1

La banda sonora de la intimidad

Quince minutos llevo ya esperándola debajo de la cama y hasta se me ha pasado por la cabeza desnudarme y asaltarla en bolas.  Qué locura…. Sí, porque quieras que no la ropa actúa como primera línea de defensa, no solo por una elemental cuestión de profilaxis, sino simplemente porque es una barrera solida de protección contra mordiscos, arañazos, golpes, etcétera. A lo mejor Paquirri se habría salvado si hubiera llevado unos pantalones en condiciones y no los pantaloncitos esos de bailarina que llevan los  toreros. ¿Quién sabe? El tejido ese fuerte de algodón de unos vaqueros, por ejemplo, es posible que hubiese contribuido a minimizar la profundidad de la cornada, o a desviarla unos pocos milímetros, que a la sazón podrían haber resultado cruciales…

Tiene que estar ya al caer, porque sale de trabajar a las cinco.

Es que estoy harto de tener que tirar ropa que me gusta, solo  porque tenga algún salpiconcito de sangre. Se quita fatal y por mucho cuidado que tenga uno siempre le salta algo, es inevitable. Y anda que no le he dado vueltas a esto, pero ir desnudo, desde luego no es una opción. Una vez leí en la Internet que lo que venía muy bien era una mezcla de agua oxigenada y lavavajillas, y me pasaba la vida con un pulverizador en el bolsillo, por si acaso. Y es verdad, humedeces la mancha con la solución esta antes de que coagule, porque si coagula es casi imposible de eliminar, y sale más o menos bien. Pero vamos a ver, una cosa son las condiciones de laboratorio y otra muy distinta es el mundo real, si no tienes otra cosa que hacer puedes estarte frotando una mancha durante diez minutos y al final la quitas, ¿pero en el día a día?  Uno tiene que estar a lo que está y en la mayoría de los casos no puede desatender la tarea que tenga entra manos para limpiar una motita de sangre. Precisamente, no hace mucho, me enzarcé con un dentista y su asistente, llevaba uno de mis trajes favoritos –y mira que yo no soy muy de llevar trajes, pero bueno–,  me quité la americana, me arremangué, saqué mi pulverizadorcito y mi bayeta y oye, muy diligentemente me puse a restregar entre estocada y estocada, pero al final nada, conseguí  salvar solo la camisa, los pantalones me los dejaron todo llenos de casquería y acabé teniendo que deshacerme del traje entero. Pero lo peor es que cada vez que he hecho eso, me he expuesto  innecesariamente a que me hubieran dado un mal golpe por no estar atento. Así que no,  he jubilado el pulverizador y lo que hago es, si tengo algo previamente planeado como ahora, vestirme para la ocasión y ponerme ropa de la que no me importe desprenderme, y si no, porque muchas veces te surgen cosillas así de repente, pues nada tiro por la calle de en medio y lo que se estropee lo tiro y punto, no hay más. De todas formas y para cubrir todas estas posibles eventualidades, siempre llevo ropa de quita y pon en el coche.

Lo que si hago siempre es llevar guantes. Esos guantes de látex de usar y tirar que se gastan los inspectores de aduana cuando tienen que hacer registros de cavidades corporales. Y no es solo por lo de las huellas y tal, es que resulta que entre octubre y abril se me seca la piel de los dedos tal manera, que se me abren unas grietas pequeñitas que van desde la yema hasta casi debajo de la uña y que exponen la carne viva a los elementos. Pueden llegar a ser muy dolorosas y a veces tardan mucho en cerrarse, incluso meses. No me pasaba de pequeño, supongo que la piel pierde elasticidad con la edad y se deshidrata y cuartea más fácilmente con los rigores invernales.

El mundo es un lugar muy distinto cuando se tienen heriditas en los dedos, hay que pensárselo dos veces antes de agarrar algún objeto, porque la más mínima presión sobre las pupas le hace a uno ver las estrellas. La cocina se convierte en una verdadera sala de torturas, simplemente mojarse las manos es ya un tormento, luego hacer un zumo de naranja o poner una pizquita de sal…, ni te cuento…, un puto calvario… Aunque también es verdad que, tal y como nos decían de pequeñitos, ‘todo lo que escuece cura’, ¿no es cierto? Y tanto el cloruro sódico como el acido cítrico, por mucho que duelan al contacto, tienen efectos beneficiosos sobre las lesiones de la piel que están sobradamente demostrados. Por un lado la sal acelera la cicatrización, por eso cuando castran animales les embadurnan de sal el tajo, para que se les cierre más rápido, y por otro el zumo de naranja es un desinfectante y astringente natural que mata a las bacterias oportunistas y que promueve la curación. Así que le queda a uno el consuelo de saber que aunque prepararse la cena sea un vía crucis, por lo menos está evitando que se le infecten las sajaduras de los dedos. 

