“We are the hollow men

We are the stuffed men…./

This is the way the world ends”

T.S. Eliot. 1925

“Somos los hombres

huecos/somos los

atestados…/ Y así se acaba

el mundo.”

Toco tímidamente la puerta antes de entrar. Una voz masculina y grave se oye dentro de la habitación:

-“ Adelante, pase, pase”.

Entro. Es una habitación casi blanca en todo, menos las sillas que son azules. Ya ando con dificultad y mi vista no es la de antes.

-”Buenos días”, saludo primero.

-”Buenos días”, me responde el hombre que está sentado detrás de la mesa. Rondará, calculo, los cincuenta pero tiene ya el pelo completamente blanco aunque luce un gran bigote que mezcla pelos blancos con negros.

-”Siéntese, haga el favor”, me dice a continuación mientras extiende su brazo derecho y con la mano abierta señala amablemente la silla vacía. Hago lo que me dice.

-”Bien”, empieza a hablar el hombre de blanco,

-”¿Cómo se encuentra?”, me pregunta sonriéndo amablemente.

-”Bueno, no puedo decir que esté peor. En realidad no siento nada. Quizás una ligera mejoría porque me veo con más vitalidad y ganas de hacer cosas que antes no tenía”, digo en un tono alegre aunque sigo un poco encogido en aquella silla.

-”Eso es buena señal. Eso es buena señal”, repite el hombre, intentando aleccionarme. Habla de nuevo mirándome a la cara:

“Hay que adaptarse a los tiempos, Ángel. Esta terapia es lo último. Se han dado muy buenos resultados en otros países donde ya llevan más tiempo que nosotros. Estas tecnologías nos chocan al principio pero luego nos hacen la vida mejor. Hay mucha gente en contra por ser algo frío y que dicen que a los hombres los vuelve un poco vacíos y huecos pero en este caso no es así. Se lo puedo asegurar. Hoy en día parece que es la mejor solución para parar el proceso. Hay varios protocolos pero este es el más limpio y efectivo”.

Permanezco callado y escuchándolo atentamente. La silla ésta es bastante incómoda a pesar de su novedoso diseño ultramoderno.

-”Si, si yo lo entiendo, doctor. Le he dicho que en comparación con hace unos meses me siento mejor.”

-”Le voy a hacer una exploración pero no se preocupe que es sólo rutina. Descúbrase la parte de arriba sólo y luego túmbese aquí ”. Me dice indicándome una camilla que tiene a su lado izquierdo. Mejor así porque no aguanto más la silla. Me desnudo y me echó. El médico trae un pequeño maletín metálico. Lo abre y coge un pequeño aparato. Le da a un botón. Una luz roja se enciende.Por unos instantes me molesta su intensidad. Empieza a pasar muy lentamente por encima de mi pecho el aparato mientras mira algo en una pequeña pantalla. Siento un ligero cosquilleo que me hace sospechar.

-”Bien, bien”, murmura mientras escanea todo el torso.

-”Bueno”, dice al poco rato, “parece que todo está perfecto. Va según lo previsto. Puede usted ya cubrirse y levantarse”. Mientras lo hago el médico guarda el aparatito, se sienta al ordenador y empieza a escribir. Me siento aliviado. Mientras escribe y sin mirarme a la cara, me dice:

-”Pues ya está. Pásese de aquí a un mes a ver como sigue todo”.

-”Menos mal que está todo bien”, le digo.” Ah, se me ha olvidado comentarle que de vez en cuando y sobre todo cuando me acuesto o estoy quieto, oigo un pequeño ruidito como si fuera un motorcito dentro de mi estómago”, le digo.

-”No se preocupe eso es normal. Lo anormal sería no oirlo. Quedamos en eso”, me corta sin dejarme explicarle mejor.,“si tiene algún problema, se pasa por aquí.”

Entonces me despido y salgo. Hace un buen día de primavera cuando termino de la consulta. Me apetecería dar un paseo. No sé qué hacer porque ya me canso mucho, y eso que le he dicho al médico que estoy mejor. Antes aguantaba mucho tiempo andando. Ya no. Mejor me voy a casa. Allí estará Carmen. Cuando vivían nuestros hijos con nosotros echábamos de menos estar los dos solos y ahora que no están, ella es la que los echa de menos. No entiendo la vida. Y ahora me diagnostican esta enfermedad. Justo cuando empiezo a disfrutar de mi jubilación. Me ha dicho que me puedo curar. No sé. No me fio de ninguno. En cuanto empiezas de médicos, mal ya va la cosa, y uno no sabe cuando acabará. Carmen está en la cocina. La saludo y le cuento lo que me ha dicho en la consulta. Me voy a sentar un rato en el salón y voy aunque sea a leer. Esto no para de sonar por dentro. El caso es que no me duele nada. Mejor ignorarlo porque si no esto se va a convertir en un sin vivir. Postrado en esta cama ya hasta que llegue mi hora. Maldita sea el día en que me presté a que hicieran conmigo experimentos. Ya no me quedan fuerzas ni para andar ¿Y qué opción me quedaba acaso, aparte de la quimioterapia y todas las cosas que ellos usan? El médico me dijo ayer que me quedan pocas semanas ya. Me volvió a explorar con un escaner, esta vez más potente y me dijo que el nano robot se había desviado de su trayectoria y que había empezado a atacar órganos vitales y comerse mis células. ¡En lugar de atacar a las dañadas, atacaba también las sanas! Mire que me quejaba del ruidito y le dije que me sonaba mucho, pero él ni caso, que si eso es normal, que si no me preocupe, que esto es lo últim. Pues sí que es lo último. En todo, en ineficaz y costoso.Y lo último para mí. Ahuecado que me está dejando el chisme. Aquí estoy ahora. Sin esperanza ninguna y con un robot que por dentro me está devorando . Cada vez me duele más el movimiento y mi respiración se me dificulta. “¡Carmen, Carmen, ven y quédate un rato a mi lado, anda!”

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus