Un inesperado encuentro casi familiar

Un inesperado encuentro casi familiar

Davemoniac

28/02/2020

Recién cumplía mis ciento quince años y pude asistir, por fin, a una celebración con las tribus urbanas de mortales, mis vecinos. Concluida una bulliciosa canción, una bella y esbelta joven fijó su mirada en mí y yo respondí de inmediato con una ligera genuflexión desde mi faz.

Ella comenzó a vagar por entre la muchedumbre acercándose poco a poco.Yo le seguía con los ojos sin pestañear. Una vez frente a frente, nos miramos y a un par de centímetros de contactarnos ella se giró y quedó de espaldas a mí. Algo musitó -supuse- y pasó un par de dedos muy cerca de su propia oreja en un ademán que parecía decir: «acércate»

Me incliné hacia su negrísima cabellera y alcancé a escuchar el susurro de una voz delicada, algo metálica decir –sígueme-

Avanzamos a la par y observé su rostro excepcionalmente albo.

-Probablemente es tu iniciación y buscas a alguien –leí de sus labios, mientras avanzábamos hacia donde se apagaba el estridente ruido y las sombras parecían suplir a las personas.

-No creo buscar a nadie en especial. Me asombra que lo refieras- respondí.

-Eres un Draguliam -dijo- Eres un vampiro.

Hasta este momento caí en cuenta que ella era aún más nívea que yo. Casi albina, pero con cejas, pestañas y cabellera bruna.

Eres un draguliam –insistió con parsimonia y sangre fría- Nosotros no podemos ocultarlo. Sin embargo –se detuvo y preguntó- ¿cómo demonios es que estás aquí en la mitad del cenit y del trópico?

Por contestación señalé hacia el bosque, en el rumbo donde estaba la añeja construcción en que vivía y descargué mi atención en lo menguante de la luna. Ella la observo con profunda melancolía y señaló en sentido contrario, hacia la tenebrosidad de los llanos desolados e infértiles, llamados cinturones de miseria, donde se supone no habitaba nadie. –Allá es donde yo vivo … o muero- dijo.

¿Hacia tu portentosa guarida o hacia mis humildes aposentos?- fue la continuación del diálogo-

Tú eres la dama –respondí-

-Me gustaría que conocieras a mi Draga Mater quien fue juzgada traidora por la especie; que apreciaras que su belleza sigue inmaculada y que su poderío no tiene parangón. Si pudiera congregaría a todos los Vórtices Draguliam y haría que se disculparan de hinojos con ella y después los cercenaría a todos. La han vituperado hasta el colmo y sin piedad– Su expresión rebasaba la nostalgia y el encono.

–No obstante… mejor vamos a tu ostentoso cubil, seguramente de jaspe y plata- acabó molesta y confirmando, casi obligada por sus emociones.

En ese momento tomé con delicadeza su tersa mano y nos tele-transportamos al hogar que heredamos los de mi sangre de la sangre del destino.

Adelanté que ahí estarían Antheus Pater, Lili su compañera por siglos; los vástagos Mel, Pat y Dian; y por supuesto mis padres Johan y Mary. Avancé cordialmente en las presentaciones conmigo mismo. -Soy Dave, tu servidor –le dije con una reverencia.

La puerta, efectivamente de tono argento, se abrió por sí sola e ingresamos. Luces excesivamente tenues, casi mortecinas, permitían intuir el interior. Un pasaje largo y abovedado; y a sus costados puertas ensombrecidas que a cualquiera harían pensar en la existencia de cuartos o recámaras. Al fondo del pasillo alcanzaba a apreciarse lo que para nosotros sería un salón de estar bastante citadino, aunque algo lúgubre por la falta aposta de la luz.

Una sombra alta, fornida y silente se deslizó cual vapor hacia nosotros y susurro guturalmente –Soy Johan y puedes decirme Juan. Soy el predecesor de Dave… y veo que tú eres una vampiresa. No huelo un ápice de miedo en ti y descubro con agrado que no requieres de la respiración o del oxígeno. Y por supuesto alcancé a escuchar cómo la médula de tus huesos chasqueó al percibir mi persona. Los de nuestro linaje te damos bienvenida y ofrendamos este espacio para tus pequeñas muertes del sueño.

Ella dio las gracias cortante y caminó hacia aquel pasillo. Yo alcancé a observar un ligero sopor e infierno en los ojos de mi padre.

Allá adelante por fin escuché: -Soy Susan, por cierto- Y se sentó en aquel polvoriento sofá en el que la familia pocas veces se sentaba.

Mi Padre es un caballero, por cierto. Viste bastante casual con su pantalón terroso de tweed, su camiseta negra de manga larga, zapatos mocasines, calcetines a rayas y un cinturón de cuero negro con hebilla de un precioso azul índigo metálico. Corte de pelo moderno y corto, con la zanja de lado bien marcada. Anteojos circulares opacos que más bien cuelgan de la punta de su nariz y por ende, sus ojos siempre aparecen asomándose por encima de los lentes, como si estuviera hurgándolo todo.

Susan iba a decir algo más, pero un fulgor siniestro trajo la aparición de Mary y se contuvo, impávida.

Mi madre tiene la mirada salvaje de la inquisición. Sus ojos son la noche misma, un delgado pero notable halo de sangre circunda su iris y pupila negros también. Su esclerótica es un milagro de opacidad y el lagrimal es eso, una bella lágrima negra.

Ella no es tan moderna como mi padre porque siempre usa vestido caqui también de tweed pero en un estilo más aseñorado pues casi le llega a los tobillos. Zapatillas de tacón muy bajo. Sus blusas son de cuello y manga larga; casi siempre en tonos violáceos. Mary es sorprendente porque no se ven sus movimientos y cuando menos lo esperas esta frente a ti o a tus espaldas. No usa maquillaje, aretes, cosméticos o adorno alguno para su rostro o su persona en general o su ropa; excepto una pulsera de tejido negra, con un ámbar al centro.

Mis hermanos son unos infantes aún, de apenas entre cuarenta y sesenta años. Mel el mayorcito, Pat en medio y Dian la más pequeña. A veces hacen sonidos extraños al rechinar sus incipientes colmillos. Aprenden a transformarse.

Mis abuelos son otra historia. Son aterradores verdaderamente y recién salieron de caza…

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