La mirada del abuelo es el soporte vital de este grupo, donde hay un misterioso espacio en las miradas entre el miedo y la solución. Pero el abuelo esta seguro de su vida y de la muerte que le ha de llegar. No tiene más que eso, pero por lo menos posee una verdad, tanto como ella le posee a él. Tan segura como el sobre que acaba de guardar en su bolsillo derecho.

Ella tiene un sentimiento asociado a esta muerte que le persigue, como un viento de cola que la azota, y aunque no se siente consciente, perderá todas las batallas que sea capaz de librar, porque sólo se es feliz cuando la memoria trae al presente una nostalgia amable, y hoy la muerte es el único personaje capaz de sonreír en esa foto.

El lleva consigo una sonrisa parada, como si aún viviera en el pasado.

Tiene unas ojeras infinitas, como una larga jornada de labranza, abrasadas por el sol. Un hombre cuyas preocupaciones solo tienen en cuenta el cambio de estaciones, pero dotado de una caligrafía prodigiosa y rural como Miguel Hernández.

Lo tenia todo para acabar en la rebusca de la aceituna en los terruños de sus hermanas solteras. Sin embargo, un día se enfundo los guantes de boxeo hasta permanecer invicto en su lucha por un paquete de Ducados. No le preguntes a Demetrio como lo hizo, porque para lo que tuvo, no lo hizo mal.

Al final se marcho, dejando arrugas en las sabanas de las noches de quimio y en las camisas tendidas en la cuerda del tiempo, así como en las manos de la niña que seguiría buscando el anillo de príncipe destronado.

Ella, con la misma mirada parada en el tiempo, atrapada dentro del sobre, junto a los billetes, espera como parte de una cuenta pendiente de saldar. Pero el pasado asesina tanto como el presente. Aún más si lo recordado se mueve entre ambos planos: hay muertes que se repiten continuamente como si no supieran salir del hoy. Pero el futuro, también, despojado ya del traje de primera comunión le traerá un nuevo desencanto en la apuesta del hijo por su padre subido al altar del escenario en la actuación de los Rodríguez:

“Maldita apuesta feroz, y de por medio el amor …

Cuando faltas te extraño…

Maldita apuesta de amor, que uno de los dos perdió.
Cuando faltas me muero…”

Porque hay quien ha nacido para ser ignorado, para resultar indiferente, y no puedes escaparte del contexto que te absorbe como una pira funeraria

Los matrimonios se adecuan a las necesidades económicas. A contar, desconfiados, en el lecho de la usura el sobre del dinero, y no al amor.

El supo que nunca seria feliz, ella se dio cuenta una mañana asomada al vacío de la ventana en una residencia geriátrica

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