Cuando en casa de Rita el silencio se podía masticar era señal de que algo no andaba bien entre su marido y ella.

Fermín, administrativo de banca, se pasaba las tardes estudiando y entre sus clases en la universidad y su afición al gimnasio le quedaban pocas horas para el ocio o simplemente para pasarlas con su compañera, Rita. Ella se lamentaba de su aburrida vida a pesar de haber pasado la mitad de ella estudiando para procurarse un buen futuro. Licenciada en filología inglesa sólo había conseguido un, nada rechazable, puesto de cajera en un gran supermercado. Llevaba meses albergando la posibilidad de quedarse embarazada pero siempre descartaba la idea cuando escuchaba las noticias.

El silencio de la habitación se rompió por un centelleante sonido anunciando la entrada en la BlackBerry de un nuevo mensaje.

-Din… Din…-“no entiendo por qué te pones así”- Rita leyó el whatsapp que su marido le había enviado. -¡Ja!- exclamó sonoramente a sabiendas de que nadie le iba a escuchar, se pensó dos veces que escribir y finalmente sus pulgares comenzaron a golpear el teclado.

-Din… Din…- esta vez el tintineante sonido se mezcló con el ruido de la televisión –“¡qué por qué me pongo así, increíble! dime tú como te pondrías si ves en mi Facebook “cancioncitas” o “mensajitos” subidos de tono, enviados por mis “amigos”.

En la tele daban las noticias deportivas, el barça había vuelto a ganar por goleada -¡Este año de nuevo campeones! -pensó en voz alta-. Quince minutos después se dió cuenta de que no había contestado al mensaje, cogió su iPhone y respondió –“Amor sólo son amigas, ¡pero sí a más de una ni la conozco personalmente!”-.<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

Rita repasaba las redes sociales en las que Fermín tenía cuenta abierta, el humor de ella empeoraba por momentos, de los trescientos y pico amigos que Fermín tenía en el Facebook tan sólo 73 eran hombres, en el Twitter prácticamente igual, aquello era patético, -¿para qué necesitaba tantas “amigas” que parecían babear a cada comentario superfluo que él hacía?-.

-Din… Din…-el mensaje de Fermín entró en su móvil-, ¡será idiota! y si no las conoces, ¿para qué narices las quieres en tu muro?- Cogió su móvil y escribió, -“y si no las conoces ¿por qué no las borras?, terminaremos mal, ya verás -Rita escribía cada vez más cabreada.

La nevera estaba casi vacía, tras los últimos mensajes sabía que tendría que hacerse un bocadillo para cenar. –“Cariño, ¿no vas a cenar?” -tecleó en su móvil con la esperanza de que Rita tuviera hambre y preparara la cena.

-Din… Din… –“Que te hagan la cena tus “amiguitas””-, aquel whatsapp apareció de manera amenazante en su iPhone. –“Venga tontina si yo te quiero mucho”-

 -Din… Din… –Rita miró su BlackBerry y su -¡Ja! -sonó seco y jocoso.

Apenas les separaban unos metros y catorce escalones pero ya se había convertido en algo rutinario hablarse mediante sus móviles, el hecho de mantener una conversación a la antigua usanza había quedado relegado a un pasado a un cercano.
La nueva era tecnológica marcaba su pulso acelerado a base, en parte, de transformar las comunicaciones, todo era válido para sustituir el sonido de la palabra.

-TERREMOTO-

 La página de Facebook se había refrescado y aparecían nuevos comentarios, su gran amiga chilena Dalmita había escrito esas letras, Rita no entendía que quería decir y se apresuró a preguntarle.

-Hola Dalmi, ¿qué tal?, ¿va todo bien?-

-Rita, todo tiembla bajo mis pies, ¡esta vez es grande!, se cayeron los estantes, mi celular no funciona, tengo miedo -un silencio ciego se apoderó de Rita, su amiga no escribía más. Salió de la habitación y comenzó a llamar a gritos a Fermín, -Cariño, corre sube, corre-.

 Abajo la tele inundaba de gritos la estancia, Fermín, con aburrido interés se preguntaba porque tendría que dejar de ver la repetición de los goles para atender a la histérica de su mujer. Aún así subió. Le explicó que pasaba y él acercó la silla que estaba junto a la cama y se sentó al lado de Rita que en su nerviosismo no dejaba de mover las piernas con inquietante rapidez. 

-Para Rita, me estás poniendo de los nervios-.

Fermín estaba también nervioso, sabía que en Chile era muy normal que hubiera pequeños terremotos, lo comprobaron ellos mismos en las vacaciones del 2011 cuando fueron a conocer a su amiga.

Un nuevo mensaje entró en el privado, -Lo siento fui a por los niños, ¡este fue muy fuerte!, estoy tratando de contactar con mi familia, los celulares no funcionan y sólo nos queda Internet, mi hermana está bien pero no sabemos nada de papá y mamá-. Rita miraba la pantalla y sin darse cuenta una lágrima comenzó a resbalar por su mejilla.

Fermín comenzó escribir “…Emol.com” buscaba la página de noticias chilenas, en ella podían saber casi al segundo las ultimas noticias sobre el terremoto.

-Din… Din… –el teléfono de Rita sonó- ambos se miraron, quién sería a esas horas. Miró, era su hermana, le enviaba un vídeo.

Ejecutó el archivo, no podía creer lo que estaba viendo, miraba ojiplática la pantalla del móvil, las imágenes se sucedían sin poder decir palabra,  pasó el móvil a Fermín y le hizo ver el vídeo, ella lloraba, ya no sabía si de tristeza por su amiga o de alegría por su hermana. 

-Es una ecografía en 3D -le dijo a Fermín- es el bebé que espera Helena, es precioso, ¿verdad?-.

La cara de él se trasformó dulcificando su expresión, de nuevo la era de la tecnología había obrado otro milagro.

La cara del bebé se veía perfectamente, su nariz, su boca, el gesto infantil de chuparse el pulgar, todo ello era en conjunto una visión sorprendente, impensable en décadas anteriores.

Rita se acercó más a él, le abrazó por detrás y besó su nuca dejando sus labios reposando en ella unos segundos, él giró su cuerpo para abrazarla también, la beso dulcemente en la frente.

-Te quiero –dijo mientras le sostenía la cara para besarla.

-Te quiero -respondió ella.

-Din… Din…

-Din… Din…

-¡Móviles! -exclamó Fermín mirando a su mujer con una sonrisa esbozándose en sus labios.

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