Cuando no puedo hablar y necesito despejarme me dedico a pensar, y ello me lleva a mover el cuerpo. No sé cuál es la realidad, ya no lo controlo bien.
Antes de salir estábamos en el balcón, y no podía dominar el cuerpo, notaba que se me dormía todo pero estaba escuchando a Maca y Anna.
Ya en el parque, comienza a caer la noche y se me hace cada vez más dura e intensa, ya pocas situaciones me parecen reales: me miro las manos y no son las mías, la noche me confunde y las sombras me persiguen a la par que hablan condenando mi forma de mirarlas. El miedo se abre paso y con ello los temblores , que se fusionan con los movimientos involuntarios del cuerpo, y tampoco puedo hablar ni comunicarme, sólo pensar en lo que veo y escucho. No tengo muy claro qué es verdad, ni siquiera sé si esta noche y mis amigas son reales o sólo las veo yo. Analizándolo, estoy como en un segundo plano mental, es parecido a una película de la cual no soy partícipe.
Me siento «excluida» porque no entiendo nada de lo que están hablando, no me puedo concentrar en ellas.
La ida a casa es más tranquila, nos dedicamos a hablar de cualquier otro tema, pero siguen ahí, les veo.
Me acuesto y no reconozco mi habitación e intento no mirarlas. Cierro los ojos y sólo la escucho a ella respirar detrás mía, como si de un susurro se tratase; mi cuerpo ha dado un salto en la cama. No puedo evadirlo todo tan fácilmente y, del nerviosismo, me tiembla más de lo normal el cuerpo. Abro los ojos y veo como la puerta se abre y asoma la cabeza un niño para volver a encerrarnos juntos, siguen estando las mismas personas en mi habitación, pero esta vez hay un crío que tiene un aura especial. Sé que ella está al lado de la ventana porque la veo de reojo, no soy capaz de mirarla. Está serena pero con la cara completamente desencajada. Se acerca despacio desde el armario y cierro los ojos y la escucho llorar, justo encima mía, chillándome en plena noche que este no es mi sitio, que me vaya porque no merezco lo que tengo ni lo que soy. La escucho. La escucho y la sigo escuchando
Después de a saber cuántos intentos y horas, no consigo evadirlos a todos y, mucho menos a ella ni lo que me dice. No puedo chillarle porque mis padres se despertarían, seguirle la corriente me llevaría a tirarme por la ventana e ignorarla, hablarle tranquila e intentar que se vaya no sirve de nada. Me da miedo que me invadan todas las noches. Por la claridad de la madrugada creo que serán las 7 u 8 de la mañana; en algún momento conseguiré dormir.
Una de las esquinas empiezan a aumentar de tamaño a lo largo del techo, y de ahí crece otra sombra de la que sale alguien agarrado de manos y pies al techo y mirándome fijamente. No soy capaz de darles la espalda a esta gente, no quiero escucharlos a todos, demasiado que los veo ya. Esta noche ha sido una de las peores, me ha saturado mucho la mente.
Son las 11. Me observo en el espejo y sigo sin reconocerme.
La claridad sigue siendo la misma de todos los días a la misma hora, las cosas en mi casa están dispuestas de la misma forma que ayer y que antes de ayer, sin embargo no lo reconozco, continúo en ese segundo plano. No me inquieto porque sé que sino mi mente caerá en ese bucle y me pongo a hacer las cosas normales de mi día a día.
Me mata cuando levanto la vista mientras escribo mi noche y la veo: va y viene siguiendo a mi madre a todas partes y mirando a todos lados – evito su mirada cuando gira la cara hacia mi- por las habitaciones de la casa, como si buscara algo. No tiene una forma exacta, es más bien la silueta de una sombra que por la voz sé que sigue siendo la misma mujer de anoche, no quiero mirarle a la cara porque se me mete en la cabeza. Sé perfectamente que no es real porque mi madre la ignora completamente cuando pasa por su lado, o cuando se queda detrás suya, o la mira fijamente o incluso se sienta con nostras cuando comemos. No siento miedo porque sé que no puede hacerle daño y porque la cara no se le ha desencajado como anoche. Se aleja de mi madre y viene desde la cocina. Conforme se acerca le cambia la cara, me mira a los ojos, y ya me tiembla el brazo, va creciendo en cuanto a tamaño y las pulsaciones aumentan. Me doy cuenta de que estoy provocando que nuestras miradas se crucen, así que me voy a poner los auriculares y voy a fregar.
No ha pasado nada,se quedó a mi lado y sé que aún sigue por aquí, aunque no la vea.
Ya son las 18.36. Hace un rato que mi madre se fue y que conseguí dejar de verlas y escucharlas. La que más me preocupaba era ella, es un alivio mental.
Desde hace un tiempo, la noche y el día se están convirtiendo algo insoportables.
Así es mi día a día…
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