Tragos de viejos recuerdos (Madre)

Tragos de viejos recuerdos (Madre)

Cincuenta y seis años siendo madre, amando a su familia sobre todas las cosas, Apoyando a cada uno de sus hijos, caminando junto a ellos. La vida muchas veces es cruel con las personas buenas, las hace sumergirse en la oscuridad de los problemas sin darle cabida a la luz. Su rostro cansado, sus manos torpes casi sin fuerzas, su cabello ya caído y su cuerpo envenenado por los tragos de viejos recuerdos.

Camina con su objetivo claro el poder vivir día a día luchando como lo hacen todas las personas que beben este trago, con la fuerza interior la cual las impulsa a seguir. Llegan momentos de felicidad al despertar y sentirse amada, apoyada y poder ver cómo avanza la vida y ser parte de ese proceso en el cual se puede sumergir, visualizando el desarrollo de sus cercanos y proyectando la alegría y la esperanza que la caracteriza.

Comienza como todos los días, se levanta, ordena un poco, toma desayuno y cuando llega la hora se maquilla, se pone su mejor ropa y sale de casa llena de miedos, inseguridades y con la cartera llena de fe y expectativas positivas. Al llegar al lugar toma asiento, muchas personas en las mismas circunstancias, con los mismos miedos e inseguridades.

Ahí está, sentada masajeándose sus manos suaves e hinchadas de repetir todo el tiempo el mismo proceso con su risa nerviosa… hasta que escucha su nombre. Ella sabe a lo que se va a enfrentar en los próximos minutos, respira y se encomienda a Dios y comienza a beber los tragos de viejos recuerdos. El proceso es simple pero a estas alturas es complicado cuando el cuerpo ya está cansado de recibir todos los días estos tragos.

Se descubre el brazo y respira profundo esperando la punción que la hará viajar, siente como le limpian la piel con ese jabón que tiene un olor fuerte mezclado con algodón, le presionan el brazo y es donde comienza el proceso. Más de tres horas sentada, con su rostro cansado, sus manos torpes ya sin fuerzas, su cabello caído y su cuerpo envenenándose con ese líquido naranjo que recorrerá cada órgano y célula de su cuerpo.

Cincuenta y seis años queriendo gritar, sintiéndose culpable por los errores de otros, viendo cómo cambia su cuerpo, sintiendo lo que estos tragos le han dejado, esas cicatrices en el pecho, grandes y arrugadas, marcas de batallas de vida que demuestra que nada le impide el seguir luchando y enfrentándose a todo lo que pueda venir más adelante.

Doce años respirando su amor y su preocupación todos los días.

Veinticuatro años intentado darle la alegría con cada logro y sintiendo su apoyo incondicional.

Veinte y ocho años aprendiendo el cómo enfrentar la vida.

Treinta y tres años velando por el bienestar descuidando su vida y amando incondicionalmente.

Treinta y cinco años buscando la posibilidad de disfrutar y entender el porqué de todo.

Treinta y siete años parecido su vida probando los mismos tragos de viejos recuerdos.

Hoy ya es difícil mantenerse de pies, se cansa rápido, sus piernas no soportan su peso y las actividades que acostumbraba a hacer las ha tenido que dejar de lado. Se sienta en el sillón y se queda un rato ahí, pensando y pidiéndole a Dios que le dé tiempo. Hay tantas cosas que quedan por ver, tantas promesas que cumplir y tantos planes por llegar a realizar.

Se canso de estar acá, su cuerpo ya no soportó estos tragos de viejos recuerdos. Poco a poco se fue sumergiendo en el más doloroso proceso que estos tragos le causaban. Nadie imagino verla así, todas las esperanzas aún las mantenía pero el límite de tiempo es corto, cada minuto que pasaba era un adiós.

Esa noche estuvo acompañada, ya no podía caminar, hablr y expresar lo que estaba sdintiendo, solo gemía y trataba de estar atenta a todo lo que estaba sucediendo fuera de la escena de estos tragos.

Cada vez más se atravesaba mas el miedo entre su casa,la esperanza de sus familiares se iba perdiendo y su respiración cada vez más lenta. La oscuridad se apoderó de ellos, los hizo estallar de tristeza, de no creer que ese momento habia llegado. La soledad tomó de la mano a cada uno de sus hijos y esposo, sin dejarlos ni un instante para poder llegar a su máximo placer y esperó. creo que no los dejará por un buen tiempo.

Los corazones latían cada vez más rápido, el sonido de las respiraciones y llantos detonaron entre las paredes de cada habitación. Tendida con su cuerpo inerte, dormitando sin sentir el mínimo sonido que en ese lugar existía,contemplando la serenidad que su mente le presentaba sin tener otra opción más que seguir con la decisión que el destino había impuesto ante ella.

Los familiares llegaban apresurados, preocupados sin creer lo que en ese momento estaba pasando, con su cuerpo exhausto, como si los hubiesen hecho trabajar obligadamente mas horas de las que normalmente realizaban. con sus ojos empeñados y decididos a eliminar hasta mas mínima secreción y su mente bloqueada por lo acontecido.

como olvidar esa noche fría, solitaria, silenciosa y llena de angustia, la luna no deja de mirarnos, ocultando la soledad que acompañaba a cada cuerpo, entregando la calma y la luminosidad de la noche para guiar los pasos de aquellas personas. El sol tardaba en aparecer, no quería iluminar sus rostros devastados y enfrentarlos a la realidad, no quería revelar el sufrimiento y enviarlo a más personas. El tiempo se hacía eterno, hasta que llego el tiempo del adiós, adiós que te marca por completo y no te deja respirar, se adueña de tu cuerpo y te ahorca como una soga atada a tu cuello sin posibilidades de salir vivo de esa escena, escena en la cual estaban sumergidos completamente.

Mujer valiente, déjame retomar el tiempo perdido, déjame aprender que es vivir y enséñame a respirar tú mismo aire

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