Mi Alma fantasma.

Silvia y Pepa.

I.- La vida de Pepa:

Si existe infierno en la tierra, cabe encontrarlo en el corazón de alguien triste. (1.)

Aún no ha amanecido, es una noche fría, muy fría, en el exterior las gotas de rocío se han convertido en cristales de hielo depositándose encima de  coches y tejados cubriéndoles de un manto lechoso. Las ramas secas de los arbustos y plantas también han recibido el depósito de la blanca envoltura de la noche, componiendo un paisaje de aspecto fantasmagórico. Casi todo está cubierto por la escarcha de esta heladora noche de Otoño.

Pepa todavía descansa, viéndola dormida cualquiera pensará que está soñando algo alegre, la expresión de su rostro así lo indica, tiene marcada esa media sonrisa que siempre la ha caracterizado, a veces gesticula como si estuviese hablando con alguien, o mueve sus manos expresivamente en similitud a si mantuviera una conversación.

Apoyada en la mesilla de noche y orientada hacia la cama, hay una fotografía de Silvia, al despertase y abrir los ojos, la primera imagen que se fija  en la retina de Pepa es precisamente ese retrato. Una efigie preciosa de su amada, con aquella mirada viva, la melena rojiza cayendo alrededor del rostro y una sonrisa espectacular mostraba emocionada su gozo ante Pepa, al tiempo que anunciaba una sensación de dicha difícil de describir.

Con esta expresión contemplaba a Pepa ensimismada muchas veces,  la mirada inocente y embobada fija en el rostro de su  novia, Pepa siempre le decía:

“No me mires así” Ella le contestaba:

¿Cómo te miro?  Pepa respondía sonriendo, no sabía describirlo de otra forma  y decía: -“¡Así!”

Esa expresión de la mirada de Silvia está como diciendo “¡Te adoro amor mío!”.

Al despertarse y abrir los ojos lo primero que ve Pepa es la mirada y la sonrisa de Silvia en ese retrato, siempre le dice la misma frase:

¡Buenos días, Pelirroja!

Los sueños mantienen a Pepa con vida, sueña con Silvia todas las noches, sabe que nunca la volverá a ver, pero que esté presente en su descanso hace que la vida diaria sea algo más llevadera.

– ¿Sabes? Todas las mañanas me despierto con la sensación de haber hablado contigo toda la noche, es imposible claro, a menos que seas un fantasma. Se detiene un instante. – ¿Lo eres? Ahora dirige su mirada al retrato que toma entre sus manos

Me encanta poder  hablar contigo aunque sea soñando.

Pepa sueña constantemente con Silvia, eso explica la expresión jovial mientras descansa,  hoy por la mañana se levanta inmensamente animada después de mantener en sueños conversaciones, encuentros, paseos y recuerdos con el amor de su vida, para Pepa es lo más importante de su existencia, aunque hubiese estado  llorando durante horas la noche anterior.

Siempre me sentiré agraciada por tenerte en mi vida. Han pasado años y aún sigo sintiendo lo mismo que la primera vez que estuvimos juntas. ¡Sigo estando muy enamorada de ti! Puedo no ser perfecta, pero sé que mi amor por ti llena esas imperfecciones. Gracias por seguir conmigo. Gracias por el amor y el cuidado que me entregabas. Estoy deseando que pasen los meses, años y llegar a la eternidad, para  estar contigo siempre.

Cuando entra al dormitorio,  se detiene a observar aquella cama de casi dos metros tapada con la  colcha de seda que compró Silvia en un viaje a la India, Pepa no quiere recordar  porque es un sufrimiento y una tortura. Tantas veces que exteriorizaban el amor mutuo y se besaban  antes de dormirse. Cuantas veces se fundieron en un abrazo eterno y permanecían así toda la noche,  en una palabra se amaban más  allá de lo humanamente comprensible.

En la mesilla está esa fotografía de Silvia sonriendo, con la expresión inocente, que mira Pepa al  despertarse. Hay varias  de ellas repartidas por toda la  vivienda, todas diferentes, cada una  muestra una faceta distinta del rostro y de las variadas formas expresivas de la sonrisa de Silvia, Pepa las fue colocando estratégicamente para sentir su presencia en toda la casa y poder verla siempre que alzase la mirada en cualquier rincón de aquel cálido hogar.

Silvia se le hace presente en todos los  rincones de aquel piso, es el hogar donde ambas vivieron, llora su ausencia, añora sus caricias y el sentirse amada. Ahora solo siente un gran vacío,  perdió lo que más quiso en el mundo, el amor de su vida, Silvia.

– Los sueños que tengo me parecen  casi reales, hoy tengo la sensación de  haberte amado, ¡Como cuando nos pilló tu padre en la cabaña! Que enamorada estaba, que enamorada te sentía, qué bello es estar así de  seducida, y ¿Sabes una cosa? sigo sintiendo por ti la misma sensación todos los días, estás en mi pensamiento y en mi corazón, como si nunca te hubieras ido. Te siento a mi lado en cada momento, debo de estar loca porque, después de tanto tiempo,  mis sensaciones deberían estar asentadas, pero es completamente diferente, me siento más enamorada que nunca. Mi día a día está lleno de recuerdos de ti. Cada mañana es como si fuera la primera vez que me enamoro.

Al acostarse cada noche el llanto le impide conciliar el sueño, el recuerdo de Silvia muriendo en sus brazos es algo que le resulta terriblemente penoso. Anoche se levantó, se vistió  y se fue de casa, no soporta esa tortura. Condujo por la ciudad, no lleva un rumbo determinado, mientras circula sin sentido escucha en la radio del coche la canción  de Jon Secada, “Otro día mas sin verte” en su alma algo se desgarra. Con los ojos empapados de lágrimas y gimiendo de dolor, recala en aquel callejón en el que, una noche tumbadas encima del capó del automóvil, Silvia le enseñó como contemplar las estrellas en la ciudad. Por muy negro que veas el cielo, las estrellas siempre están encima… solo hay que saber dónde mirarlas… Le dijo Silvia la primera vez que compartieron aquella escena, esa frase permanece gravada para siempre en su recuerdo. Pepa repite la misma acción sola, esta vez Silvia  no está a su lado encima del coche  como lo estuvo entonces. Durante el tiempo que permanece en aquel lugar  Pepa evoca  continuamente los momentos felices  que pasaron juntas, los recuerdos levantan su alicaída alma, evitando caer en el abatimiento.

– Es extraño estar enamorada de alguien  que no está,  quien ya no vive hace  sentir añoranza y dolor por la pérdida, ¡Es lo natural!, pero no siento añoranza, dolor sí, pero se dulcifica porque es como si estuvieras conmigo, que cuando me quito el maquillaje, creo notar tu mano sobre mi pelo, como el día del primer beso, que bailo contigo como el día antes de la boda, que entras temblando en la cama, como lo hacías  casi siempre.

Pepa es una de esas personas que nunca tuvo miedo a casi nada, era un sentimiento desconocido para ella, lo experimentó de forma lamentable el día de su boda al comprobar que  Silvia se desangraba después de recibir aquella bala asesina en el abdomen. Darse cuenta que la perdía para siempre le produjo una sensación que ella misma  expresó “tengo miedo de perder lo que más quiero en el mundo, tengo mucho miedo”. Silvia expiró en sus brazos, ambas vestidas con el traje nupcial completamente ensangrentado, a veces se repite esa escena en su recuerdo. El banquete de celebración de la boda se transformó en una enorme tragedia, cuando unos sicarios de la  mafia irrumpieron a tiro limpio, asesinando al amor de su vida y a tres de sus compañeros de la comisaría. El trauma producido y el dolor consecuente la dejaron inmovilizada durante semanas, fue incapaz de asistir al sepelio y al funeral. 

Aquella oscura  tarde transformó completamente la personalidad de Pepa. Dejó de ser una chica alocada, alegre, imprevisible y extraordinariamente espontánea. Su comportamiento comenzó a tener un aire más serio, se volvió muy severa, asumió algo del carácter de Silvia, su metodología en el trabajo, y se transformó en una persona completamente melancólica. De su interior surgió una emoción tan desconocida para ella como lo era el miedo y el odio. Odio que le pedía que fuese a buscar venganza. En su interior sabía  que ese era un sentimiento que la podía conducir  a realizar actos de los que luego se arrepentiría, pero su interior estaba pidiendo con fuerza hacer justicia, aunque ello le supusiera el fin de todo,  era algo que no le importaba en absoluto, no le quedaban  ganas de vivir, la pérdida de Silvia la dejó vacía, el presente será siempre doloroso y detestaba el encaminarse  al futuro con aquella pesada carga.

El Padre de Silvia y su propio hermano la colman de atenciones y afectividad, hasta los compañeros más cercanos la tratan con un gran cariño. Pero nada ni nadie puede llenar el gran vacío de su alma, ese espacio que dejó su amada.

D. Lorenzo, así llama Pepa a su suegro, comparte la vivienda con Pepa, ocupa el que era un cuarto de invitados. Antes de jubilarse habitaba en casa de  Mariano. Mariano es uno de los detectives de la comisaría, es íntimo amigo del hermano de Pepa desde hace mucho tiempo, prácticamente es como un miembro más de la familia. D. Lorenzo hoy, ya pensionista, hace como todos los de su categoría, va donde le sale de los santos cojones, como él apostillaba muchas veces. Le llegó el bien merecido retiro y consensuó con Pepa compartir  la casa de Silvia. Cuando el viejo comisario no está de viaje hacen una vida familiar muy corriente, pero entrañable, salen juntos a cenar y hablan del trabajo o de las cosas más triviales, comparten  los estados anímicos de ambos, el apoyo es mutuo en su nostalgia. D. Lorenzo viaja con frecuencia, tanto si es de placer como para visitar a la hermana de Silvia, Lola.

Cuando Pepa está sin compañía vaga por las estancias sin un propósito determinado, se deja llevar por los recuerdos y deambula sin ton ni son, a veces llora, escasamente ríe, lo que si hace es hablar sola continuamente, de esa forma pasa las pocas horas que está  despierta, cuando duerme es otra historia.

Buenos días Pelirroja.

Le dice todas las mañanas al despertar, dirigiéndose a la fotografía.