De todos modos cuando el problema es verdaderamente grande, y ya fuera de la cocina, es cuando exponemos esos cortecitos, por pequeños que parezcan, a la sangre y/o humores de otro ser humano, porque les estamos tendiendo una alfombra roja de bienvenida a los agentes infecciosos. Sabe dios las patologías que la gente puede albergar en la saliva, en el semen…, hasta en la mismísima leche materna. Sí señor, la leche que le sale de las tetas a la madre de uno, esa primigenia institución de la salud y del sustento, tan sagrada e inviolable que, con uno de los vilipendios más retorcidos que quepa encontrarse en lengua alguna, nos cagamos en ella cuando le cogemos ojeriza a alguien. Pues esa leche presenta unas concentraciones del virus del sida, en las mujeres que son VIH-positivas, tan altas como las de la sangre, así que fíjate tú. ¿Y la orina? El sida desde luego no lo transmite, porque aunque puede llevar el virus siempre es en muy pequeñas cantidades y creo que ni se conocen casos de contagios, ahora otras cositas…, ya no lo sé, así que por si acaso hay que andar con cuidado. De todos modos si no recuerdo mal en  ‘El señor de las moscas’, a uno le meaban en una herida para desinfectársela, así que sospecho que en el fondo el pis no debe de ser tan malo, pero ya digo, no soy ningún facultativo. En cuanto a las lágrimas, pues más o menos igual que los meados, cierta cautela pero oye al fin y al cabo no son más que agua con sal, ¿no? Vamos, que todos hemos catado las lágrimas de alguien cuando les hemos besado para consolarles en pleno llanto y aquí estamos… Nada, para mí que lo único que transmiten las lágrimas son emociones… ¿Y los coños? Pues también son muy peligrosos. Las secreciones vaginales van bien cargaditas de VIH y pueden transmitirlo fácilmente, así como otros muchos arrechuchos, no tan nefastos pero ni mucho menos agradables. Hombre, es verdad que el sida ya no es la sentencia de muerte  que un día fue y que hoy en día y con el tratamiento adecuado, los infectados viven su vida alegremente y como si no tuvieran más que un catarrito, –en el mundo occidental por supuesto, porque en los países en vías de desarrollo siguen cayendo como moscas– aunque aun así y puestos a elegir yo, qué quieres que te diga, sigo prefiriendo un catarrito.  En cualquier caso, tampoco conviene quedarse con una idea negativa de los coños, que no son la cueva de Alí Babá de las enfermedades contagiosas, ni mucho menos; hombre, es verdad que la vagina está diseñada para ‘recibir’ y claro, el que se mete en casa ajena sin tomar precauciones pues se expone a lo que haya… Pero hay que romper una lanza en favor de los coños, porque aparte de lo que puedan transmitir, –que no lo transmiten ellos como entidad física sino los fluidos infectados que por allí discurran, como en cualquier otra parte del cuerpo– debemos considerar que son un sancta sanctorum de pulcritud y pureza, que un chumino normal y bien cuidado, tiene montada una barrera inmunológica de no te menees, con unos flujos vaginales que paran en seco a casi cualquier germen indocumentado que se acerque por allí con su patera. Vamos, es que… Es que casi…, hasta se podrían desinfectar quirófanos con los flujos vaginales de una tía fuerte y sanota oye…, fíjate lo que te digo…,  pues anda que no le he metido yo los dedos con padrastros a unas cuantas…, y recuerdo haber sentido ese escozor característico de la acción desinfectante… Hombre, es claro que hoy en día con la cantidad de afecciones que hay por ahí, que nos obligan prácticamente a follar con gabardina, no es una práctica que le recomendaría yo a nadie. De todas las maneras, con esto y con todo, qué no quepa duda de que los coños son cojonudos, y mira que yo siempre lo he dicho… Hombre por dios, los coños son una maravilla, son un milagro de la naturaleza, un regalo de los dioses…, no solo por su hermosura o porque igual te sirvan para el gozo y la parranda  que para fabricar churumbeles, es que a falta de mercromina, tiene uno un buen coño a mano –fiable, saludable y frondoso, sin virus, ni honguitos, ni leches de esas–  y es como si tuviera uno una casa de socorro ambulante… Y es que al fin y al cabo, no hay más que pensarlo un poquito, ¿cuál es el lugar más seguro, más acogedor, más protegido del mundo? Pues claro, exactamente…: el coño de la madre de uno. 

