Choroni encanto y ensueño mar abajo

Choroni encanto y ensueño mar abajo

A 300 kilómetros de Caracas, cruzando una ruta de precipicio, nos encontramos con una fortaleza rodeada por montañas y selva; llamada Choroní. Separada en dos pueblos, Choroní, propiamente dicho y Puerto Colombia llegando a la costa. Esencia indígena originaria, pescadores, agricultores y personajes que rozan la ficción, entre ellos Luis Nuitter, un joven amigo de 93 añitos, quien nació aquí mismo y supo contarnos la historia del pueblo mientras barría y sacaba las hojas (de los árboles) que caían al piso.

En medio de las guerras de Independencia este pueblo supo ver pasar las filas revolucionarias con Simón Bolívar a la cabeza, hoy con réplicas de aquellos cañones que supieron defender al pueblo (en su búsqueda independentista). Si bien hablamos de tierras venezolanas, el pueblo en su parte lanchera conserva su nombre Puerto Colombia, propio de la época de la “Gran Colombia”, dos siglos atrás.

Nadie pasa hambre aquí; los mismos pescadores cuando llegan al puerto (ubicado al costado derecho del malecón, cubriendo aproximadamente 50 metros de ancho), desembarcan las lanchas llenas de pescados, de los cuales muchos son entregados gratis o, por caso, vendidos a precios (casi) regalados a gente del pueblo. Más aún, como buena zona caribeña, las personas que la habitan pueden constantemente proveerse de frutas y verduras que les da la tierra.

Rodeada por mar, ríos y montañas Choroní resulta ser una tierra prometida, digna de personajes al mejor estilo Tarzán, cazadores y pescadores que a pesar de sus largas edades pareciera ser se conservan jóvenes en el tiempo. Entre ellos, tenemos al “Chalanero” una especie de George de la Selva que no tiene casa, más sí una carpa y una hamaca con las que se mueve de playa en playa viviendo a base de coco, plátanos y pescados (todo capturado con sus propias manos). El Chalanero, a pesar de sus 50 años conserva su figura privilegiada, su larga cabellera negra y una mente llena de imaginación de la cual se vale para recordar sus épocas de adolescente en las que llegó a ser subcampeón panamericano de lucha greco-romana a manos de un argentino del Gimnasia y Esgrima de la Plata, así como sus peleas más recientes en la selva abatiéndose a duelo contra las garras de feroces pumas o también mar adentro contra enormes tiburones. También podemos encontrar entre las figuras destacadas al “Capitán Omaña” aquel hombre que desde su barco viera esas tierras caribeñas y bajara de ultramar sin volver, aun a la fecha, a embarcarse jamás. Él vive también en su carpa en uerto Colombia (más precisamente la playa de nombre Playa Grande), carpa en la que, dicho sea de paso, deja escrita la siguiente frase: “Capitán Omaña-Realidad o Leyenda”. Otra de las historias conmovedoras es la de “El Náufrago” (y que conste que no hablamos de Tom Hanks), Joel, un lanchero-pescador que en una embarcación en plena mar se quedó varado con 3 compañeros y luego de 3 días sin ser rescatados se decidió a nadar hacia Puerto Colombia. Tras 16 horas, pudo cumplir su cometido y con un helicóptero terminaron rescatando al resto de la embarcación.

Como dijimos anteriormente, nos hemos valido de nuestro viejo y joven amigo Luis, quien aquí naciera casi un siglo atrás. Fue el quien nos contó la diferencia entre Choroní y Puerto Colombia; hacendados criollos, por un lado, y por el otro negros (traídos del África) e indígenas originarios esclavizados, respectivamente. Choroní con un acentuado estilo colonial en su arquitectura, representa un pueblo que supo ser testigo de la llegada de europeos, mayormente españoles y alemanes, que con el tiempo, con la independencia y con el fin de la esclavitud fueron entremezclándose y es así que uno puede encontrarse hoy con “parejas afro-gringas-venezolanas” como aquí dicen. Tal es así, que montaña arriba en el camino entre la playa y la ciudad uno puede llegar a la “Colonia Tovar” un pueblito que conserva tradiciones y pura edificación alemanas de la época de la colonia, lugar en el cual, en Octubre, todos los años venezolanos y gente de todo el mundose acerca a disfrutar del Oktoberfest. Por su parte, Puerto Colombia que mantiene aún su esencia entre medio de herencias indígenas y africanas con noches de tambores, pescadores y lancheros a la cabeza.

Para ambos costados de Puerto Colombia se encuentran diversas playas a las que solo se puede llegar en lancha, cada una de ellas llenas de historias, incluidas entre ellas las aventuras del Pirata Morgan y paraísos que nada tienen que envidiar a las playas de las películas hollywoodenses. De estas vías alternas, la que más nos impactó fue Chuao, “la tierra donde se produce el mejor cacao del mundo”. Uno puede caminar sus tierras a lo largo y a lo ancho rodeado de puros platanales, plantaciones de cacao y en menor medida de café. El cacao, cabe decirlo, sale con destino a Suiza para luego allí producirse el tan exquisito chocolate mundialmente conocido. Chuao, tal como bien nos dijo Luis, es un pueblo de puros negros (acentuada ascendencia africana), que se valen prácticamente de la auto sustentación y de las producciones de lo que deja el cacao, así como de la pesca. En ocasiones, uno puede encontrarse en el malecón de Puerto Colombia, en la noche, con puros pescadores provenientes de Chuao que terminando la jornada de pesca se sientan a compartir sus cajones de birra, invitando a todo el que se siente a hablar con ellos.

Entre charlas de política y dinero, llegué a la conclusión de que si cuidaban sus ganancias entre las ventas producto de lo pescado y del cacao serían millonarios, a lo que riéndose me contestaron básicamente lo siguiente: “nosotros somos felices, tenemos nuestro pescadito diario, nuestras frutas, verduras a nuestras familias bien y por supuesto nuestras birras” y cerraron, más bien, diciéndome que nunca habría de faltarles nada viviendo allí. Tengamos en cuenta que estamos hablando de una fortaleza rodeada de paisajes montañosos, selva y mar caribe, donde las noticias y el estrés conciudadano no llegan a hacerse eco.

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