Hoy he vuelto sentir que estabas conmigo en la cama, que hemos dormido juntas, sentía tu calor y me abrazabas, hasta creí oler tu perfume. ¡Creo  que me  estoy volviendo loca, no puedo separarme de ti ni dos centímetros!

La pasión de amar no puede entenderla quien no la siente. (2.)

De pronto oye un susurro que pasa por su oído que la detiene un momento, es algo que le ocurre con frecuencia, pero no le da importancia. En los días de descanso laboral ésta conversación monologa dura casi todo el día, vive igual que cuando su amor  estaba presente, habla mirando los retratos de su mujer,  un comportamiento que le produce la sensación de tenerla cerca. Pepa habla a cualquiera de las fotografías de Silvia que tenga a su alrededor, como si tomase vida la imagen allí impresa.

Nunca he tenido un sufrimiento tan grande como el que desaparecieras de mi vida, todo este tiempo sin ti es lo más penoso que estoy padeciendo.  ¿Cómo puedo vivir así?  Nada me consuela, nada tiene significado, voy vagando sin rumbo, al perderte se acabó para mí todo interés por la vida.  Sin ti mi  amor, todo es oscuro, aunque luzca un Sol  imponente, falta el brillo que tú le dabas con tu mirada y tu sonrisa.

Silvia está tan presente en los pensamientos de Pepa que a veces le habla en voz alta, en otras ocasiones grita, siempre la misma pregunta:

– ¿Por qué te echaron de mi vida?

Camina por la casa con cierta desilusión, va de aquí para allá sin sentido y con gestos cercanos a los que pueda expresar cualquier persona desesperada.

– ¿Sabes? Todo lo que deseo es amarte el resto de mi vida.

Tú me has enseñado que se puede querer lo que no ves. Me levanto cada mañana pensando que estás  a mi lado y sabiendo que pase lo que pase, he de llegar a tus brazos algún día.

Estos monólogos son cotidianos mientras se prepara para acudir al trabajo, elige ropa y se va vistiendo. Una vez que está equipada y ha cargado en la mochila las cosas que le pueden ser necesarias durante el día como son sus herramientas de trabajo, arma, esposas, radio, cargadores, etc, sale de casa y emprende la carrera en dirección a la comisaría.

Hoy por la mañana tengo que salir muy temprano, en la comisaría, tenemos un operativo  complicado.

Le cuenta a la fotografía más cercana. Pepa es inspectora detective, y muy buena en su trabajo. Habitualmente  se desplaza a pié, esos veinte minutos corriendo a ritmo  hace  que  resulte estimulante comenzar el día, es una deportista consumada, piensa que mantenerse en forma es lo mejor para su salud y su trabajo. En cierta ocasión le confesó a su suegro la necesidad de cambiar de estilo de vida:

– He dejado de fumar, el tabaco nunca me gustó mucho y dejarlo me ha costado poco esfuerzo. He abandonado el alcohol, las borracheras que cogía cuando estaba deprimida me hundían todavía más en la miseria emocional.

No le gusta mucho conducir, se desconcentra con facilidad ensimismándose en sus pensamientos y recuerdos, y no quiere perder ninguno, puede evocar todos los recuerdos de igual manera corriendo, sin riesgo de tener un percance. Antes de entrar al trabajo desayuna en el café cerca de la comisaría con algunos compañeros del trabajo, incluido el comisario, que además de ser su jefe, es su hermano.  Paco siempre ha ejercido de padre protector con Pepa, desde que Silvia no está, ha incrementado su protección hacia ella, que a veces lo percibe con cierto agobio.

En muchas ocasiones los compañeros y amigos, o su hermano, cuando D. Lorenzo no está en casa, vienen a buscarla para compartir esos ratos en familia, unos y otros consiguen evadirla de la nostalgia de esos momentos de soledad. Las amistades y familiares logran  que no se sienta completamente sola. Paco es un apoyo extraordinario, y en fin su suegro que la trata como su propia hija.

El trabajo aísla a Pepa parcialmente de sus emociones, le sumerge en las investigaciones como si fuera un  refugio dónde esconder la pena y la tristeza, algo similar hizo Silvia antes de que se reencontraran, precisamente para huir de las relaciones sentimentales.

El estado de ánimo de Pepa sigue siendo el de una persona sin ganas por nada, no encuentra motivación, todo se le hace un esperar, no sabe qué pasará en el futuro y tampoco espera nada de él, solo se acuerda de  Silvia, no hay otra cosa en su pensamiento más que ella. Abre la puerta de casa para salir, se da media vuelta, mira con ternura el retrato de Silvia del recibidor…

– Hasta la noche mi vida. Le dice mientras  lanza un beso al aire dirigiéndolo a la fotografía, otras  veces acaricia el rostro de Silvia sobre el retrato.

Un espectro se hace presente en ese lugar y responde al tiempo que hace ademán de recibir el beso en sus labios. Cuando Pepa sale por la puerta no ve la figura espectral de Silvia que está de pié en el recibidor, con una leve sonrisa marcada en sus labios, se despide de Pepa como cualquier mañana.

Hasta la noche amor mío. Aquí estaré esperando tu vuelta.

Silvia es un fantasma que vive pegada a Pepa desde el mismo instante de su propia muerte.

II.- El traficante

Roberto se encuentra sentado en la terraza de una cafetería,  tomando una cerveza bien fresquilla, como a él le gusta, la tarde es algo calurosa e invita a ello. Espera a un individuo al que no conoce. Le llamó un amigo de Sevilla para decirle que le iban a proponer un negociete muy bien pagado, y sin ningún riesgo.

Roberto es un andaluz con un acento bastante cerrado, delincuente común  que toda su vida se ha dedicado a estas mal llamadas tareas, el trapicheo de cosas robadas, comerciante de drogas varias,  ha intervenido con frecuencia en atracos a Farmacias y joyerías,  reventar contenedores en los muelles de Sevilla. Cualquier cosa que le diese unos buenos beneficios sin importarle el origen o la forma de obtenerlo, no tiene conciencia ninguna a la hora de hacer lo que sea para conseguir dinero fácil.

Su reconocida fama en Sevilla era por la habilidad de ocultar cualquier mercancía, a la policía  siempre le resultaba complicado encontrar lo que él escondiese. Actualmente vive en Madrid, se vino de su ciudad natal por ser demasiado conocido, añadiendo además los continuos problemas que tenía con las fuerzas del orden. Trabaja como encargado de almacén en un centro comercial, empleo que le sirve de tapadera y le facilita el acceso a cantidad de cosas, para él nada ha cambiado, puede delinquir en lo que quiera, además  ha modificado su identidad, nadie en esta ciudad conoce su pasado de individuo poco recomendable.

Reconocerle es difícil, incluso para sus antiguos “colegas” de la ciudad andaluza, porque ha cambiado también su imagen, tiene aspecto de un hombre rudo,  se ha dejado una barba negra que le crece casi desde los ojos le tapa completamente la cara, también le sirve para disimular una cicatriz en la cara que se produjo en una pelea con la policía hace tiempo. Además de esa barba y la ceja, casi continua y muy poblada de un lado al otro de la frente,  le dan un aspecto  muy tosco.  La incipiente calva se la tapa con un sombrero que se ve sucio y muy arrugado, da la impresión de no haber sido lavado en tiempo. Todo él transmite la impresión de ser un individuo bastante descuidado con su imagen e higiene personal.

Al cabo de un rato se le acercan dos individuos.

– ¿Roberto Rebollar?  Habla solo uno de ellos.

Sí, soy yo. Los recién llegados toman asiento junto a él. Roberto contesta con un acento marcadamente andaluz y muy cerrado.

– Me dijeron que vendría una sola persona. Expresa Roberto con cierta precaución.

– Cierto, pero el jefe nos ha mandado a los dos.  Le responde el más alto, que a su vez le pregunta.

¿Es Ud. amigo de un lampista de Sevilla llamado Antonio?

– ¡Sí! La pregunta no le coge por sorpresa. Cuando salió de Sevilla fue el único a quien le dio el número de su teléfono.

– El ha sido quien le ha recomendado, nos ha dicho que es bastante bueno en estos trabajos. Le dijo su interlocutor.

– Eso depende del trabajo. Intrigado

– Esconder mercancía.

– Pues sí,  no es fácil encontrar lo que yo guardo. Afirmó con rotundidad Roberto, queriendo aclarar las cosas, prepara el terreno por si hay que poner precio.

– Entiendo. Si fuese algo pequeño no le necesitaríamos, en este caso sí. La mercancía esta en cajas de madera de un metro por cincuenta y cuarenta.

– ¿Cuantas?  – Pregunta Roberto intrigado.

– Ocho.

-Uno por uno sesenta por uno, está bien, – duda un instante… tengo el sitio perfecto. Antes de que siguiera hablando, el visitante le corta.

Otra cosa, esas cajas deberán permanecer cerradas, mientras las tenga en custodia. El tono es de amenaza, y en el gesto el andaluz aprecia la agresividad típica de estos casos,  es un delincuente con experiencia en este tipo de relaciones, y entiende que la amenaza es seria.

– No hay poblema. Roberto responde queriendo transmitir serenidad.

– Queremos que entienda bien lo que le voy a decir. Sabemos que es Vd. un ladrón de poca monta, y que habitualmente ha robado también a sus clientes, si se le ocurre manipular las cajas, nos enteraremos. Yo no garantizaría su seguridad en ese caso. Nuestros jefes son muy quisquillosos, ¿Entiende?  El tono del visitante sigue siendo de amenaza, lo cual precisa una respuesta categórica por parte de Roberto.

– Comprendo.

-¿Comprendido muy, pero que muy bien? Nadie tiene que saber lo que contienen, ni siquiera Vd, a cambio  le pagaremos generosamente, pero exigimos máxima discreción.

– No tiene de que preocuparse. Roberto trata de ser categórico, pero sus interlocutores no muestran demasiada confianza. El visitante con parsimonia mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca un sobre, lo pone encima de la mesa.

– Aquí tiene el 50 por ciento de lo que le ofrecemos, puede contarlo.

Roberto cuenta el dinero sin sacarlo del sobre, hizo un gesto de sorpresa arqueando las cejas.

