A su alrededor observaba  esos rostros serenos y de mirada amorosa, surcados por un mar de arrugas, que delataban una sabiduría sólo alcanzada a través de años y vivencias, de aquel grupo de ancianos que tan bien conocía. Se encontraba de pie en medio de ellos. Pese a que había sido decisión suya no podía dejar de sentir un ligero nerviosismo. El grupo en torno a ella empezó a entonar unos cánticos en una lengua milenaria, sólo reservada a ocasiones especiales, a la vez que se cogieron de las manos formando un círculo para así conseguir con éxito la transferencia energética que la llevaría a Ánima, el destino que había elegido en primer lugar en ese viaje que ahora comenzaba.

Recordaba el momento en el que había tomando la decisión hacía un par de días, y que llevaba rumiando ya desde hacía tiempo. Como muchas otras tardes, al acabar la faena, había ido paseando hasta el embarcadero, y una vez allí contemplando el maravilloso espectáculo que era la puesta de sol y la danza de todos los colores que se desplegaba en el cielo, así como en la superficie del agua, había decidido emprender ese viaje. Había sido justo en el momento en que una nube gris surcó el cielo cambiando, casi de forma radical, el paisaje que se desplegaba ante ella. De la misma manera, como en tantas otras ocasiones, esa nube gris que adquiría, en ocasiones, una tonalidad oscura, pero siempre en blanco y negro, se colaba también en su mente, enturbiando sus pensamientos, y produciéndole una pequeña desazón, llegando a veces incluso a una incómoda angustia.

Llegaría hasta donde hiciera falta con tal de desentrañar todos los misterios de su pasado, incluso hasta la esencia de ella misma, y así poder vivir completamente en el anhelado paraíso en la tierra.

Era huérfana de madre, pues había muerto al nacer ella, haría pronto 60 años. Y además se llamaba como su abuela materna a la que apenas había conocido, pues también desencarnó al dar a luz a su madre. ¿Era su sino familiar? No lo sabía, pues ella tenía dos preciosos hijos varones. La comunidad se había hecho cargo de ella, especialmente sus nodrizas, dándole todo el cariño y amor que había necesitado, y además, los ancianos del lugar y no tan ancianos, le habían hablado largamente de sus seres queridos a los que jamás pudo conocer personalmente. Pero, en este momento, sentía que no era suficiente. Quería recabar más información, saberlo todo sobre las mujeres de su vida, sobre su pasado que era a fin de cuentas su presente, y  poder alcanzar esa nube gris, abrazarla y con todo su cariño hacerla de los colores más vivos  y luminosos del firmamento.

 Aunque había intentado conectar con antepasados suyos a través de experiencias de reconexión energética, e incluso a través de viajes astrales, técnica que dominaba a la perfección ya desde pequeña, no había podido establecer ninguna comunicación, ni con su madre, ni con sus abuelas o cualquier otro familiar desencarnando que hubiera podido ayudarla. Había llegado a la conclusión que estos que podrían arrojar algo de luz a su desazón se encontrarían en niveles energéticos superiores por su mayor nivel de evolución. Anteriormente ya había oído hablar de Internet, servidores, y demás terminología de la conocida como Era de la Comunicación, en el centro de Sabiduría cuando iba a las clases de Historia “De la oscuridad a la luz”, e incluso había visto algún ordenador, antigüedad en desuso desde hacía tiempo.

Pero fue cuando el  Dispensador de Sueños visitó la comunidad hacía apenas dos meses con motivo de la Fiesta de las Flores, y le habló de Internet y de la conocida como “nube”, espacio virtual donde se almacenaba toda la información que las personas habían “colgado” a través de las distintas redes, y que suponía un registro de primera calidad de vivencias, pensamientos, reflexiones, e historia de la humanidad mientras estuvo en uso, cuando se le encendió una lucecita, y tuvo la intuición que posiblemente ahí estaría la clave de sus interrogantes.

Ese invento que en un principio resultó ser revolucionario y que apenas había desaparecido hacía algo más de 100 años, creando incluso adicciones, permitía interactuar de manera automática con miles de personas en una red de redes, compartiendo todo aquello que uno deseara e interconectando todo el planeta en una unidad. Su uso extensivo había marcado el inicio de la conocida como revolución de la comunicación, hasta que ésta había dado lugar a la revolución de la conciencia, y que había coincidido con la desaparición de la información en los distintos servidores de las redes sociales, uno tras otro, de manera automática, cuando ya la persona había integrado todo su pasado, y había desarrollado capacidades como la telepatía en la comunicación o la clarividencia.