Lo cierto es que no tenemos certeza ninguna de con quién ha estado nadie en contacto previamente, a lo mejor esta chica está más sana que todas las cosas… Pinta de estar sana la tiene desde luego, porque está buenísima, pero oye… ¿Quién sabe? Ante la duda siempre hay que extremar las medidas profilácticas, porque igual te pega la hepatitis B una yonqui del oficio que coges la  gripe aviar follándote una gallina.

Precisamente esta muchacha a la que ahora mismo espero, que es dependienta de la sección de cosméticos de Marks & Spencer, me habló de ‘Neutrogena’ y me contó  que era el mejor producto para esto –y qué razón tenía–. Es una de  las cremas más caras del mercado, pero vale la pena porque a diferencia de muchas otras, esta funciona de verdad. Además me dijo que había una oferta y me llevé tres tubos por el precio de dos. Vamos a ver, me da igual lo que valga, pero me salió todo por menos de nueve libras. Una chica muy puesta en lo suyo y sobre todo preciosísima… Es que las empleadas de la sección de cosméticos son mi perdición. Yo no sé qué tienen ¿Qué le voy a hacer? Con esos uniformes que llevan… Esas faldas tan apretadas, con su raja; esas blusas que perversamente sugieren la textura de los encajes del sostén; la atención al maquillaje, el pelo, las uñas…

Se oyen las llaves en la puerta…, ¡ya está en casa!

Oigo su sensual taconeado por el piso de madera. Va directamente al baño, a mear. Escucho ese sonido característico de meada de mujer, porque el hombre y la mujer no mean igual, no señor: la mujer mea a inyección y con efecto atomizador o de espray, mientras que el hombre mea un vulgar chorro. Si se pone uno a pensarlo tiene su lógica, la meada femenina sale con mayor fuerza porque la vejiga de la mujer está mucho más próxima a la uretra que la del hombre, nosotros la tenemos más arriba y además el pene actúa como manguera, así que cuando un tío está meando, está obligando al pipí a pasar a través de un meandro de noventa grados que inevitablemente le resta potencia. Estoy pensando, qué infantilidad más tonta, que la palabra meandro siempre me ha recordado a la palabra meando y ahora, sin siquiera intentarlo, he utilizado  las dos  en la misma frase…

 Me pone cachondo oírle mear y oír como se limpia con el papel, ni tira de la cadena ni se lava las manos…, guarra…, como a mí me gustan. Viene directa a la habitación a cambiarse, se debe estar quitando los pendientes o cosa por el estilo porque está dándose pequeños paseos entre la cómoda y la mesilla de noche y escucho una miríada de ruiditos como de pequeños objetos, manipulados y depositados por aquí y por allá. En su ir y venir reconozco perfectamente ese sonido tan insinuante, esa fricción, ese ‘ris-rás’  del tejido del panty rozándose en la cara interior de sus muslos. Son todos sonidos opacos, destinados a perderse sin ser escuchados, sonidos domésticos de quien se cree sola, sonidos que conforman la banda sonora de su intimidad… Pero hay un silencio atronador que está a punto de acallarlos…

Se sienta en la cama, está cansada, se quita los zapatos y se baja las medias cuidadosamente, pierna por pierna, se las saca y se pone de pie. En este momento y con cuidado para no hacerme daño al darme la vuelta, porque estoy empalmado, la cojo de las pantorrillas y la tiro al suelo.

Mucha depilación a la cera, mucho perfume francés y mucha ropa interior de marca pero luego tiene el frigorífico vacío. He tenido que cenarme unas sobras de comida china para llevar que me he encontrado en la nevera, una especie de guiso de cerdo que no estaba mal del todo y un arroz tres delicias con poquísimas gambas, una de dos, o los chinos escatiman los crustáceos o esta tía se las ha ido comiendo y dejándose el resto de ‘delicias’, lo cual, dicho sea de paso, es una práctica que me revienta, ¿por qué coño no se puede comer la gente la comida normalmente sin ir picando así? Hay que comérselo todo ¡Copón! Como decía mi abuelo: ¡Qué poquita hambre han pasado algunos!

