Tengo que escribir una carta. Aquí, sentada en éste banco descorchado, roído, agrietado ( es curioso, ahora que lo pienso, estoy sentada sobre una metáfora de mi yo y, por supuesto, de mi país). Como decía, aquí, bajo la sombra de un sauce que, cuando llueve, parece que llora. Aquí paso el estío, en un río verde y sin agua; rodeada de paseantes que te ven, invisible. Por eso quiero escribir una carta para que, mi invisibilidad, sea visible. Para que el mundo tenga consciencia de que existo. Me he propuesto escribirla e introducirla en un bote de judías, vacío, y dejarlo bajo el sauce. Igual tengo suerte, pasa un periodista, la ve, le interesa la historia, y la publica.

Ayer se detuvo la mujer que, habitualmente, avitualla de pienso a los gatos de la colonia y, generosamente, me suministró una caja de leche, y unas galletas María. Le estoy muy agradecida. Con éstos víveres, más lo que pueda recoger, aguanto unos días. La verdad es que soy como éstos dos jilgueros que se posan encima de mi falda, (por cierto, los únicos acompañantes que tengo). Decía que soy como éstos pajaritos: digiero poco y lo que tengo lo administro bastante bien. La verdad es que siempre he sido, buena administradora. Hasta que murió mi esposo, (que en paz descanse), con la mísera y escasa paga de él, aún ahorrábamos, poco, pero ahorrábamos. Ahora, los trescientos euros que cobro al mes, son para mi hijo.

Estoy instalada bajo las estrellas, entre otros motivos que ya relataré más adelante, por la sencilla razón de que, el nuevo dueño de mi vivienda, es el banco. Y los bancos cuando les debes algún recibo y no lo puedes pagar les molesta que la ocupes. He dicho el último dueño porque el primero fue,( que en paz descanse), mi marido. Luego mi hijo, ¡que no descanse nunca!. Por Dios, ¿que estoy diciendo?. Que nuestro Señor me perdone. Un hijo es lo mejor que te puede suceder en ésta vida. Todo cuanto tienes es para la sangre de tu sangre : amor, cariño y si hay que hipotecar el piso para que, él y su prole, puedan buscar otro nido, pues se hipoteca. Para eso estamos los padres: para sacrificarnos. En fin, la cuestión es que, pese a las protestas de los vecinos y de las ONGs, llegaron los policías, vestidos de romanos, y se acabó la resistencia. Por supuesto, también lo desahuciaron. En estos momento vive con sus suegros, con la arpía de su mujer, y con mis dos nietos. Sobrevive con mis trescientos euros, amén de alguna que otra chapuza de albañilería que, en contadas ocasiones, encuentra.

Otra de las razones por las cuales me encuentro sumida en éste lamentable estado es debido, a la bruja, de mi nuera. Ella siempre ha querido vivir por encima de sus posibilidades. En la época de vacas gordas; cuando los perros los ataban con longanizas ficticias, la muy zorra ( que Dios me perdone) no se privaba de nada. Vivía, o quería vivir, como los personajes de las revistas. Una buena casa, un flamante automóvil, buenos colegios, privados, para los niños, vestidos, peluquería, cirugía estética… total, un sinfín de tonterías que: ¡como había dinero, pues a dilapidarlo!. Pobrecita, ahora vive de sus padres. Está amargada y, por simpatía, todos los que conviven con ella. Ella y yo, siempre hemos chocado ( nuestros caracteres son idénticos) como dos trenes por la misma vía. Me da igual. Lo único que me duele es que, el hijo que ocupó mis entrañas, el hijo que salió de ellas, sea un pazguato, una gallina que come en la mano de esa víbora.

Aparece, de vez en cuando, una muchacha, blanca como la leche. Una voluntaria de no se que organización humanitaria. La verdad que desconozco el nombre de la chiquilla, pero yo le apodo: la monja. Si la vierais es tal: bondadosa, ingenua, terca, cristiana y solidaria. En pocas palabras: un Ángel. Está empeñada en trasladarme a una residencia y un comedor social. Que cándida es; ¡si esos sitios están abarrotados!. Dice que soy una victima de la exclusión social, y que estoy en el umbral de la pobreza extrema.¡Qué fuerte!, y yo sin ser consciente de la situación tan precaria en la que me encuentro.

Le expliqué que mis pretensiones, en cuanto a mi futuro, se encaminaban por estar satisfecha conmigo misma. Mas que nada por que mi futuro, ademas de breve, ya estaba asignado. Reconozco que es una forma negativa de afrontar la vida, pero es la mía. Ella, que es mas testaruda que yo, siguió dándole a la matraca. Al final no tuve mas remedio que enfadarme con ella. Le dije de todo:

-Deberías preocuparte, más que por mi, por los subsaharianos que deambulan, como almas en penitencia, por el interior de la ciudad. De los padres y madres de familia que apenas pueden sobrevivir, y que se les ha muerto el futuro. De los niños, pobres infantes, que observan, sin entender la depresión de sus progenitores. De esas mujeres que no pueden enorgullecerse de lo que son, porque las maltratan….- Estaba embobada, mirándome fíjamente. Reconozco que le solté un rollo sobre las desigualdades. Sobre las diferencias tan extremas e injustas que, debido a la crisis, repercutían en las personas más pobres. También, dentro de mi monólogo, aporte soluciones solidarias, económicas y humanas. Luego, para finalizar, le dí un consejo de vieja: – Yo, si fuera tú, dedicaría el resto de mi vida en ayudar a esa gente….-

Es increíble el poder de convicción que tiene la monja. Os juro que en un principio era lo más parecido a una mosquita muerta, pero ya…ya. Yo creo que es por persistencia como consigue sus propósitos. Todos los días erre que erre, parecía una testigo de Jehová, no paraba de acribillarme los sesos: “Que si usted ha nacido para ayudar a los demás”. “Que si usted ha sufrido una eternidad y, por lo tanto, comprende mucho mejor el padecimiento humano.””Que si usted tiene un sentido humanista de la vida.”Que si patatín, que si patatán. Total que al final me ha convencido.

Mañana por la mañana, a primera hora, me presentaré como voluntaria. Mas que nada debido a la poca confianza que me trasmiten éstos jóvenes. La verdad es que son muy voluntariosos y trabajadores, pero están muy verdes. Son como becarios, quieren ceñirse tanto que son poco efectivos. Ya lo dice el refrán: el que mucho abarca, poco aprieta. En fin, en pocas palabras, que necesitan disciplina.

Por cierto, tengo que escribir una carta pero, es tan triste la historia que voy a relatar que hasta el sauce, haciendo honor a su nombre, comienza a derramar lágrimas. ¡Ah!, no, por la Virgen Santísima. ¡Llueve!. Me refugiaré bajo el puente y, cuando escampe, escribiré la carta. Bueno, mejor, mañana. O, si no… otro día.

FIN

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