Su cuerpo estaba tendido frente a mí. La sangre emanaba de una manera muy particular, como sin prisa. Sus ojos veían horizontes que no yo lograba encontrar. Y ahí estaba, con mi teléfono que no dejaba de sonar. Whats app puede llegar a ser muy inoportuno. Debería haberlo cambiado a modo vibrador inmediatamente, tal vez será que no pensaba con claridad. 

Marqué inmediatamente el número de emergencias. No recuerdo que dije exactamente, pero espero que lleguen pronto. Al colgar noté que yo también estaba herido, la pantalla del móvil estaba embarrada de sangre. Antes de revisar la gravedad de mi herida lo primero que pensé fue en limpiarlo rápidamente pues la sangre no se quita con facilidad. En cuanto al auto, al igual que por mi acompañante, ya nada podía hacer.

Ella era una chica de ojos castaños y abundante cabello negro. No llegué a conocerla mucho. Se llamaba Beli. La tenía agregada en facebook por petición de la empresa. En una ocasión recuerdo que me felicitó por mi cumpleaños. A veces no sabemos quienes son los extraños que tenemos marcados como amigos.

Busqué entre sus cosas su teléfono, alguien tenía que avisar a su familia. Al encender la pantalla apareció su wallpaper, era una foto de ella con un perro pequeño. Busqué entre los contactos y encontré uno que decía: «casa». Nadie contestó. Colgué y esperé a marcar nuevamente. Sin darme cuenta, me quedé absorto mirando a la nada, pensando como había pasado todo. De repente una canción interrumpió mis pensamientos, era una canción que conocía, del final de alguna película, pero no conseguía recordar de cual. Me quedé pensando tanto en eso que casi pierdo la llamada. Contesté y lo primero que escuche fue una voz masculina que empezaba a saludar con cierta alegría a quien creía su hija. Tuve que interrumpirlo y decirle que no era quien creía, y peor aun, explicarle porque le había marcado yo…

Estábamos en medio de la nada, yo manejaba rumbo a una población que nunca había visitado. Ella me guiaba con el gps de su tableta. La voz automatizada de los gps me molesta, así que antes de emprender el viaje le pedí que si quería ocupar eso, mejor le quitara el volumen y fuera ella quien me guiara. La selección de música del día era patrocinada por mi celular, gracias a su transmisor de radio FM integrado, porque los autos que da la empresa por gracia divina tienen 4 llantas, si por ellos fuera se ahorrarían un par, y ni hablar de gps o un reproductor multimedia decente.

Y así fuimos, con la bendición de la tecnología salvándonos el día, aunque como íbamos a aprender ese día… nos iba a dar más que eso.

Hablábamos de todo un poco, que si política, que si futbol, que si la música que traía en mi celular era aburrida, hablamos como nunca, y en pocas horas ya la conocía como no había podido hacerlo en 2 años de leer sus actualizaciones de facebook.

Me fue guiando de maravilla, aunque Google Maps tiene gran parte del crédito. Me platicó de su familia, de la buena relación que tenía con su padre, que su madre había fallecido y por ello había decidido regresar a vivir a su casa para hacerle compañía. En un punto empezó a hablar de su relación secreta con un chico de marketing, con el que a través de twitts anónimos acordaban encontrarse para comer o verse en algún lugar. (En la empresa las relaciones personales entre trabajadores es un tema delicado.) Me pidió guardar el secreto y yo asentí con la cabeza soltando una sonrisa cómplice. Creo que a veces es más fácil sincerarnos con completos extraños.

Llegamos a un tramo recto, el gps marcaba que eran varios kilómetros y ella aprovechó para dormirse un rato. Cuando despertó lo primero que hizo fue ver su tableta y dijo: “¡Que bueno que ya llegamos!” Yo detuve el auto y mire a mi alrededor, no había nada. Volví a encender el auto, pero la marcha no cedió, volví a intentarlo… maldito auto.

Un león y un trueno. Eso es lo último que recuerdo. El rugir feroz y después un impacto enorme. Todos los cristales volando, todo dando vueltas. No había ruido, como si el sonido del mundo se apagara por un segundo y todo fuera solo caos y frio.

Y aquí estamos, o aquí estoy, porque al parecer estoy solo. Sigo sin entender cómo pasó, debió ser un tráiler, un camión grande… o la ira de un Dios.

Sigo pensando que fue un error, que no interpretaste bien el mapa.

Como puedo me pongo en pie y busco la tableta, no sé donde estamos, necesito saber. La encuentro a varios metros, está golpeada pero aun sirve, veo lo que dice en la pantalla, ahora entiendo todo… aunque el mensaje no era para mi:

HA LLEGADO A SU DESTINO.

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