Cuando me da por hacer estas cosas me gusta relajarme y  pernoctar en casa de la gente si me es posible. Es curioso cómo se les puede llegar a conocer por cómo viven y qué tienen. Si lo piensa uno bien no son más víctimas de mi depredación que de sus vidas, gente encadenada a un trabajo, a una rutina, a una relación, a una hipoteca… A veces pienso si no le sería una liberación a más de uno, o de una, que de repente se acabase todo así por las buenas y no tuviera que preocuparse nunca más de nada. Víctima… Sí, curiosa palabra, viene del latín, los romanos la aplicaban a los animales grandes que sacrificaban en actos religiosos: bueyes, caballos o toros, mientras que para animales pequeños, que también los inmolaban, usaban otra palabra: ‘hostia’, las palomas y los corderitos, por ejemplo, eran la ‘hostia’…

En la casa de al lado tienen niños y han estado dando el coñazo hasta las tantas. Qué paciencia tienen que tener los padres. La niña, que por lo que he oído no debe tener  más de doce años, les ha llamado de todo. Yo es que tengo una hija y me habla así, con esa chulería y no sé lo que hago…

 2

Geografía de mis adentros

Llevo ya un rato medio despierto, mirando al techo y preguntándome si es posible no pensar en nada. De repente suena la  alarma del móvil, son las seis y media, en este país ahora en junio, a eso de las cuatro y pico de la mañana ya es de día. No se puede no pensar en nada, siempre pienso en algo, aunque no me dé cuenta, o quizá pienso en que no pienso y eso ya es pensar. Me es imposible poner la mente completamente en blanco, al menos mientras estoy consciente y en plenitud de condiciones, siempre estoy dándole vueltas a algo, aunque sea involuntariamente y  sea lo que sea lo que esté pensando, no tiene por qué estar relacionado con lo que esté haciendo, cuando conduzco, por ejemplo, nunca pienso en el hecho de que esté conduciendo… En fin, pongo la alarma del móvil en off para evitar que suene otra vez y me tiro un pedo, si no la apago sigue dale que te pego cada diez minutos como una ‘mosca cojonera’,hace poco en otra casa en la que también acabé pasando la noche, dejé el móvil en el dormitorio y me fui a la ducha y como yo no lo oía se puso a sonar y a sonar sin parar, qué temeridad, mira que si lo oye un vecino o algo…, pero no. También es verdad que yo soy muy discreto y muy cuidadoso y nunca me meto en un sitio si no tengo la completa seguridad de que voy a poder salir sin problemas, pero es inevitable encontrarse a veces algún imponderable… A menudo me quedo así como ahora, absorto en mis pensamientos, inmerso por completo en ellos y casi alelado, alguna vez  incluso llego a articular vagamente embriones de palabras que se me quedan en la punta de la lengua, a falta tan solo de un soplito de voz para materializarse. En ocasiones tengo a alguien delante y estoy tan ensimismado en mis cosas, que no lo veo…, es como si pudiera atravesarlo con la mirada y ver el espacio que hay detrás…, los átomos…, el universo…

¿Dónde estoy? Me desconcierta esto de despertarme en una cama ajena… ¿Y quién es esa…? ¡Puf! Sí…, sí…, ahora recuerdo… Es curioso…, aunque me haya acostado con alguien, siempre termino despertándome yo solo… Pobrecilla, es una monería de chavala…, bueno, era. Se le vería un perfil muy bonito desde aquí si no tuviera el cuello roto y la cabeza colgando…

Después de sonar la alarma siempre me quedo en la cama un ratito más mientras me voy despertando, no me gusta levantarme inmediatamente, me gusta permanecer tumbado e inmóvil durante unos minutos, simplemente meditando o disfrutando de una última cabezada antes de espabilarme por completo. Me encantan esos sueños tan cortitos que tenemos a veces cuando andamos flotando por esa zona fronteriza entre la modorra y la vigilia, son micro sueños que no duran más que unos segundos pero que cuando los estás viviendo parecen mucho más largos y elaborados. Muchas veces estoy leyendo en la cama y me deslizo sin poder evitarlo hacia un micro sueño y a los pocos segundos me despierto confuso e intento reincorporarme al libro pero no encuentro por donde iba y vuelvo a caer una y otra vez hasta que termino por tirar la toalla, cierro el libro, apago la luz, me doy la vuelta y me duermo.

Aun estando mentalmente alerta, mi cuerpo continúa dormido durante otro cuarto de hora, por eso preciso tomar una ducha inmediatamente después de levantarme. No sé cómo puede haber gente que no se duche por la mañana, la ducha me termina de despertar, además si no me ducho me siento sucio y grasiento durante todo el día, especialmente si hace frío.

