Era un día como cualquiera, el sol se bañaba en las aguas del cielo, el reloj marcaba el paso del tiempo – y si no lo marcaba las horas, igualmente, seguían su curso-, las calles olían a naranjos y jazmines, las vecinas barrían las mismas veredas mientras comentaban, por lo bajo, las noticias del día y los nuevos capítulos de la historia de la fulanita o del menganito; los niños, las niñas, los y las adolescentes –y algunas vecinas- se entretienen con la play, con la novela de turno, subían fotos y comentarios en las redes sociales, dialogan por whatsaap, mensajes de texto u algunos de esos medios de comunicación actuales que reducen las distancias con quienes se hallan lejos y aumentan las distancias con quienes viven en la misma casa, en la misma cuadra o en el mismo barrio, en fin…era un día como cualquier otro.
Daniella era una joven poco convencional, es decir, tenía incorporada costumbres de la actualidad pero también tenía impregnada en su esencia costumbres de las viejas épocas, adoraba leer, escuchar música pasada de moda, escribir poemas y cartas de amor, dialogar con las personas mirando las a los ojos, escuchando, preguntando y respondiendo sin necesidad de dar un “enter” o presionar “enviar”, y de pasar sus horas en romance con la soledad.
Ese día ella escucho –o leyó- que “la pobreza de este país es un flagelo que se expande día a día, afectando a un mayor número de personas: los nuevos pobres”. Esa palabra comenzó a ocupar su mente e impedirle concentrarse en sus actividades comunes, de tal forma, que llego el momento en que abrió el diccionario y busco su significado.
Pobreza: Cualidad o estado de pobre.
Pobre: Que tiene poco dinero o pocos bienes. De poco valor, modesto. Escaso. Mendigo.
Mendicidad: Situación social de la persona que no posee otros ingresos para vivir que los que le proporcionan las limosnas.
Menesteroso: Que carece de lo necesario para vivir.
Daniella leía estas definiciones y significados hasta el cansancio, intentando comprender las palabras, que tengan coherencia con lo que veía, con lo que pensaba, con lo que decían los medios de comunicación, con las propuestas de los gobernantes, con los conceptos religiosos, sociales, económicos…con la realidad…pero su esfuerzo era inútil.
Salió a la calle, camino ansiosa por olvidar esa palabra, por borrar de su mente su significado y las consecuencias que provocaba. Pero no podía, esa palabra lo abarcaba todo, impregnaba el ambiente, se confundía con los rayos del sol, con las señales de transito, con el canto de las aves, con la imagen de esos niños sin nombre, de aquellos hombres y mujeres sin edad.
Sin darse cuenta y sin poder evitarlo, cayó sentada a la vera del camino, con las manos sobre el rostro para que los curiosos no la vean llorar; pues sentía nostalgia por el país hermoso y lleno de riquezas sin explotar, por la ignorancia y el silencio de su gente, por los inhumanos que dan limosnas, que regalan el pescado y no enseñan a pescar, por esas necesidades superficiales que reemplazaron las necesidades reales y que, lentamente, están vaciando el alma mientras llenan el cuerpo de joyas y de sustancias.
Daniella lloro, lloro hasta el cansancio, hasta que los ojos dejaron de producir lágrimas; luego se levanto, seco sus mejillas, sacudió el polvo de sus pantalones y emprendió el camino de regreso a su hogar. Al llegar acomodó sus libros, estableció una hipótesis, sus fundamentación es, una lista de prioridades, de objetivos, de estrategias, de recursos, determino su área de cobertura, los lineamientos éticos, el cronograma de actividades, un listado de beneficiarios directos e indirectos; luego se calzó sus zapatillas sin marca, una campera al tono, peino sus cabellos y delineo su sonrisa del color de la vida.
Y fue así…que un día cualquiera alguien comprendió que para solucionar un problema hay que trabajar inmersos en la realidad, en terreno, caminando a la par de la comunidad, escuchando su voz, defendiendo sus derechos, potenciando sus fuerzas, movilizando sus recursos, gritando a viva voz su dolor, su amor, su libertad!!!
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