiendo sus vidas, no solo hombres sino mujeres de todas edades y peor aún infantes.
En este momento me encuentro radicando con mi esposo en Hermosillo, capital de Sonora. Esta es una ciudad prospera con un buen nivel de vida, en el sentido educativo con un nivel académico de excelencia.¡ Algo ha llamado mi atención!, la gente es reservada, callada, silenciosa, estoy acostumbrada a la gente de Mazatlán que se caracteriza por tener una idiosincrasia alegre, bullanguera y extrovertida, por donde quiera se escucha la banda entonando alegres sones. Aquí en Hermosillo me dice una de mis vecinas que mantenga las puertas con cerrojo ya que a la ciudad llegan muchos vagabundos inmigrantes y que a ella ya le han propinado reverendos sustos, además de asaltos.
Toda esta gente que vienen de otros lugares se quedan atorados, la mayoría no traen dinero, ni pertenencias y como ya están a un paso para lograr su objetivo arriesgan todo. Es necesario pasar por el desierto con un guía que les cobra para que no se pierdan en medio de esos lares inundados en arena y sin el vital liquido para salir adelante, a estos guías les llaman polleros. Ahora entiendo porque la gente de estos parajes es mas reservada.
Existen demasiados polleros maleantes que no les importa salvaguardar la integridad de los inmigrantes, solo desean quedarse con los pocos pesos que llevan encima, así que a la menor oportunidad los abandonan a su suerte en medio del desierto, los despojan de sus pertenencias, a las mujeres las violan y sobajan. También existe otra frontera natural, el Río Bravo, sin embargo, este tiene mucha vigilancia de policías estadounidenses que acribillan sin piedad aquellos que hozan atravesarse. Muchos mueren en el intento, si no es por una bala perdida o bien dirigida por las caudalosas vertientes de aquellas aguas impredecibles.
Aun así los que logran salir triunfantes del Rio Bravo, tienen que pasar el desierto de Arizona con sus temperaturas extremas, los reptiles y alimañas propias del lugar. Mucha gente sucumbe en el intento y queda en el olvido, otros tantos el golpe de calor extingue sus sueños y esperanzas. Es triste como se ven indigentes, en sus rostros se dibuja ese semblante de dolor y de tristeza, los harapos que les cubren su piel tostada por los intensos rayos del sol y la falta de un techo. Pienso en todas esas madres, esposas e hijos que deciden aventurarse con todos los peligros que les aguardan por querer tener un futuro mejor. Un sollozo se arranca de mi alma y lo único que acierto a exclamar es: ¡que Dios los ampare!
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