Miro por la ventana y veo que está lloviendo a cántaros, menudo día de perros, a veces odio este país, cualquier día me da la ventolera y me voy tan lejos como pueda, a Costa Rica por ejemplo, que es el país más rico y civilizado de centro América, un paraíso por lo que he oído.

Desayuno de pie en una esquinita, porque esta chica tiene la cocina patas arriba y con una cantidad de suciedad que es increíble, ¿cómo puede vivir la gente de esta manera? Con lo pulcras que tienen las calles, y los jardines… Cuando se trata de mantener la casa ordenada y limpia,  los ingleses son dejados–tirando a guarros. ¡Por dios!

Una tostada con mantequilla y miel. Tiene que ser mantequilla, odio la margarina,  no solamente no me gusta su sabor sino que además me disgusta la falta de honestidad de sus fabricantes, siempre se aseguran de mostrar el dibujito de un girasol bien grande, para hacer pensar al comprador que ese es el origen de todo el aceite utilizado… Pero no, si examinas la lista de ingredientes verás que generalmente nunca más de un treinta por ciento es de girasol, el resto son aceites vegetales a secas. Claro, a todos nos suena muy sano eso de ‘aceites vegetales’, el problema es que nunca especifican de qué aceites vegetales se trata porque no les interesa que lo sepamos. Cuando dicen ‘aceites vegetales’ sin más,  podemos estar seguros de que  se refieren al aceite de palma, el más barato y el peor, tiene tantas grasas saturadas como la mantequilla o más. Así que si voy a aumentar mi colesterol que sea a gusto, comiendo mantequilla, que está bien rica y no las porquerías esas de laboratorio.

Necesito desesperadamente un corte de pelo, pero me da mucha pereza, no me gusta sentarme durante tanto tiempo en una butaca, en manos de algún extraño, haciendo conversación intrascendente y teniendo que soportar ver mi cara en el espejo, con esos ojos mirándome fijamente durante minutos interminables. Odio los pelos, esos pelitos minúsculos que son como pequeños aguijones y que se quedan incrustados en el cuello de la ropa. Son tantos y se embeben de tal manera que es imposible deshacerse completamente de ellos. Es como llevar un trigal recién segado alrededor del cogote. Tanto es así que hace ya tiempo tomé la determinación de ir siempre a cortarme el pelo con una camiseta vieja y en cuanto llego a casa  me la quito y la tiro sin contemplaciones. Siempre voy a una peluquería que está aquí al lado, a menos de cinco minutos andando y no es porque no me guste andar o porque me encante su servicio, es simplemente porque no soporto los picores. Vuelvo a casa a toda velocidad, con el cuello estirado como un gallo y sin osar girar la cabeza un solo grado, para evitar, en la medida de lo posible, que me rasquen o que se me esparzan por la nuca. Me meto en la ducha, donde permanezco no menos de quince minutos y froto y restriego hasta que elimino completamente la amenaza.

No me importa sudar en verano, vamos no es que me guste pero lo soporto sin problemas, pero odio sudar  en invierno. Ese contraste de temperatura entre el cuerpo caliente y húmedo y un  exterior gélido me es insufrible. Lo peor es cuando vengo de la calle y entro en un ambiente caldeado con ropas de abrigo, enseguida noto como se empiezan a empapar de sudor y se me pegan a la piel… ¡Uf! No quiero ni pensarlo… Recuerdo, de pequeño, como corría al colegio por la mañana cuando se me hacía tarde, envuelto como iba en ropa  con camiseta, camisa, jersey de lana, abrigo y bufanda; llegaba chorreando de sudor y el impacto térmico al entrar en la clase era terrible, todo me molestaba, pero no podía desembarazarme de todas aquellas capas de ropa como habría deseado, era una sensación de disconformidad dentro de mi propia piel que me martirizaba. En esos momentos solo una ducha podía haberme hecho sentir mejor, lamentablemente en el colegio no había opción de ducharse y estaba obligado a pasarme el día padeciendo el roce constante del cuello húmedo de la camisa alrededor del pescuezo. Hoy en día tengo muchísimo más control sobre mi vida y el ambiente en el que me muevo, ya no llevo jerséis de lana y aquella pesadilla ha terminado. Cuando pienso en la gente del pasado que no tenía duchas, que no tenía agua caliente, que ni siquiera tenía agua en sus casas…, es que me estremezco, yo no habría podido vivir así. Todas las mañanas a eso de las diez necesito siempre un lavado de cara con jabón porque, especialmente si me he levantado pronto, me siento la cara grasienta y se me hace intolerable. Detesto los jerséis, especialmente los de cuello vuelto, también conocidos como de ‘cuello de cisne’, aunque nosotros los llamábamos ‘niquis’. Qué diseño tan absurdo y tan invasivo, qué agobio de prenda… Y es que el cuello es mi talón de Aquiles, no puedo soportar cuellos ajustados o prendas que tan siquiera lo rocen, no soporto las corbatas, ni la sensación del cuello de la camisa cerrado alrededor del mío, necesito siempre llevar ropa amplia alrededor del cuello. El día que cayeron en desdicha los calzoncillos tradicionales, fue una liberación para mí y sobre todo para mis cojones y los de muchos otros hombres que se sentían embutidos en ellos. Los ‘braslips’  aquellos, los de la ‘y griega’ invertida al frente para sacársela, eran incomodísimos. ¡Qué emancipación de las gónadas cuando se popularizaron los bóxers!

Hay algunos días en los que he tenido pocas horas de sueño y mi cuerpo está especialmente intolerante, he notado que si duermo menos de cinco horas lo paso fatal al día siguiente, se me pone un sabor de boca repugnante y la lengua como que se entumece, me huele todo a caucho quemado y se me sensibiliza la piel de modo que no aguanto ni un pequeño roce. Además, cuando estoy mal dormido siento como si mi temperatura corporal subiera, nunca me he puesto un termómetro para comprobarlo,  pero es lo que siento. ¿Podría ser que el cansancio acumulado y la falta de sueño incrementasen nuestra temperatura? No lo sé, quizá sean solamente percepciones mías. Lo que está claro, de todos modos, es que nuestra temperatura corporal es una cosa muy delicada y muy principal, hasta el punto de que una variación de unos pocos grados puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte, por eso nuestro organismo se preocupa de termo–regularnos tan eficazmente, por eso también llevamos los huevos colgando fuera del cuerpo, para mantenerlos frescos, porque los cojones trabajan mejor y más eficientemente a un par de grados menos que el resto del cuerpo.

Pongo la tele, no hay nada más que bazofia, es cierto que aquí en Inglaterra la televisión es mucho mejor que en España, cien veces mejor, mil veces, cien mil veces, cien mil millones de veces… Dónde va a parar… Pero a estas horas no ponen más que mierda para jubilados, parados  y amas de casa.

Me da no sé qué, podría haberle confesado mi amor incondicional a la chica esta cuando me estaba vendiendo las cremas y haberle invitado a cenar o incluso haberle propuesto que me acompañase a los servicios de Marks & Spencer…, a lo mejor habría aceptado y ahora no estaría yo pegándole fuego a sus cortinas…

3

De Madrid al cielo

Tengo detrás de mí a alguien que me está dando la comida, está haciendo un ruido insoportable al comer, ese ruido que hacen algunos al masticar con la boca abierta. Comer así es de cerdos, de hecho es el mismo sonido que producen los cerdos al mascar. Me levanto para ir al lavabo e identifico al malhadado. Es una vieja de por lo menos noventa años que mastica con la laboriosidad de un rumiante. Observo que lleva collar y pendientes de perlas como los de Doña Carmen Polo y se me nubla la vista con violentas visiones de lo que le haría. Vuelvo del baño y me tengo que sentar de inmediato porque pierdo el pie del asco que me da, no ya solamente oírla, sino ahora además verla. Oigo, con dolorosa claridad, todos y cada uno de los ruidos que conforman el horroroso orfeón de su boca: la mal adherida dentadura postiza, chasca que te chasca al levantarse de su lecho con cada mordida, el líquido maniobrar de la lengua, constantemente en busca de piltrafas elusivas y esa laboriosa respiración a través de la boca llena… Porque esa es otra, por si fuera poco, esa enorme nariz que luce sobre el labio, con todo lo desproporcionadamente grande que es, parece no servirle de nada, debe tenerla completamente bloqueada porque tiene las fauces trabajando a destajo, alternando trabajosamente, a través del mismo orificio, respiración con masticado. Esto me trae a la mente al ornitorrinco, por la curiosidad de que este animal también lleva a cabo dos de sus funciones vitales a través de un mismo agujero. Monotrema, que es el orden al que pertenece el bicho, viene del griego mono: uno y trema: orificio. Tiene una cloaca entre las patas traseras en la que desembocan tanto los órganos reproductores como los excretores, por lo que la usan igual para cagar y mear que para follar y luego poner huevos. Por consiguiente machos y hembras son absolutamente  iguales en apariencia, eso sí, cuando al macho se le pone a tiro una hembra se saca un ‘cipotillo’  desde dentro de su cloaca y se lo inserta a ella en la suya, que evidentemente,  como hembra, no tiene ‘cipotillo’. Ahora bien, esta morfología tan peculiar, digo yo que debe invitar a estos bichos a hacer mariconadas de una manera bárbara porque, ¿cómo sabe uno a quién se la está metiendo si por fuera son todos iguales? ¿O no?