– Es suficiente para que haga bien su trabajo,  mantenga la boca cerrada y las manos quietas. Le volvió a repetir el extraño.

– De acuerdo ¿Que hay que hacé? Ya más tranquilo, Roberto trata de ser colaborador, se expresa casi con entusiasmo.

– En el sobre encontrará unas instrucciones muy precisas de cuando y como las recibirá, también el día que las retiraremos, vendremos nosotros dos. Díganos donde quiere recibir la mercancía, si le parece bien, e insisto, nadie debe saber nada sobre esas cajas.

–  Muy bien, tengo un buen sitio  en el almacén donde estoy trabajando.  Apunta algo en un papel y se lo entrega al interlocutor.

Esa eh la dirección y el número del muelle donde me lo entregaran. Que no pregunten por mí, que pregunten por Antonio López Fernández, ahora trabajo de incónito.

Esperemos que haga bien su trabajo El día señalado le llamaré para concretar. ¿De acuerdo?

 

III.- El espectro de Silvia.

 

Solo vale en la vida lo que nos hace olvidarnos de todo(3.)

Silvia se encuentra sentada en una de las tumbonas de la terraza de la que fue su casa, su hogar, situada en uno de los barrios periféricos al norte de la ciudad de Madrid. La vivienda está, estuvo y así permanecerá, decorada con el gusto de Silvia, Pepa no ha modificado casi nada desde que vive aquí. Era una persona extraordinariamente culta, su frágil figura no transmitía la capacidad, inteligencia y conocimientos que atesoraba, siempre sorprendía a su alrededor con sus apreciaciones. Interesada en todas las actividades que el arte ofrece, en la lectura encontraba un refugio creativo e imaginativo fenomenal, la música, la pintura amén de cualquier variante del arte en general formaban parte de su patrimonio cultural.

Aunque su profesión le ocupara mucho tiempo, el trabajo, el estudio, los congresos  y las investigaciones, siempre encontraba tiempo para disfrutar de la belleza que las artes le proporcionaban. Raramente se perdía exposiciones, allá a donde fuera, por placer o por actividades profesionales, siempre encontraba un hueco para visitar museos o asistir a conciertos. La pintura impresionista de los clásicos suponía para Silvia una forma de vida y una pasión maravillosa, colgados de las paredes del salón hay tres copias de cuadros de Van Gogh y cuatro versiones de un mismo cuadro de Camille Pisarro.

Ya han pasado casi dos años desde que abandonó el mundo de los vivos y en su reflexión no hay otra cosa que esperar que un día Pepa se reúna con ella, sabe que eso ocurrirá muy tarde para su anhelo, pero el tiempo es inmaterial  para las almas, no percibe esa sensación de ansiedad por la espera como la sufren los vivos.

¡Dicen que morir es mucho más fácil que amar!  (4.)

 

¡Esta frase resume mi existencia!

Encontrar el amor de una vida puede ser una suerte o una tarea muy difícil y complicada, hallarlo hasta puede ser fruto de la casualidad. Es sabido que la felicidad puede venir a visitarte en cualquier momento a condición de que no  la busques, Así ocurrió, el amor se instaló de improviso en mi vida y se quedó para siempre. La visita de la muerte compareció de  igual manera, sobrevino tan rápida como inesperada.

Estoy vagando por la realidad convertida en  un fantasma, algo que jamás pensé que me pudiera ocurrir tan pronto. Claro que, vivía felizmente enamorada y sin preocupaciones, sucedió que, en el mejor momento apareció la desdicha.

Este es un lamento constante en la vida sentimental de Silvia que estuvo plagada de fracasos románticos. Desde la universidad con los primeros escarceos hasta su matrimonio y divorcio, un par de flirteos con algún compañero de trabajo, en fin, todas las relaciones sentimentales terminaron mal.

– Todo aquello que estuviera conectado con los sentimientos siempre resulto dañino para mi estabilidad emocional, así que consideré que una relación amorosa era algo innecesario y aparté de mi cualquier tentación que conllevara un vínculo de pareja. Las frustraciones han sido tan grandes que alejé de mí sentimientos, emociones y romanticismos, que nada volviera a entrar en mi corazón. El trabajo era la isla perfecta, la actividad de forense era mi mejor compañero, nunca me defraudaría.

 

En fin, cuanto más se empeñaba en ser feliz o encontrar el amor perfecto, mas esquivo se le antojaba. Mientras esto pensaba Silvia, Pepa hace su aparición en la terraza, cómodamente ataviada lleva un refresco granizado en una mano y un libro en la otra, se acomoda en una de las tumbonas y observa detenidamente el paisaje.

– Pepa, Pepa. Reapareciste en mi vida cuando había abandonado cualquier posibilidad de tener una relación sentimental, me había escondido en el trabajo y un día volviste  para revolver toda mi existencia.

– ¿Igual te tengo que pedir perdón por lo que pasó? Lo dice en tono de guasa. Fue lo primero interesante que me dijiste nada más vernos. La última vez que estuvimos juntas fue en el banquete de la comunión de nuestra sobrina Sara. Recuerdo que nos escondimos a fumar un porro y con media borrachera que llevábamos encima nos dimos un beso de esos que se llaman románticos. Apenas teníamos dieciocho años y nos besamos como si fuéramos unas novias.

Silvia lo cuenta esbozando una media sonrisa.

Aquel suceso pseudo romántico generó un revuelo espantoso en las familias. El padre de Silvia montó un espectáculo bochornoso. Los padres de Pepa terminaron en divorcio. Para Silvia, el beso,  fue solo una anécdota, siempre lo recordó como tal, puramente casual y propio de la adolescencia, por explorar, pensaba. Pepa, sin embargo desapareció completamente de la vida familiar. Silvia no volvió a verla hasta ocho años más tarde. Durante todo este tiempo de ausencia nunca llegó a darse cuenta que el afecto que sentía por Pepa era algo más profundo y algo más hermoso.

Pepa, está observando el panorama, mira hacia el frente, en la misma dirección que está el fantasma, y una fotografía de Silvia diciendo…

¡Que buen día hace Silvia! Se está aquí divinamente.

Silvia se agacha junto a Pepa 

¡Que extraña sensación de alegría me produjo aquel reencuentro!, comencé a seguirte por la comisaría, de forma casi alocada, necesitaba verte a cada momento. ¡De pronto me encontré tonteando contigo! ¡Me arrastrabas! Sentía la necesidad de tenerte cerca, aquello me trastornó mucho, para mí era una atracción inadecuada, parecía y estaba enamorada, era algo que no podía entender, no me atraen las mujeres, pero tú… no sabía que pensar, me preguntaba continuamente ¿Por qué me encandilabas de esa forma? Me revolviste todo mi estado afectivo, mis sentimientos, que noté eran amorosos hacia ti, debían estar escondidos, sin yo saberlo, en alguna parte de mi corazón.

La fascinación que despertó Pepa en Silvia era tan irracional que un día hasta le dio un ataque de celos extraordinario en un espectáculo. Nunca tuvo ese sentimiento con las parejas anteriores, todos hombres. En su mente se agolpan imágenes de aquellos momentos de cierta incomodidad, se encontraba rara con aquel comportamiento, miradas huidizas, gestos nerviosos, negativas a lo que los demás ya observaban como evidente.

 

En el amor, como en el fuego, suelen ver antes el humo los que están fuera, que las llamas los que están dentro. (5.)

-Siempre me tuve por una chica normal, jamás se me ocurrió que pudiera fijarme en una mujer, debo confesar que con esta nueva sensación me encontré muy extraña, pero estaba tan a gusto a tu lado que, al cabo de poco tiempo me entregué. Dejó de importarme cualquier connotación hacia aquella loca sensación, estaba y me sentía enamorada. Todo ello anunciaba que mi vida cambiaría de manera radical.

Pepa continua leyendo absorta, de pronto cierra el libro, se recuesta sobre la tumbona y cierra los ojos…se pone a pensar.

¡Qué bien lo pasábamos de niñas! Cuánto disfrutamos, pasarlo  bien y divertirnos juntas era nuestra vida. Éramos compañeras, amigas y hermanas de juegos en la infancia y la adolescencia. Siempre recordaré lo felices que fueron todos aquellos años  que vivimos en la edad de la inocencia y la del despertar. Cuantos días y horas pasamos juntas.

Sobre su cabeza, Pepa se va imaginando escenas de distintas fases de la vida con Silvia, con aquella sonrisa que tanto le gustaba ver, sentía que era feliz y la sonrisa la delataba. Silvia sigue con sus recuerdos…

– Un día decidí saltar al vacío,  plenamente convencida de sentir una pasión loca, no podía hacer otra cosa que dar salida a mis sentimientos. De pronto y de manera espontánea, estimulada por un comentario inocente que hiciste, me acerqué y te besé como haría cualquier enamorada. Fue un beso romántico como cuando éramos adolescentes, solo que ahora, ya no era un juego ni un experimento, te estaba diciendo que te quería. Lo aceptaste incondicionalmente, con besos y caricias me declaré sin necesidad de emplear las palabras, en mi alma no hacía más que sonar música celestial…

Hermosa fue la noche que se besaron por primera vez, con que dulzura lo recuerda y aquella música… Pepa parece dormida, sin embargo la alocución de Silvia está llegando al fondo de su alma.

– La relación sentimental entre nosotras creció y creció de forma extraordinaria, el sentimiento era mutuo y lo más sorprendente es que era desbordante.

Aquel idilio progresó no sin problemas, al principio la incapacidad de Silvia  para adaptarse a una forma de entender la pareja distinta del tradicional, no acababa de acomodarse a aquella situación, con Pepa todo fue muy sencillo, hizo muy fácil que las cosas se encauzaran de la forma más natural posible y que se encontrara a gusto sin dificultades.

– Durante el tiempo que vivimos juntas nuestra vida sentimental fue rica y estimulante, me enviabas flores, con una cariñosa nota de un “te quiero” un “estoy loca por ti”, me conquistabas todos los días, siempre encontrabas una forma de llegar hasta mí con algo agradable, aunque estuviese alejada. Cuando te pedí que nos casáramos tú ya eras una parte inseparable de mi alma. En mitad de aquel lío estuve intranquila hasta conocer tu aceptación, con los ojos llenos de alegría nos abrazamos. La felicidad era completa el amor había llegado hasta nosotros para quedarse. Caminaríamos juntas toda la vida.

 

Pepa abre los ojos mirando al frente, aunque no puede ver a Silvia, su vista está orientada hacia ella… en realidad Silvia se coloca detrás de su propia fotografía, la vista de Pepa siempre se dirige a ese lugar cuando quiere expresar un pensamiento hacia ella. 

– Cada día me recompensabas por las notas que te enviaba allá donde estuvieras, mi felicidad dependía de lo que te dijera, siempre tenías una respuesta estimulante para mi corazón.

– Nos casamos en el jardín de una casona en el campo, ¿Te acuerdas? Todo lleno de flores, vestidas de blanco nos veíamos preciosas la una a la otra,  aquel feliz acto se truncó en tragedia. Un grupo de sicarios pagados por un mafioso italiano, segó mi vida  apenas estrenado el matrimonio, aquella ceremonia de felicidad se transformó en un tremendo dolor. No recuerdo cuando o como ocurrió, en mi retina solo estabas tú antes de oscurecerse todo, fue mi última mirada, quería llevarme tu rostro impreso en mi alma, después no hubo otra cosa que verte llorar y llorar con mi cuerpo atenazado por tus brazos.

Pepa no sabe por qué, pero de pronto aparece en su recuerdo la imagen de Silvia muriendo en sus brazos.

– Dios mío, debo de estar muy obsesionada… No sé cuánto tiempo estuve abrazada a tu cuerpo sin vida. Fue muy cruel el destino contigo, llevándote y conmigo, dejándome. Solo sé que me estoy consumiendo sin ti.

Silvia le cuenta lo que sucedió después de abandonar su cuerpo.

El cielo nos reclamó, yo no quise ir, verte abrazada a mi cuerpo llorando y llorando me hizo sentir mucho dolor. Me quedé sola contemplando aquella escena, experimenté una sensación de ahogo que me paralizó todo el tiempo que permaneciste con mi cuerpo apretado al tuyo, las  lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin que lo pudiera controlar, no pude soportar verte sufrir de esa forma, pensé que te abandonaba para siempre, que ibas a estar sola, me quedé junto a ti, no podía abandonar al amor de mi vida, a ti que me hacías tan feliz.

 

Aquel día, el de su muerte, Silvia  trazó un destino y nada le apartara de ello, estar siempre al lado de su esposa, no puede mostrarse ante Pepa como espectro,  condicionaría de forma importante su vida, arriesgarse a una aparición que pueda dar al traste con su reencuentro en el más allá, no es algo que pudiera hacer alegremente.

Paco, el hermano de Pepa, era otra cosa, Paco guardaría el secreto hasta el día del juicio final, echaba de menos a Silvia con frecuencia, sobre todo en algún momento de dificultad que se atascaba en una investigación, hasta que un día, la Silvia fantasmal se materializó para auxiliarle e indicarle el camino en aquella investigación del caso demoníaco en la que no encontraba salida y que casi le cuesta su propia vida. Así apareció el espectro de Silvia en aquella escena maravillosa en la que en presencia de Pepa, el fantasma se materializa ante los ojos de Paco sin que ella lo perciba y le cuenta cuánto quería a su hermana:

“Jamás he estado tan enamorada  de alguien en mi vida, ¡y lo estaré siempre!”.

Una lágrima de Silvia cayó sobre la mano de Pepa, sintió la presencia sin saber que era ella, percibió cierta turbación que no pudo explicarse. La sensación se repite siempre que el espectro de Silvia está a su lado, en ciertas ocasiones deposita esa lágrima sobre los labios de su amada, es el símbolo de un beso, a Pepa le resulta desconcertante la aparición espontánea de una gota que de pronto cae sobre su piel o su boca sin que lo pueda entender.

Siendo un fantasma, una criatura etérea, es un espíritu libre y se mueve a su antojo por todas partes mientras Pepa está en sus quehaceres, aunque frecuentemente la acompaña todo el día, como lo hacía en vida. Al final de la jornada regresan juntas a casa,  su espacio natural, allí contempla los sollozos de Pepa  en su dolor, comparte con ella los momentos duros y también los recuerdos más felices.

IV.- El fantasma errante.

De toda la memoria solo vale el don preclaro de los sueños. (6.)

El espectro de Silvia es un alma independiente, dispone de plena  libertad para moverse por dónde quiera. Las primeras veces que se atrevió a separarse del entorno de Pepa comprobó la existencia de otros espectros, que vagan igual que ella pegados a la Tierra, almas que o bien acaban de abandonar su cuerpo o  esperan la compañía de alguien querido para subirse por aquel camino etéreo. Casi continuamente se suceden las llamadas desde las alturas, no hace caso. Silvia no está sola, no es un caso único, otras muchas almas se retienen esperando pacientemente como fantasmas la llegada de una persona amada, antes de emprender el viaje más allá de las estrellas, nadie quiere hacer el camino eternal solo.

En ocasiones se para a charlar con algunos,  conoce a muchos, lleva meses vagando por la ciudad de día y de noche, los fantasmas no duermen, todo este movimiento le ha permitido relacionarse con unos que llegan y otros que se marchan. Las conexiones entre fantasmas suelen ser poco estables, cada uno va buscando su propio destino. Silvia no es ajena a éste comportamiento, ella misma está centrada en su amor y relacionarse con otros fantasmas no es su prioridad. Aquella llamada cegadora que solicita su presencia se le aparece con frecuencia, Silvia siempre la desdeña apartando la vista y dándole la espalda, no quiere acudir a ese reclamo, es muy pronto para hacer ese viaje sin que el amor de su vida le acompañe.

Estamos en Primavera, es uno de esos días con brillo propio, cuando la brisa serrana limpia el aire de la villa, la luz del Sol se vuelve esplendorosa sobre la ciudad. En los parques, las ramas de los árboles revientan de hojas nuevas, florecen todo tipo de plantas que enriquecen el paisaje del lugar.

Silvia contempla las flores de la rosaleda del Parque del Retiro con cierta alegría y también con nostalgia, admira el esplendor de las rosas de todo tipo y colorido allí existentes. Es un lugar que siempre le resultó encantador, no solo por la belleza de aquellas hermosas flores, le agradaba especialmente el aroma con el que enriquecían el ambiente. Podría ser una  percepción añorada porque ahora su condición de fantasma no le permitiese apreciar las exuberantes fragancias florales. Cierra los ojos y realiza el movimiento de inspiración queriendo atrapar el aroma de las flores con sus sentidos, puede percibirlo desde el recuerdo que consta en su memoria, pero también es capaz de apreciarlo aun siendo un espíritu. Recuerda su casa  decorada con plantas en la terraza y en el interior, en el salón, eran sus compañeras en aquel tiempo que vivía sola. Hablaba con ellas, las cuidaba a diario, obtenía como respuesta cada primavera una floración extraordinaria que llenaba de vida el salón y el gran ventanal.

Ensimismada en la flora y en sus pensamientos no se percata de la presencia de otro espectro que se acerca a ella lentamente.

– ¡Hola!

Silvia se da la vuelta por curiosidad, el saludo está dirigido a ella, es un varón  que aparenta unos cincuenta y tantos años, pelo y barba blanca, su imagen parece la de alguien con  aspecto de santón, rodeado por un aura muy fina idéntica a la suya le sonríe con afabilidad.

– ¡Hola!  Contestó  Silvia.

– ¡Me llamo  Samuel!  También soy un fantasma como tú.

– Yo soy Silvia, ya me he percatado. Silvia sigue contemplando las flores.

– ¿Estás esperando a pasar al otro lado?

– Pues no, no pienso pasar al otro lado.  Contestó con cierto gesto de indiferencia.

-¿Si no pasas al otro lado, es que debes estar  esperando a alguien?

– ¡Sí! Un tanto inquieta.  ¿Cómo lo has adivinado?

 – ¿El qué?

– ¡Que estoy esperando!

– ¡Ah! Todos los espectros que se mueven por aquí, se preparan para pasar al otro lado, o bien esperan a que alguien les acompañe. Le explica Samuel, que se sienta su lado. Silvia percibe una sensación de tranquilidad que achaca a su espontáneo visitante. Este se sienta a su lado con ánimo de emprender una charla.

– Respondiendo a tu pregunta. Si espero.

– Perdona la curiosidad ¿A tu marido? ¿Algún hermano? ¿Tus hijos?

– No.  Silvia niega con la cabeza

– ¿Entonces?

– Al amor de mi vida.

– Entonces si no es tu esposo.

Silvia le corrige. Es mi esposa.

– ¿Tú esposa? ¡Una mujer! Entiendo

El gesto no es de sorpresa, muy al contrario es muy comprensivo. Samuel fija entonces la mirada en Silvia, quien no aparta la vista de las rosas.

– Si, la espero hace tiempo, terrenal claro. Se expresa con aire de lamento.

– Un amor muy fuerte y poderoso, por lo que percibo. Afirma Samuel.

– Mucho, no puedo marcharme sin que ella me acompañe. ¿Y tú?

– Yo estoy aquí por accidente. Por accidente de autobús, me arrolló en una esquina, el pobre conductor ni se dio cuenta. Samuel lo cuenta con cierto aire festivo, como si no le importara estar en el mundo de los espectros.

– ¿Y porque no has subido hacia allí arriba como casi todos los que he conocido? Pregunta Silvia intrigada.

– No era mi hora. Estoy aquí condenado hasta el momento que me toque subir.

– ¿Hace mucho que estas aquí?

– ¡Buff! Una eternidad. Samuel exagera el gesto, da la impresión de estar ocultando algo deliberadamente.

– ¿Qué haces todo el tiempo? Ambos se levantan y empiezan a andar.

– Paseo por la ciudad, hablo con otros fantasmas, voy a las bibliotecas a lee.

– ¿A leer…? Dice con sorpresa.

– Me paso las noches leyendo. Cuando cierran las puertas y el personal se marcha, hojeo libros que se quedan por encima de las mesas, la lectura es una de mis aficiones favoritas.

– Pero, si no puedes coger los libros, ni pasar las páginas. ¡Y a oscuras. Silvia se expresa con extrañeza, no acaba de entenderlo.

– Claro que puedo hacerlo, hay que emplear algo de imaginación para ello, todo está en aprender a usar la energía que poseemos. En este momento caminan el uno junto al otro por la arboleda, donde se muestra el contraste que ofrecen los pocos rayos de Sol que penetran entre las hojas de los árboles.

– Ya quisiera yo saber cómo hacer eso. Aparece la Silvia estudiosa y llena de curiosidad

– Es fácil, te enseñaré, podrás hacer muchas cosas, leer como hemos hablado, mover objetos, incluso podrías tocar a personas vivas, pero eso no es recomendable, implica un cierto riesgo para ellas, las puedes trastornar, en algunos casos mucho, si no lo controlas, es algo que no se puede hacer alegremente. Samuel aparece como un maestro de escuela, su aspecto patriarcal genera cierto grado de confianza en Silvia, que le sigue interrogando

– ¿Y tú  como has aprendido todas estas cosas? Continúa la curiosidad.

– Me lo enseñaron  otros fantasmas. Tú lo enseñarás también. Estas habilidades se transmiten con facilidad, recuerda siempre que no se deben emplear con alegría. Habrá momentos en los que estarás tentada de intervenir en alguna situación, debes evitarlo siempre, podrás hacer notar tu presencia, pero sólo en caso de necesidad extrema.  Samuel lo ha explicado con suma seriedad para enfatizar la importancia de su argumento

– Lo tendré en cuenta.  Poco a poco se van adentrando por el paseo entre los árboles en animada conversación…

 

 

 

V.- Los sueños:

 

Nada nos pertenece en propiedad más que los sueños. (7.)

 

En el pensamiento de Pepa no existe otra cosa que los recuerdos en los que está presente Silvia, al soñar con ella todas las noches evoca un anhelo que le es imprescindible para su supervivencia. Siempre conversa con ella cosas distintas, cada sueño es diferente del anterior, pero lo constante es la presencia de su amada.

Pepa está sentada en la tumbona de la terraza leyendo, el día se ha presentado muy agradable e invita a salir y disfrutar de este Sol primaveral, se nota que la lectura le interesa de forma extraordinaria, no aparta la vista del libro, de pronto levanta la mirada y verbaliza lo que acaba de leer.

– “Soñar que un fantasma habla contigo significa un aviso sobre el riesgo de ser víctima de personas que actúan de mala fe”.

– ¿Puede ser cierto? La verdad es que esto de las ciencias exotéricas nunca me ha parecido fiable, cada uno hace la interpretación que le apetece, cuenta lo que se inventa, o copia las leyendas más antiguas que se encuentra. Pero si soñar siempre con Silvia, es síntoma de que al final la encontraré, no me importa nada en absoluto, al otro lado estará mi pelirroja esperando.

– Algunas veces me parece que las noches  resultan  más auténticas que la realidad.

 

Soñar con la persona que ha muerto pero permanece en los sueños puede ser una forma de intentar resolver los sentimientos que se profesan hacia ella

Soñar que Silvia está viva, que en el sueño Pepa habla con ella, significa que está temerosa y siente un cierto desasosiego por haberla perdido,  persigue una forma de aprender a vivir la vida sin ella. Tal vez Pepa estuviera necesitada de una oportunidad para despedirla, algo que no pudo hacer en su momento, lo trágico de la situación la colocó en una situación desesperada por aquel inesperado suceso.

El soñar con ella, en estas condiciones, es porque la está echando en falta y su subconsciente intenta rehacer experiencias que vivió en su compañía. Al intentar seguir normalmente con su vida diaria, los sueños representan la única salida que tiene para asumir la muerte de un ser tan querido.

El mundo de los sueños es un mundo misterioso y al mismo tiempo fascinante en dónde la realidad no tiene sitio, según decían en la antigüedad era la forma de mantener contacto con los Dioses o de vaticinar acontecimientos.

En los sueños se pueden visionar cuentos insólitos, personajes míticos, visiones del averno o celestiales, en una palabra se consiguen vivir hechos maravillosos o terribles, algo que no se gozaría estando despiertos. Soñar es abrir la puerta a la fantasía, pero siempre estará sujeta a la propia experiencia, en el sueño, se manifiesta todo aquello que de bagaje tiene la mente.

Todos los recuerdos están ahí alojados, los buenos y los malos, los miedos y ambiciones, inquietudes de todo tipo, todos los personajes relacionados con la experiencia de la vida, directa o indirectamente, desde nacimiento hasta el presente, toda está almacenada en el intelecto. Todo ello forma en la mente una mezcla explosiva, que al soñar, hacen vivir experiencias más allá de la lógica y de la realidad.

Soñar es abrir las ventanas de la fantasía, la corriente levantará todos los papeles “recuerdos” mezclándolos desordenadamente para confeccionar ese estado onírico. Los sueños son únicos, cada persona vivirá ensoñaciones distintas, porque tiene antecedentes, vivencias y experiencias diferentes, por tanto los sueños serán siempre únicos para cada ser humano, porque las realidades también son distintas.

Dicen los entendidos que los sueños proporcionan conocimientos sobre uno mismo, que si comprendemos nuestros sueños, seguramente podemos conocer y por lo tanto mejorar aspectos de nuestra propia personalidad.

Los sueños de Pepa se focalizan casi exclusivamente en los recuerdos compartidos con Silvia. Tan grande es el poder de la pasión que mantiene en su corazón por ella, que no hay noche que deje de hablar, pasear, bailar, abrazar y besar a Silvia, es una efusión del espíritu inmaterial como nunca lo ha vivido. Ocupa todo el espacio de sus recuerdos y experiencias, fue lo más maravilloso y grande de su vida,  los sueños hacen que aun esté viva dentro de su ser.

El trabajo de policía, con el bagaje tan dramático que posee, no es capaz de eclipsar los sueños con Silvia. Solo aquel hecho desgraciado de “el gordo” tuvo la suficiente intensidad para ocupar ese lugar, pero eso es otra historia.

 

 

VI.- Caricias y besos.

 

Las caricias son tan necesarias para la vida de los sentimientos como las hojas para los árboles, sin ellas, el amor muere por la raíz. (10.)

 

Pepa tenía una especial predilección por estar acariciando casi constantemente a su novia, pequeños roces de sus manos realizados con sutileza en cualquier momento. Sentadas en cualquier sitio sus manos siempre estaban entrelazadas acariciando suavemente la una la mano de la otra. Estos gestos cariñosos los efectuaba Pepa en cualquier lugar público o en privado, en ocasiones un simple toque en el pelo sonaba a algo insinuante para que pudiera suceder algo más intenso, o sencillamente lo hacía por la apetencia del momento.

Alguna de aquellas caricias despertaban a Silvia cuando se hallaba centrada en alguna tarea,  conseguía ponerla nerviosa o inquieta, Pepa entonces le susurraba siempre algo bonito al oído: –Hoy te encuentro guapísima. A lo que respondía con una sonrisa y una dulce mirada de cómplice, a veces un beso de esos que a ella tan bien le sabían. En el teatro o en el cine siempre estaban cogidas de la mano, sus dedos no paraban de  moverse los unos con los otros, según el momento aquellos roces podían ser muy intensos o muy tenues, siempre realizados con ternura y la suavidad del terciopelo de su piel.

En la intimidad del hogar se intensificaban los gestos de cariño, una vez iniciados se convertían en inagotables, en cualquier momento, hubiese o no motivo aparente, estando cerca, hacer una caricia era inevitable entre ambas, ocasional o premeditada, el sentimiento siempre inducía al arrumaco. Sentadas en aquel inmenso sofá siempre se arrullaban entre sí a ver la televisión o simplemente a leer, cuando no por el puro placer de oír música, sin otra cosa que hacer mas que charlar. Pepa  apoyada en el respaldo del sofá y los pies encima de  la mesita, Silvia se tumbaba a lo largo del diván con la cabeza apoyada en el regazo de su novia, mientras ésta le acariciaba el pelo, Silvia le cogía la mano y la acercaba a su propia mejilla y así notar el contacto  piel a piel, o solo le daba un beso en la mano o le mordisqueaba el dedo.

La maestra de las caricias que era Pepa siempre excitaba a Silvia, que se sentía arder por dentro al percibir el roce de la mano  de su amada, se dejaba llevar por aquella sensación maravillosamente estimulante y placentera. No calculaba lo que aquella vida tan gratificante iba a durar, ni se lo planteaba, solo quería vivir el presente, y éste era auténticamente maravilloso.

Las caricias de Pepa  compensaban a Silvia de los infortunios vividos en el pasado, conseguían que se olvidara de él, sobre todo cuando estaba en sus brazos. Pepa acariciaba a Silvia de todas las formas posibles, no solo sus manos eran las artífices, empleaba su propio rostro como iniciador de aquellos gestos de amor, mejilla con mejilla, con la punta de su nariz recorría el rostro de Silvia como queriendo dibujarlo en su mente. La sutileza de toque con los labios  sobre la piel, aún sin depositar un beso, resultaba una caricia extraordinaria, Silvia cerraba los ojos y se transportaba a un mundo de placer insospechado acompañado de la música que muchas veces formaba parte de un juego sensual que no siempre terminaba en el lecho, aunque si frecuentemente. Pepa empleaba todo  su cuerpo para realizar todo tipo de caricias sobre el de Silvia, ella de vez en cuando la detenía para besarla con pasión y después dejarla seguir con aquel juego tan intenso en sensaciones.

La piel puede ser erógena toda ella en situaciones de pasión sensual, aunque existan zonas concretas de una especial excitación penetrante. Pepa se desenvolvía como pez en el agua, era una maestra provocando a su pareja a través de la piel, su experiencia era grande y le permitía actuar con destreza, disfrutaba enormemente de aquellos juegos eróticos que tan feliz hacían a Silvia.

El momento más hermoso del amor, el único que nos embriaga realmente es éste preludio; el beso. (11.)

 

A su vez Silvia  le devolvía el afecto con besos, besos dulces y llenos de ternura, besos que depositaba en todo el cuerpo de su novia. Existen muchas clases de besos, besos de amistad, besos de pasión, besos que no dicen nada y otros que lo dicen todo. Quizás un beso signifique tantísimas cosas, porque después de darlo, no es necesario decir nada… Está dicho todo.

El rostro de Pepa era el lugar más visitado por  aquellos labios que entregaban besos llenos de placer en párpados, ojos, cejas, frente, mejillas, boca, cuello…

Con la punta de la lengua recorría los labios de su amada en sentido circular, por la nariz sube hacia la frente donde deposita un gran beso. Desde un oído al otro recorre el cuello beso a beso, centímetro a centímetro, algo que realizaba con especial delicadeza. Bajaba con sus besos por el cuello hasta el hombro para seguir por el costado del pecho hacia el abdomen, allí se solazaba a besos sobre el vientre de su amada, que daba espasmos por la excitación, para, a continuación  regresar en busca del lóbulo de la otra oreja de nuevo, haciendo el recorrido inverso por el otro costado, siempre terminaban con los labios entremezclados con aquella boca esperando ansiosa la llegada, se fundían en un prolongado beso que terminaba con la convulsa culminación de ambos cuerpos. 

 

VII.- Aprender de los sueños

El amor tiene mil maneras de hacernos dichosos, pero tiene muchas más de robarnos el sosiego. (9.)

Son las doce de la noche, la biblioteca nacional está cerrada, Silvia y Samuel entran en las salas atravesando las paredes, cual fantasmas que son, dentro solo está el personal de seguridad que lleva una monótona rutina durante la noche. De todas formas a ellos no los pueden ver, ni pueden apreciar el halo que les sirve de iluminación en la oscuridad de las salas de lectura.

– Cuando vengo no sé lo que me voy a encontrar encima de los pupitres, no siempre hay cosas interesantes, es el sitio que más frecuento. Explica Samuel.

– Muy interesante, es un buen lugar  para dejar pasar el tiempo sin sentirlo.  Silvia está encantada con éste descubrimiento que le proporciona Samuel.

– ¿Vamos a pasar páginas?  Se acercan a un pupitre donde hay depositado un tomo de una enciclopedia abierto.

– Mira lo fundamental es la concentración, al principio es algo complicado, porque hay  que ir con mucha delicadeza, así.

Samuel acerca y apunta con un dedo hacia el libro que tiene delante, sin tocarlo consigue que la página de encima comience a moverse, con lentitud de movimiento lo va desplazando hacia el otro lado del libro conducido por la mano del fantasma, Silvia observa perpleja  el movimiento de la hoja.

– ¿Cómo consigues hacerlo? Silvia está sorprendida.

– Verás, tu energía debe concentrarse en la hoja, en ese momento comenzará  como a palpitar y a levantarse,  solo tienes que mover tu mano en el sentido correcto, y ya está. ¡Inténtalo! 

Samuel realiza la tarea según le va explicando a Silvia, a continuación ella se pone delante del mismo libro, repite el mismo gesto de Samuel, acerca su mano a la página con gesto algo tembloroso, fija su atención en ella, al momento aprecia que vibra ligeramente, conduce la mano hacia su izquierda, la hoja del libro se va levantando despacito siguiendo su mano, al ponerla vertical se detiene un momento, mira a Samuel con una sonrisa, y continua el movimiento hasta completarlo.

– ¡Ya está! Expresa feliz.

– Me has salido muy buena alumna, aprendes deprisa. Motiva Samuel a Silvia.

– Toda mi vida he estado aprendiendo cosas, dentro de mi trabajo era imprescindible  actualizarse. Otra cosa es el aprendizaje de la propia vida, esa siempre se me ha dado mal.  Un punto de melancolía produce la frase en Silvia.

– No veo porqué, te noto muy capaz. Samuel se siente sorprendido. Silvia juguetea con las hojas del libro, sonríe al ver que es capaz de moverlas.

 – Quizás, pero nunca pude ser feliz, sin esperar serlo eternamente, cuando por fin creí tener la felicidad en mi corazón, por una u otra causa se me escapaba de las manos. El día de mi muerte acababa de casarme con la persona que más he amado en mi vida. Mis relaciones sentimentales anteriores también terminaron de forma traumática, aunque no tanto como el final de mi vida. Silvia le explica algo de su vida sentimental.

– De todas formas a mí me parece que esperar por la fuerza del amor es ya un éxito grandísimo.

Samuel no está muy conforme con el pensamiento de Silvia. Después de unos instantes vuelve a darle razones para la esperanza.

– Dijo una vez Calímaco, un clásico griego,  que el juramento de los enamorados nunca llega a oídos de los dioses, y no es cierto,  el amor es la fuente de energía más poderosa que las almas poseen,  la esperanza  es la vida para  un alma atormentada, ambas son coincidentes en ti, vives en este estado porque  has elegido el amor como ancla para retenerte en la Tierra. Desde ahí arriba se contempla tu actitud con magnánima comprensión y se entienden tus sentimientos.  Arriba hay alguien que  escucha el ruido que produce ese amor que llevas dentro, que es muy grande y fuerte a la vez.

– ¿Casi no me conoces y me das unos consejos, que… me resultan….?  Silvia está asombrada.  Mientras Samuel continúa con sus argumentos.

– No te sorprendas, lo he visto en otras almas que vagaron por aquí. Escucha, el amor siempre encuentra el camino, a veces es un camino tortuoso  y desesperante, hace que sintamos perder la esperanza, pero no es así, solo es el cansancio,  lo esencial es que  ese sentimiento siga arraigado en tu alma con fuerza, estás aquí anclada por él.   Samuel continúa con su exposición con algo  de vehemencia.

Verás… el cielo puede esperar, la eternidad no es un objetivo, es algo creado para compartir, y tu estas orientada en ese camino.

– Gracias por tus palabras, me salvan de la penuria sentimental. ¡Si!, puede que la esperanza sea buena compañera de viaje. Silvia está nostálgica, desvía la mirada hacia el infinito, como queriendo pensar en voz alta.

Todo lo que yo quería era envejecer junto a Pepa, tener hijos y que nuestra vida se desarrollara normalmente. Ahora lo único que espero es… seguir amándola siempre. Mientras ella viva permaneceré aquí esperando, porque sigo igual de enamorada, quiero continuar a su lado aunque no pueda decirle lo mucho que necesito estar con ella.

– Eso también lo podemos arreglar. Respondió Samuel.

– ¿Arreglar?,  ¿Cómo arreglar? Se vuelve sorprendida hacia Samuel

– Podrás hablar con ella, siempre que se te antoje.

– ¿Podré hablar con ella? Espera ¿No habrá ningún peligro? ¿Por qué si me ve…?  Silvia se inquieta.

– No te preocupes, todo estará bien. Podrás hablar con ella, aunque de un modo especial.

– ¿Cómo de especial?  Vuelve el desconcierto.

– Ven vamos a mi casa.

– ¿A tu casa? Se sorprende de nuevo.

– Sí, tengo una familia, hijos, esposa y un perro. Mis hijos son mayores y se han emancipado, solo quedan en casa mi mujer y el perro

– Y ¿Qué vamos a hacer allí?

– Aprender a meterte en los sueños de los vivos. ¡Ah! Te advierto que el perro es un poco nervioso, ladra mucho.

– ¿Y eso? Pregunta Silvia.

– A ver, te explico, los perros y los gatos tienen una especie de sexto sentido que les permite percibir a los espectros cuando están muy cerca, ahora ya no me ladra, recuerdo que al principio era espantoso, no dejaba de aullar mientras permanecía en casa, cuando mi esposa  se acostaba, me tenía que marchar para que pudiera dormir, ahora ya se ha acostumbrado a mi presencia y no molesta.

– ¿Y que haces en tu casa?

– Charlo con mi mujer. Responde Samuel con satisfacción.

– ¿Cómo que charlas con tu mujer? ¿Hablas con ella? ¿Y te contesta?

– ¡Si, claro! Samuel responde con toda seguridad.

– Imposible, yo lo intento con Pepa,  pero nunca me contesta. ¿Supongo que no me puede  oír, claro? Silvia no sale de su extrañeza.

– Tu misma has dado la respuesta, para que nos respondan, primero tienen que oírnos. Tendré que enseñarte una cosa nueva, a dominar los sueños.

– Sigo sin comprender.

 

Mientras charlan se desplazan volando por el cielo de la ciudad, la imagen de los espectros no sufre cambios por el efecto  del vuelo, la imagen es estable, como si no pasara nada a su alrededor, los espectros no responden a las inclemencias materiales.

– Verás, todos los seres humanos, cuando duermen, sueñan, unos más que otros, es en sus sueños en los que yo me cuelo, hablamos todo el tiempo, mientras sueñan no son conscientes de que eres real, ahí tenemos los fantasmas una forma de contacto extraordinaria. Penetrar en los sueños de un ser vivo verás que es muy fácil, así podrás compartir momentos con ella y no causarle ningún trastorno ni emocional ni mental, para ella no será mas que un sueño. Y esos sueños la mantendrán con esperanza, es un bello sentimiento en estas situaciones.

– Estoy impaciente por experimentar lo que me cuentas, nada me interesa más que poder hablar con  Pepa. Silvia está extra motivada ante la noticia de lo que puede ser un cambio sustancial en la relación con su esposa.

Dicho y hecho, Samuel le proporcionó toda la habilidad espectral que Silvia fue capaz de absorber, aprendió rápido, como era costumbre en ella.  Esa noche charlaron largamente, en sueños, con la esposa de Samuel, no se lo podía creer.  En un momento de impaciencia se esfumó dejando al matrimonio y voló hacia donde su amor dormía, Pepa estaba abrazada a una fotografía  suya.

A Silvia le pareció que alguna pesadilla atormentaba su descanso y se dispuso a penetrar en su sueño,  encontró que soñaba con un individuo de aspecto despreciable que estaba de rodillas frente a Pepa, rogando por su vida. Le conoció inmediatamente, era su asesino, ella le apuntaba con la “magnun”, apretó el gatillo y una bala entró en la cabeza del malhechor que murió en el acto. Aquel hecho embargó a Silvia en una gran tristeza.

– ¡He sido muy descuidada! Pensó. Éste tiempo que he estado con Samuel, ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha hecho Pepa?

Durante ese periodo que pasó con Samuel, Pepa había llevado a cabo una venganza inesperada. Quiso arrestar a “el gordo” pero una vez frente a él, el deseo de venganza y odio se apoderaron de su mente y le disparó a sangre fría

De repente, sin saber cómo ni por qué, Silvia desapareció del sueño de  Pepa, algo o alguien la alejo de su presencia, hasta perderla de vista, no pudo volver a encontrarse con ella esa noche ni las noches siguientes. Durante el día podía permanecer junto a ella, como siempre, pero al dormir Pepa, alguna fuerza desconocida la apartaba de su lado. ¿Qué era o quien se lo impedía?, no era su voluntad, una fuerza desconocida, una frontera invisible impedía a Silvia acercarse a Pepa.

Esta extraña situación se mantuvo mucho tiempo para su desesperación,  no poder hablar con Pepa se convirtió en una pesadilla, no pudo dar vía libre a su nueva habilidad. Era una gran perturbación, no comprende el porqué de ese suceso, no entiende, tampoco puede realizar o hacer algo por solventarlo, la exaspera. Sin esperanza  comenzó a deambular espectralmente, en una palabra se limitó a vagar sin rumbo, intentó buscar a Samuel sin éxito, él era el único  que posiblemente le pudiera razonar una explicación. Trató de encontrarle en los sitios que había frecuentado con él, en su casa no aparecía y en la Biblioteca Nacional tampoco para su impaciencia. Todas las tardes se sentaba en la rosaleda del Retiro a mirar las flores, perdió todo interés por contemplarlas.

 

VIII.- La Soledad

Una persona puede sentirse sola, aun cuando mucha gente la quiera.

(Anna Frank)

Silvia colocó enfrente del mueble del salón un sofá  grande, su idea siempre fue tener un espacio para compartir, tener cerca  la persona que te acompaña es algo que apreciaba muchísimo.  Pepa recuerda que, al final de cada jornada,  ocupaban ese lugar cotidianamente,  se arrullaban la una en la otra  trasmitiendo sensaciones  afectuosas  con aquel simple y cálido contacto. Allí sentadas pasaban los ratos de charla, leyendo, viendo la televisión, cuando no, recordaban cosas del pasado, hablaban del futuro que les esperaba, el trabajo, a veces debatían sobre tal o cual caso, en alguna ocasión llegaron a dar con la clave para resolverlo. En la cocina entraban poco, casi siempre hacían fuera las comidas,  el desayuno sí, lo disfrutaban en el calor del hogar. Iniciar la jornada en compañía es un placer, sobre todo cuando lo compartes con la persona que amas. Nada distinto cada mañana, siempre el mismo ritual, mientras Silvia preparaba el café, exprimiendo unas naranjas, calienta la leche y extrae alguna cosa mas del frigorífico, Pepa ha bajado a la panadería a buscar unos panecillos aún calientes. Cuando vuelve, prepara la mesa y ambas se sientan, la una frente a la otra y así poder contemplarse mutuamente.

Es un rato de la mañana que les resulta un tanto mágico, pocas palabras, muchas miradas, expresiones de cariño y alguna que otra caricia durante el desayuno, era el comienzo del día.

Sentada, medio tumbada en el sofá, algo que Pepa ha dejado de hacer, salvo los días festivos o cuando le toca trabajar toda la noche. Como cada día, sigue repasando el presente, de vez en cuando expresa en voz alta sus pensamientos dirigidos al aire, manifestando toda la nostalgia de su corazón. Levanta la mirada hacia la pared donde cuelga el cuadro de Pissarro y la nostalgia aparece intensa de nuevo.

– Todo me parece oscuro porque no estás a mi lado. Vuelve que me siento sola sin ti, te necesito.

La soledad, es una compañera que de vez en cuando nos visita, al encontrarse con ella nos damos cuenta de lo solos que estamos muchas veces. Pepa siente esa soledad como el desarraigo de su propia existencia, en esos momentos de aislamiento no vive en el mundo real. Se esconde en el trabajo, mantiene ocupada su mente y gran parte de su tiempo, sin embargo, vive sintiendo que le falta lo más importante, la compañía de su amada Silvia,  no desea reflexionar sobre si misma, estando sola  encuentra refugio al abstraerse en el pasado;

– Cada vez que estoy sola recuerdo que verte despertar era un regalo diario que  no volverá a ser.   Mira fijamente la fotografía encima de la mesita

Es dura la soledad impuesta por el destino, es duro no poder retomar una vida por la sensación de pérdida, es duro no saber qué pasará según avance el tiempo y es duro no poder abrir el alma a alguien que pueda llenar ese vacío espiritual.  Como un mecanismo automático Silvia invade todos los momentos de soledad de Pepa. Su pensamiento no deja de generar sentimientos de soledad.

– Sólo puedo vivir en ti, no puedo salir a buscar quien me dé el afecto y el amor que tú me entregaste. Pepa aspira aire profundamente, necesita sosegar su espíritu.

– Aquella soledad juvenil forzada no resultó tan cruel como ésta, entonces estuve completamente sola y sin apoyos, nunca me encontré con esta sensación de soledad, ahora estoy rodeada de gente, cuento con una familia  que me quiere,  un grupo de amigos que me aprecia, me apoya y me compensan de muchas cosas, pero  a veces en su compañía o sin ella, estoy y me siento completamente sola,  te busco y no te encuentro, me faltas, no estás aquí, te necesito amor, te necesito tanto que siento mi vida completamente vacía sin tu presencia, es una sensación devastadora para mi alma.

Pepa se halla, de forma casi permanente, en un estado de soledad emocional,  vive y se siente sola porque no tiene con quien compartir su vida, tuvo la tentación de buscar compañía, otra pareja que sustituyera a su desaparecida esposa, y así tapar la soledad y el dolor, pero no funcionó, no podía funcionar, Silvia está presente en cada momento de su existencia, el amor que siente está anclado en lo más profundo de su alma. Aun estando rodeada de gente sigue encontrándose en soledad, porque es el alma quien sufre, el apoyo y la amistad, así como el compañerismo siguen siendo el sustento vital que le permite caminar. Puede ser un error por aislarse y refugiarse en todo lo que tenga que ver con Silvia, pero siente que es lo que necesita.

– Sentirme sola duele y duele mucho por la pérdida, pasar de compartir el camino a caminar sola es insoportable, el dolor me dice lo importante que es el vacío que dejaste, creo que lo mejor es sentirlo, aceptarlo y tratar de seguir hacia delante, aunque no sé hacia dónde.

Durante todo este tiempo Pepa se siente sola en las más diversas situaciones, rodeada de gente, estuviese en donde estuviese, hay ratos en los que la embarga la soledad más terrible, en la comisaría, en el cine, comiendo en el bar, en cualquier momento y lugar que le embarga la nostalgia corre a refugiarse en algún rincón y poder desahogarse. Este sentimiento solitario casi permanente le hace volcarse en el trabajo, ocupando en él todo el tiempo que le es posible y con gran intensidad para llegar al final de la jornada rendida, de esta manera intenta evitar enlazarse a si misma, con su propia intimidad y las emociones propias de la vivencia del duelo. Cuando no ocurre así y se enfrenta a sus recuerdos y emociones cae en un prolongado y desconsolado llanto, sintiéndose  profundamente sola en la intimidad de su ser, cree que no será capaz de convivir con ese vacío, aunque ella tiene recursos y habilidades para afrontarlo sin miedo, pero a veces el dolor atenaza sus sentidos.

Cada noche pienso en ti llorando mi desgracia desde que me dejaste en esta tenebrosa soledad que me acompaña, soledad que no he elegido, ha sido ella la que me ha elegido a mí. Es no saber a quién hablar, no tener a quien besar, escuchar el silencio o gritarle a una pared.

 

IX.-El castigo.

 

En el mismo lugar del primer encuentro con Samuel, aquella rosaleda de exuberante fragancia, Silvia observaba las flores del jardín con actitud melancólica, era un fantasma con sentimiento frustrado. Llevaba semanas,  completamente  sola, se sentía aislada de todo y lo más duro, no poder acercarse para hablarle a su amor sin siquiera saber una razón que lo justificara. Precisamente cuando, gracias a la ayuda de aquel desconocido, que le enseñó como poder llegar a comunicarse con Pepa, ahora le resultaba imposible llevarlo a efecto.

Samuel volvió a aparecer sin previo aviso, solo contemplando la mirada de Silvia se percató  que aquella expresión delataba un halo de tristeza. Está sentada en un banco delante de unos niños que patinan por el asfalto,  se acercó…

– ¡Hola!

– ¡Hola! Contesto Silvia sin ganas, al reconocerle un aire de esperanza conmovió su espíritu, la aparición de su consejero era la única manera de encontrar una explicación.

– ¿Te ocurre algo? Te noto abatida. Preguntó.

– No puedo estar con  Pepa como me dijiste,  de día consigo verla y estar cerca, es algo que me alivia igual que antes, de noche en cuanto se duerme me es imposible. Silvia permanece con la mirada en el suelo, es el signo de sentirse derrotada.

– ¿Por qué?

– No lo sé, cuando quiero acercarme, algo desconocido me lo impide, sin que yo pueda hacer nada. Silvia se muestra melancólica, suspira.

– ¿Llegaste a entrar en sus sueños?

– ¡Si!

– ¿Y…?  Samuel está intrigado.

– Solo pude ver como disparaba al que fue el causante de mi muerte.

– ¡Ya! …Entiendo

– Fue en ese mismo momento cuando, como llevada por un ciclón, algo o alguien me alejó de ella. Si intento verla cuando duerme, hay una especie de pantalla inexpugnable que no me permite seguir adelante, ni de día ni de noche.

Meses después de aquella boda trágica, y tras una persecución detectivesca, casi rayana en una película de espías, conspiraciones  y líos con la mafia, Pepa localizó y acorraló al causante de aquella matanza innecesaria, y en un arranque de ira y odio mezclados le disparó un tiro en la frente, causándole la muerte inmediata, se  arrepintió allí mismo.

La venganza ni mitigó su dolor, ni le dio esperanza alguna, muy al contrario, se sintió igual de vacía, y con el remordimiento de ser una asesina.  Durante  las semanas y meses posteriores a aquel hecho vengativo, Pepa no podía dormir, había matado a una persona, una persona deleznable si, y lo hizo bajo un sentimiento de ira y odio entrelazados que nunca podría justificar, actuó en contra de sus  propios principios. La ira, como el humo, no permite ver claras las cosas, Pepa  estuvo cegada por esa humareda, además de una necesidad de venganza que no podía controlar. Cuando una racha de viento levantó aquel humo,  pudo ver  claramente, aquello que había perpetrado era un error imperdonable.  El patrón de conducta  que había llevado toda su vida siempre estuvo bajo el paraguas de la honestidad y la conciencia de hacer las cosas correctamente  o simplemente bien, eso le permitía vivir tranquila consigo misma. Ahora ya no, realizó un acto tan despreciable, como los hizo su víctima en vida  con otras personas, y eso estaba mal, pensó que: “Nunca me recuperaré de lo que he hecho.” “Yo sé que no soluciono nada” “Pero no podía vivir así, después de que la matara delante mía”.

Las semanas y meses posteriores al suceso dejó de soñar con Silvia, una y otra vez la imagen de la venganza se repetía durante su descanso, la escena era constantemente obsesiva y no le era posible recuperar cierta “normalidad”.  El Stress emocional marcó notablemente su comportamiento, su carácter se convirtió en muy violento. Cuando regresó a la comisaría, poco a poco empezó a hacerse con la realidad de las cosas, la vuelta al trabajo la sumergió en una dinámica nueva, aun teniendo aquel sueño horripilante  que no la dejaba descansar, se cargó de valor y voluntad para comenzar con su labor cotidiana. Siempre le acompañaba alguno de sus fieles compañeros y amigos.

Samuel y Silvia siguen con su dialogo. Ella  no acaba de comprender cuál es la situación y así se lo plantea a su nuevo amigo espectral. No puede soportar estar alejada de Pepa de esa forma.

– Será el castigo que le han impuesto.  Samuel se expresa categórico.

– No entiendo, ¿Qué castigo? Silvia pone cara de preocupación, no acaba de entender lo que Samuel trata de explicarle.

– Por lo que viste en su sueño, tu esposa ha acabado con la vida del causante de tu muerte, por eso no te dejan acercarte.

– ¿Quién no me deja acercarme?  Vuelve a preguntar.

– Las fuerzas de la oscuridad, ahora son ellas las que tienen el dominio de su alma. Seguirá así mientras dure ese castigo.

– ¿Cuánto tiempo?  Ahora está intrigada.

– Eso depende. ¿Dices que era tu asesino?  Preguntó Samuel.

– Si, un mafioso italiano.

– ¡Verás! Cuando alguien comete un pecado capital o mortal, su alma es poseída por las fuerzas de la oscuridad. Durante ese tiempo queda completamente aislada, nadie puede… mejor dicho, ningún alma flotante que tenga capacidad de  comunicarse con ella  puede  acercarse, yo mismo no podría hacerlo.  De  momento  se te permitirá aproximarte, eso sí, en los períodos que no puedas conversar con ella,  cuando no esté durmiendo.

– Pero yo he estado con ella todo este tiempo. Silvia sigue sin entenderlo.

– ¡Sí! Pero no podías hablar con ella, la diferencia es que ahora sí puedes hacerlo, y es eso lo que no quieren que ocurra. El castigo es para ella, no para ti. Puedes revolotear a su alrededor todo lo que quieras pero ella no podrá sentirte cerca, ni cuando la abraces percibirá esa sensación de inquietud que le trasmites. Por el momento soñará con el crimen que ha cometido, nada más. Escucha, si la oscuridad te ha dejado llegar  antes de alejarte, ha sido para que supieras cual es la causa de su castigo.

– ¿Y si le pasa algo? ¿Si llega a morir?  Silvia está muy preocupada

– Se la llevarán, y nunca la volverás a ver. Y tú irías allá arriba sola y obligada.

– Así la castigada soy yo ¿Debo esperar a la eternidad con la posibilidad  de estar en ella sola? No me resigno. Ahora está enfadada y muy dolorida.  Desearía  tener un roce de su cabello, un cálido abrazo, un beso de su boca, o un solo toque de su mano, deseo la eternidad con ella… la quiero tanto que solo la idea de perderla es un sufrimiento. El lamento es muy nostálgico en Silvia, se refleja en su rostro la tristeza que embarga su espíritu.

– Solo es una  probabilidad. Esperarás un tiempo, eso seguro, lo que no puedo decirte es cuánto. Se te permite acercarte aunque no puedas conversar con ella, más adelante seguro que podrás hacerlo. Samuel esta paternalista y tranquiliza a Silvia. Su castigo es temporal, ha cometido un pecado que solo lleva una penitencia, no una condena, cuando llegue el momento, ese impedimento dejará de existir y podréis relacionaros  sin dificultad. Silvia le mira intrigada.

– Debes permanecer a su lado, la fuerza de tu amor ayudará con la penitencia. Si hay confesión y arrepentimiento por su parte, acortará la duración del castigo, eso depende de ella. Cuando llegue el fin del castigo, podréis tener largas conversaciones sin ningún problema de todo lo que se os antoje y para siempre.

– ¿Cómo estás tan seguro?  Silvia aún no se ha repuesto de todo lo que Samuel le está diciendo.

– Experiencia, he visto estas situaciones antes recuerda que llevo aquí una eternidad.

Es lo que les pasa a las almas angelicales. Continua con ese sentimiento de amor como hasta ahora,  el premio lo tendrás, estoy seguro. ¡Venga anímate!

Coge la mano de Silvia en actitud conciliadora, ella siente el afecto que su amigo le transmite y asiente con la cabeza que ha recibido el mensaje. Samuel  le pone sus manos en los hombros…

 – Me tengo que ir, pero antes debo que decirte algo…  recuerda,  la eternidad puede esperar, así ha ocurrido siempre y seguirá ocurriendo. Permanecerás aquí mientras lo desees, el tiempo es ilimitado para las almas puras como lo eres tú, y lo será tu pareja, llegado el momento te reclamarán desde allá, sabrás en ese mismo instante que es para ti, hasta entonces, esa llamada que te persigue , no necesitarás huir de ella, cada vez que  la veas será para otro. Silvia le mira con complacencia.

– Bueno, lo dicho, he de marcharme, ¿Vale? Ya nos veremos por ahí…

– Gracias amigo, espero verte algún día.

– Estoy seguro. ¡Adiós! Y diciendo esto desapareció.

Samuel se esfumó de la misma forma que había aparecido, nunca  lo volvió a ver, Silvia pensó que le habría llegado el momento de traspasar la luz, en el fondo se alegraba de ello, había estado vagando demasiado tiempo por la Tierra.

Poder hablar con Pepa siempre en sus sueños, le pareció el mejor regalo que recibiría nunca, lo aprovechará desde el primer momento, todo lo que le fuese posible.

Durante el tiempo de su castigo Pepa solo soñará con su víctima, incluso llegará a comportarse de forma anómala  contradictoria consigo misma, hará cosas que nunca se había planteado, mental y físicamente, cometerá adulterio, desde su perspectiva y en su mente era algo impropio La transformación de su carácter después de la pérdida de Silvia modificó sustancialmente su personalidad. En aquella situación sintió que engañaba a su amada, nunca lo volvió a hacer, y Silvia tampoco lo llegará a saber, no ha estado con ella en esos momentos y no lo ha presenciado, tampoco estuvo en la muerte de su asesino, aunque llegara a verlo en aquel horroroso sueño de Pepa.

Cuando comienza a soñar de nuevo con Silvia algo transforma el alma de Pepa, a partir de ese momento estará con ella  permanentemente, el fantasma se  presentará todas  las noches,  Pepa nunca sospechará de la presencia real de su amada, era una necesidad para su espíritu, los sueños pasaran de ser un tormento a convertirse en una alegría. El castigo que mencionó Samuel  se  acabó justo el día que Pepa confesó el crimen a su hermano y a su suegro, en un arranque de valor, le dijo a Paco y a D. Lorenzo, que aún estaba en activo,  “Fui yo quien mató al gordo, el asesino de Silvia”. Ninguno de los dos se lo recriminó, no hicieron nada. Ambos lo sospechaban, indecisos, decidieron callar y perdonar, aquel delito quedó en el olvido. 

Esa noche Silvia la esperó en la habitación en casa de Paco, todavía permanecía  con su hermano, el traslado al hogar se realizó algo mas adelante. Todos los pensamientos de Pepa continúan centrados en su mujer mientras se mantiene despierta. Silvia, a su vez, está impaciente por  hablar con ella. Entre el dolor, los sollozos, la confesión, y volver a soñar con un crimen execrable, Pepa no conseguía dormir, el cansancio hizo el trabajo. Al caer dormida, Silvia muy inquieta, penetró en su sueño, estaba con el alma en vilo, como el día de su boda, algo que esperaba con ansiedad  que sucediera más temprano que tarde. Hablar con ella era un giro radical a su situación espectral, también lo fue para Pepa. No volverán a  sentirse solas y aisladas nunca más la una de la otra, llenarán de felicidad todas las noches con su amor.  Sus sentimientos están muy crecidos en ese preciso instante.

– ¡Buenas noches amor mío!  Saluda el espectro

– ¡Cuánto has tardado vida mía!  Respondió Pepa con inusitada alegría. El onírico abrazo entre ambas almas fue de lo más efusivo.

– Tenemos mucho de qué hablar. Silvia está emocionada.

– Lo estoy deseando. ¡Me veo tan necesitada de ti…! no puedo vivir si no estás… aunque solo te presentes en sueños. Necesito recuperar las fuerzas perdidas, después  que te marchaste he sido un alma en pena, no encuentro sentido a esta vida si me faltas. Pepa vuelca su corazón hacia la presencia onírica.

– Nada ha de preocuparte ya, permaneceré contigo siempre, tampoco puedo estar sin tu calor, tú me  muestras el camino con tu luz y con tu amor. Me quedaré junto a ti, nunca diré adiós, porque sé que siempre estaré a tu lado.

Ambas almas se abrazan de nuevo, se miran con calor y comienza una animada charla que durará toda la noche.

 

 

 

 

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