 En la actualidad la comunicación entre personas cercanas y queridas se realizaba a niveles sutiles, sin necesidad de ningún soporte, esto coincidió con la desaparición del sistema capitalista o neoliberal que tantas injusticias y desigualdades sociales y económicas había producido. Poco a poco la humanidad fue tomando las riendas de su vida, prescindiendo por completo del sistema, y de los llamados gobernantes en sus distintas modalidades, y empezando a asumir la plena gestión y responsabilidad sobre sus vidas.

En un principio este sistema de interacción interplanetario permitió hacer patente todo aquello que por los medios de comunicación estándares no se contaba, a la vez que organizarse o difundir ideas y valores que habían permitido el salto de conciencia. Los antropólogos y otros eruditos sobre la materia  coincidían en que fue un momento de una profunda crisis, en la cual durante un breve espacio de tiempo se produjo una trascendental decisión en el camino a seguir; por una parte estaba continuar alimentando el sistema imperante con todas sus injusticias y falta de valores éticos, e ir hacia la oscuridad retrocediendo a una realidad más cruenta que incluso la de la edad media; o elegir el camino del amor, de los valores humanos, de la solidaridad, de la economía local y sostenible, y de autosuficiencia de recursos para todos.

Había sido una época complicada pero gracias a la voluntad, sabiduría y el amor de una masa crítica se había conseguido desviar un curso de la humanidad que llevaba, irremediablemente, al abismo. En esa época habían jugado un papel trascendental Internet y las redes sociales, así como el soporte dónde esto había podido ser posible, los ordenadores.

Todo había ocurrido en un espacio muy corto de tiempo, aunque no por ello había estado fraguándose durante bastante tiempo,  algo así como cuando el agua rompe a hervir, es un acontecimiento que ocurre en un instante puntual pero de cambios imperceptibles a simple vista durante el tiempo que ha estado alimentándose por una fuente de calor.

Era lo que tenía la evolución, que cada vez los acontecimientos y los cambios, también a nivel personal, ocurrían de manera más rápida, acercando cada vez más, hasta ya casi producirse a la vez, la realidad física, emocional y mental.

De repente notó un fogonazo. Como por arte de magia apareció cerca de la Torre Kundalini que se erguía destacando en un cielo de un azul celeste uniforme sin la menor discontinuidad por fenómeno atmosférico alguno, cerca de la ensenada del río Ida, y del casco antiguo de Ánima, y que recordaba por haber estado una vez allí hacía muchos años ya.

Ahora tenía que encontrar el edificio que buscaba. Iban transeúntes de un lado a otro, y aunque más o menos tenía una ligera idea de dónde se encontraba, prefirió recurrir a su intuición, y en todo caso preguntaría si este método le fallaba. Hizo unas respiraciones profundas, se relajó,  e intentó conectar al máximo con su banco de conocimiento interno, y sabiduría intrínseca. Echó a andar, ahora recto, luego dobló a la derecha, luego recto otra vez, y a la segunda calle a la izquierda. Entonces lo vio, “Banco de Conocimientos e Historia de la Humanidad”. Ahí estaba.

Qué fácil había sido hasta ahora. Se sentía contenta a la vez que un tanto excitada ante la cercanía de lo que tal vez fuera la respuesta a su inquietud, aunque tal vez no. Entró por la puerta y un inmenso panel indicaba las distintas secciones en el edificio y su distribución en pisos. En el letrero indicativo del sótano se podía leer “De todo lo invisible”, en el del primer piso “De todo lo visible”, en el del segundo decía “De la oscuridad a la luz, estados de conciencia”, y en el tercero y último se leía  “La respuesta está aquí”.

Por un momento pensó en ir recorriendo piso por piso paulatinamente hasta llegar al último, por si en cualquiera pudiera encontrar algo que le aportase alguna información. Pero por otra parte pensó: ¿Para qué demorarse si el letrero del último piso, un tanto provocador, no la había dejado indiferente, y parecía ir directamente a la cuestión  que la había llevado hasta allí?

 Como buena guerrera de la luz que siempre se había preciado de ser no iba a distraerse en rodeos cuando de manera directa podía llegar a la respuesta.

Apretó el botón del tercer piso en el elevador, al piso dónde había leído en la entrada “Aquí está la respuesta”. Salió de este y se encontró con un gran arco de mármol decorado con antiguas gárgolas que había podido ver en reproducciones holográficas de antiguas catedrales de una religión que, como todas las demás en la actualidad, había desaparecido. Estas gárgolas, esculturas de figuras de animales o mitológicas de aspecto grotesco que se colocaban en los tejados con la función de desagüe pero con un profundo significado esotérico, estaban mirándole en tono desafiante como preguntándole: ¿Estás preparada para atravesar esta puerta? ¿Realmente quieres saber?

 Se había cruzado hasta llegar allí con algún que otro usuario como ella, en búsqueda de algún tipo de información, pero nada más. Ahora delante de ese portal  echó una ojeada a su alrededor y no vio a nadie, a excepción de las miradas pétreas de esas gárgolas. Se armó de valor y cruzó el portal, no sin antes tener que detenerse durante unos segundos en una especie de medidor energético, imaginó que medía la brillantez y dimensiones de su aura, porque tras unos segundos pudo ver como unas puertas en principio invisibles se abrían por completo.

Entró y se encontró en una sala de un blanco reluciente, todo de mármol y alabastro, totalmente vacía de cualquier utensilio, a excepción de una pantalla gigante que se encontraba situada en el centro de la misma y que pendía de unos hilos del techo. Entonces oyó una voz que le dijo:

–  Bienvenida, colóquese enfrente de la pantalla y diga en voz alta la  información a la que desea acceder.

Hizo tal y como la voz le había dicho y entonces dijo:

–  Deseo acceder a la biografía de Magdalena Lavanda (ese era el nombre de su abuela) que se encuentre disponible en la nube.- No sin antes respirar hondo y sin mirar fijamente al centro de la pantalla.

De manera automática se desplegó una imagen en grande que ocupaba la mitad de la pantalla, era su abuela justo cogiendo petunias del jardín de detrás de su casa. La emoción en forma de hormigueo le recorrió toda la columna. Entonces pudo ver una varilla del tiempo a la derecha, en la que se podían ver los años, e incluso pudo leer el año en el que su madre había desencarnado. ¿Cómo era esto posible? Si su madre, que ella supiera, apenas habría utilizado este invento, tal vez todavía en vigencia cuando era pequeña. Por lo que sabía ella había participado muy activamente en la revolución, y en el cambio de paradigma.

En cualquier caso la información seguía almacenándose en algún lugar del espacio, del universo, y estaba ahí disponible para ella. Iba a comprobarlo.

Entonces dijo el nombre de su madre en voz alta:

–  Miranda Lavanda.

 Y apareció una imagen en  grande  de su madre en el embarcadero que tan bien conocía, con una maravillosa y espectacular puesta de sol detrás de ella, en ese momento pensó que era la más hermosa que ella jamás había visto en todos sus años, aunque seguramente sería  la emoción de ver la presencia de su madre en el paisaje. Unas lágrimas de emoción brotaron de sus ojos. Debajo de esta imagen más grande pudo ver otras imágenes intercaladas con texto, de mayor o menor extensión, de uno de sus hermanos montado en bicicleta y sin manos, de los gatitos Kiwi y Caki jugando entre ellos, y otras. 

A continuación, para mayor sorpresa suya vio que ponía “Ahora”, en lo más alto de la varilla marcadora del tiempo. Y simplemente dijo en voz alta lo que acababa de leer:

–  Ahora.

Y entonces la imagen principal de la pantalla cambió de manera automática y se convirtió en ella. Era un espejo. Allí estaba mirándose a ella misma, de pie, en mitad de esa sala reluciente y de un blanco inmaculado. Y por debajo de ella había otras imágenes de su viaje desde su aldea hasta ese lugar, de la asamblea donde había planteado su viaje a la comunidad, del consejo de sabios teletransportándola con ella en medio, de ella momentos antes parada cerca de la torre Kundalini. ¿Qué significaba aquello? Sintió un escalofrío.

Vio que la varilla se extendía en el tiempo también hacia atrás. Había podido ver imágenes de su madre, y de su abuela, pero quería ver hasta donde llegaba.

Y dijo un año al azar:

–  1970.

Y apareció la fotografía de una tatarabuela suya, que recordaba por una imagen que su abuela le había enseñado hacía años. Increíble. Pero no se detenía allí sino que iba más y más atrás en el tiempo. Entonces leyó lo que ponía en la parte más baja de la varilla:

–  Nacimiento.- Notó que la voz le temblaba ligeramente.

Las imágenes comenzaron a sucederse de manera rápida hacia atrás, de mujeres de su vida, de algunas que había conocido aunque fuera en imágenes y muchas otras que jamás había visto, se iban sucediendo mil y una imágenes hasta que de pronto apareció la imagen de una gran explosión, tal vez del origen del universo, del origen de la materia, de la vida. Y la película se paró para quedarse fija un collage de mujeres, todas mirándola con  profundo amor. Reconoció a su madre y a su abuela pero también a ella. Y entonces le llego la comprensión y la respuesta a todas sus preguntas porque en ese momento se sintió su madre, pero también sus abuelas, y sus tatarabuelas, y todas las mujeres antes de ella y que ella era ahora, porque estaban en ella. Y lloró, y lloró por ella y por todas, por los sentimientos no expresados, por todo el dolor experimentado, y así poco a  poco el llanto se iba transformando en otro de dicha, de plenitud, de comprensión y de amor por todas las mujeres que habitaban en ella, y especialmente por ella misma, lloró y lloró hasta formar un charco de lagrimas a sus pies… en forma de nube gris.

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