Estos bares de menú de barrio se llenan siempre de viudas hartas de calentarse media lata de fabada para el almuerzo y la otra media para la cena. Con esas perlas que lleva seguro que tiene en casa un colchón lleno de billetes y yo no tengo planes para esta tarde, así  que tengo unas cuantas horas que matar.

Trato en vano de continuar con la comida porque esa puerca me ha quitado el apetito, aparto el filete y pido un capuchino. El camarero me mira como si le hubiera pedido el brazo incorrupto de San Vicente mártir. Se me olvida que estoy en Madrid y aquí nadie sabe lo que es un capuchino, la mayoría de los camareros admiten la derrota  y  preguntan  que  qué es  eso  y  si  les  explicas  como se hace te lo hacen, –tampoco hay que ir a Salamanca para poner un capuchino – de vez en cuando te encuentras algún aventurado que tira ‘palante’ y lo intenta, aunque no tenga ni puta idea, pero le apetece innovar y, qué coño, a veces hasta les sale bien.  Una vez, un tipo de estos me trajo un café en vaso con nata montada, le dije que muchas gracias, que estaba cojonudo su invento pero que aquello no era un capuchino, me dijo que sí y casi discutimos y es que hay una chulería y una bravuconería entre los madrileños que espanta, de ahí les vendrá lo de los chulos y las chulapas y toda la gilipollez esa del chotis y su puta madre. Los madrileños son cabezotas y orgullosos y no se equivocan nunca, no me gusta ese estilo… No me gusta Madrid ¡Qué leches! Está lleno de paletos destripaterrones. ¿Qué se habrán pensado estos patanes? Pero si hace cuatro días estaban todos en su pueblo cuidando ovejas. Ya decía Galdós, y con qué razón,  que Madrid no era más que un ‘poblachón manchego’. En España no hay clases sociales, solo poderes adquisitivos, pero es en Madrid donde más se nota, la única diferencia entre una frutera de Moratalaz y una pija de La Moraleja es adónde van de vacaciones, por lo demás las dos consumen la misma mierda de televisión, las dos han leído no más de dos coma siete libros en su vida, las dos se afeitan el coño a la misma usanza, y las dos tienen como máxima aspiración ser famosas, casarse con un futbolista y salir en ‘Lecturas’.

