Después de la máquina de escribir: nada fue igual

Después de la máquina de escribir: nada fue igual

Gaby García

20/02/2013

“¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida mas fácil, nos aporta tan poca felicidad? La repuesta es está, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino.”  Einstein

 “Tac-tac-tac” recuerda claramente ese sonido y lo ubica con precisión en una tarde poco antes de que el sol desapareciese por completo; cuando su mamá sentada en la mesa, con la vista perdida entre las diminutas letras de la monografía, le ayudaba a su hermano mayor  a hacer su tarea en la máquina de escribir. Él ni tardo ni perezoso decía “yo le pongo los marcos”, dicho y hecho era lo único que hacía.

Menos mal que a ella no le tocó usarla por mucho tiempo, pues un error al final de la cuartilla a veces significaba empezar de nuevo: “trin” sonaba la maquinita al sacar la hoja de un tirón. Pobre de su mamá, fueron muchas veces las que se quedó hasta muy noche haciendo tarea ajena: recortando y pegando para ilustrar.

Ahora, ella maravillada, en medio del mundo vorágine que emerge de la tecnología, tratando de agarrar el ritmo, pero sin poder evitar ir al cansado paso de la humanidad; confiesa haber olvidado los años que han quedado atrás e intenta  detenerse un poco para ver si consigue reflexionar.

Hoy un anuncio en la televisión le asegura que “Somos un billón de fotoperiodistas, subiendo a la red nuestra humanidad” y una empresa de telecomunicaciones imprime gigante espectacular aseverando que  “la tecnología nos acerca”, ella se cuestiona si de verdad es así, porque está convencida de que lo que ven sus ojos también es parte de la realidad y se asemeja a la de muchos otros:

Contenta porque no tiene que salir de casa ni para buscar trabajo y mientras lo hace, pierde su tiempo en alguna red social alimentando el ocio de la chica sedentaria que lleva dentro. Confirmando que en las redes, hasta el ser más desdichado e infeliz se hace de una vida sublime, interesante y envidiable que existe en un país llamado “su imaginación”.

Confundida porque su hermano menor que no es fan de los buenos modales, se disculpa por el empujón que da a un sujeto virtual en su videojuego favorito; mientras que entre ellos no se dan ni los buenos días. Y porque al sentarse a la mesa se olvidan de que la están compartiendo con alguien más que no es precisamente su “teléfono inteligente”, “computadora portátil” o “reproductor de música”.

Intrigada porque hasta su mamá aprendió a ahorrase el “cómo te fue” porque se cansó de ser ignorada y de participar en seudo-conversaciones interrumpidas con silencios prolongados a causa del  “chat”. Le muestra la foto que acaba de publicar su hermano mayor que está en EUA con su familia, le cuenta que se quieren cambiar de casa porque al parecer tienen problemas con un vecino; pero sobre su madre, a quien tiene justo a un lado,  no tiene ni la menor idea de cómo estuvo su día, no sabe dónde estuvo y por lo tanto ignora que ha sido nominada en su trabajo al “empleado del mes”.

Emocionada porque en su cumpleaños la mayoría de sus conocidos no se olvidaron de felicitarla, incluso aquellos que ni siquiera conoce en persona, pero su amigo de la infancia ya no se tomó el tiempo de llamarla por teléfono. Sorprendida porque ahora que hace este recuento, se tropieza con el vago reflejo de la navidad pasada, cuando sus fotos publicadas y sus comentarios en la red superaron el número de conversaciones que sostuvo con las personas con las que se supone estuvo conviviendo ese día.    

Cuando empieza a sentir frustración intenta lavar sus manos admitiendo que no es la única. Que al parecer el mismo mundo lleno de personas de las cuales está rodeada, creen que van a transformar las desdichas del planeta con un “me gusta” o compartiendo imágenes que atraviesan el océano en un segundo. Pero sin mover un solo dedo en pro de los desgraciados que se encuentran en el camino.  

Asustada porque no sabe como acomodar en su cabeza la idea de que, el hombre más rico del mundo es precisamente del país en el que aún viven 21.2 millones de personas en “pobreza alimentaria”. Enajenada porque en ese mismo sentido, los medios hacen “cobertura especial” sobre la muerte de una cantante y mencionan a cuentagotas la detención arbitraria de unas personas que se manifestaban en la capital de su país, contra el gobierno.

Quizás empieza a entender un poco que la computadora frente a la que esta sentada no se parece en lo mínimo a la máquina de escribir que usaba su madre. Pues tomada de la mano, de la gigantesca mano de la tecnología llegó a cortar casi de tajo los usos y costumbres de toda una humanidad, a mover a su antojo el ritmo de sus vidas porque así se lo permitieron. Y sí, por increíble que parezca, para bien o para mal, ellos lo decidieron. 

Pretende ser optimista pensando que tal vez el mismo Nicolás Copérnico se habría perdido en este mundo tecnológico y habría dejado pasar de noche temas como “La tierra” y “El centro del universo”, ¿o por qué no? lo habría hecho aún mejor. Eso no lo puede saber pero la respuesta más importante esta en ella y en cada una de las personas que reciban el mensaje.  

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