Me bebo el café sin muchas ganas y salgo tras la vieja. Es tedioso seguir a alguien que anda con bastón y que encima no tiene prisa ninguna. ¿Y para qué va a tener prisa, si no tendrá nada que hacer? Probablemente este paseíto de vuelta, despacito, haciendo la digestión, sea su momento álgido del día. Arrastrando los pies, mirándose en los escaparates, cambiándose el bastón de mano cada dos pasos, parando para escuchar una voz imaginaria y volviendo torpemente la cabeza, buscando en vano el rostro de ese familiar perdido o de esa amiga de la infancia que ha creído oír…  Pero detrás no hay nadie; solo yo. Finalmente llega a su casa, es un edificio de principios del siglo XX y no tiene ascensor. Al entrar en el portal, el olor a viudedad me da un bofetón que por poco me tumba, es una mezcla inconfundible de tufillo de bata de guata con trazas de repollo hervido y el aroma de Heno de Pravia… Cierro la boca y hago un esfuerzo consciente por respirar solo por la nariz. La veo negociando incapazmente los primeros escalones y decido ayudarla porque si no, veo que acabo haciendo noche aquí. Y se pone tan contenta, pobre mujer, si ella supiera… En el breve recorrido entre el portal y el descansillo de su segundo izquierda me cuenta su vida, la de su marido, la de su hija y hasta la de su nieto… Cuanta tragedia… En llegándonos a la puerta de su piso me siento como si la conociera ya de toda la vida. Me  invita a pasar a tomar un café y la confianza con la que me abre la puerta de su casa me parte el corazón. Muy sola tiene que estar para invitar a entrar así a un perfecto desconocido. ¡Qué mundo este en el que vivimos…! Una gigantesca colmena donde millones de seres humanos intercambian, todos los días, millones de ideas, palabras y productos; donde el ciudadano medio cuenta sus amistades en Facebook por cientos…Y aun así, somos la sociedad que más soledad ha generado en toda la historia. Una vieja que vive sola, ¿cómo puede ser tan imprudente y dejarme entrar así por las buenas en su casa? Sin conocerme de nada, con todos los desaprensivos que hay por ahí. Es curioso ver que con lo desconfiados que son los españoles, luego a la vez resulten ser tan tontos en lo que se refiere a su propia vulnerabilidad. Tanta suspicacia, tantos barrotes en las ventanas  y a la vez esa ingenuidad tan absurda. Se creen inmortales, se piensan  que están a salvo de cualquier peligro y que ‘eso’ a ellos no les puede pasar nunca. Es inaudito. España es el país del ‘no pasa nada’. Estamos por encima de  advertencia o precaución alguna que nos resulte inconveniente y no solo la tildamos de innecesaria, sino que además vamos y nos reímos de la candidez de los que se la toman en serio. En Inglaterra basta con anunciar la presencia de radares a lo largo de la carretera para que los conductores se moderen, en España si no vemos una autoridad uniformada al acecho y con el sable entre los dientes, nos ponemos todos a conducir borrachos y a doscientos… ¿Qué nos confiere esta extraña seguridad? ¿Será la cantidad de vírgenes, santos y ‘jesuses’  que campan por nuestra geografía? ¿Nos sentimos permanentemente asistidos desde arriba? ¿Por qué solemos tirar siempre por la calle de en medio sin más consideraciones? No lo sé, el caso es que  no paro de oír la expresión  ‘no pasa nada’ doquiera que voy por esta nuestra piel de toro. ‘No pasa nada’ por fumar en presencia de niños o mujeres embarazadas, de hecho ‘no pasa nada’ por fumar –siempre se cita el ejemplo del padre de alguien que murió a los noventa y tantos y se fumaba dos cajetillas diarias–. ‘No pasa nada’ por  echar un polvo sin condón, ‘no pasa nada’ por tomar el sol sin protección, ‘no pasa nada’ por llevar al niño en el coche sin el asiento de seguridad correspondiente, ‘no pasa nada’ por tomarse un par de cervezas antes de conducir, ‘no pasa nada’ por no ponerse el cinturón de seguridad, ‘no  pasa nada’, ‘no pasa nada’… Hasta que pasa. Y siempre pasa. Por supuesto que pasa… No habría pasado nada si el yerno de esta señora no se hubiese tomado tres botellines, un whisky y un sol y sombra, porque no habría intentado un adelantamiento tan innecesario y tan descabellado. No habría pasado nada si su nieto hubiese ido sentado en la correspondiente sillita, porque  no habría salido despedido con el impacto y no le habría partido el cráneo a su padre con su cabecita. Habrían llegado ese domingo a visitarla, como tantos otros, y la criaturita habría corrido a darle un beso porque su cuerpecito no habría terminado descoyuntado en el asiento de atrás del coche con el que colisionaron. No habría pasado absolutamente nada. Pero vaya que pasó. Una tragedia griega. Su hija fue la única superviviente, ¿y para qué? Llegó a enterarse de la muerte de su marido y de su hijo y después de llevarse el disgusto entró en un coma en el que lleva ya más de veinte años.

Al final en lugar de matarla le desatranco la pila y le lavo los platos, ¿qué derecho tengo yo a matarla si no le han matado ya todas estas vicisitudes? Que siga muchos años mascando cómo le dé la gana, que bastante ha sufrido para ganárselo.

Se sienta en la mecedora y continúa contándome batallitas y batallitas, al rato se calla y me pienso que se ha quedado dormida, pero es que la pobre se ha muerto. A ver si es que a pesar de su destreza para respirar y comer a la vez, le ha costado más trabajo compaginar la respiración con el habla y se ha asfixiado. Su día era hoy, estaba escrito, parece ser que fuera como fuese, estaba destinada a morirse hoy.

Se ve que aunque no mate a nadie traigo la muerte conmigo, soy un poco como el tío de la guadaña que jugaba al ajedrez con Max Von Sydow.

Geografía de mis adentros
 

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus