—¿Tía Magda no te dejó venir más al campo?—Darío la contemplaba. Luci caminaba por la casa, husmeando todo.

—Es cierto, yo adoraba venir, pero ella no quiso.

—Arpía.

Luci lo escuchó. Extrovertida, hablaba, como siempre, muy rápido.

—Prefiero criticarla yo…¿sabes?, justo ahora estamos peleadas, es que, a veces, mi mamá es muy irritante, le presenté a mi novio y puedes creer que le dijo “me encantan los billetes que de paso vienen con un novio buen mozo” haciendo alusión a su dinero, casi me muero de la vergüenza, y ella redobló la apuesta de lo desagradable “si vienen con otra cosa, no importa, yo me hubiera casado con el gato al que esa señora italiana millonaria dejó su herencia”, a mí me dio asco y se rió a más no poder, encima Saúl le siguió el juego, “sos muy divertida, si tuvieras apenas unos años menos, me ponía de novio con vos”, sentí náuseas y ellos se reían.

—¿Tienes novio?

—Sí, ¿por?…y el viernes peleamos por una receta, me quería enseñar una torta de la abuela, pero fue insufrible todo, cada cosa que yo decía, le hacía acordar a un pariente, “ese gesto es de la abuela Coky, te ríes como el nono Luis”, hasta que me enojé, “qué tengo que ver con esa gente que ni conocí, basta, cada vez que refieres a algo bueno me parezco a un pariente tuyo, cada vez que a algo malo, a un pariente de mi papá o a un pariente político (y ahí, no sé dónde se mete su teoría de los genes por la que quiere explicarlo todo), yo tengo pensamiento propio”, y la muy provocadora me dice “tu tío Quique siempre decía: tengo pensamiento propio”, le tiré el repasador y me fui, ahora me causa gracia, pero sí, mi mamá es insoportable.

—Suena a pura nostalgia lo que hizo, a una manera de controlar el tiempo, a ver en los nuevos a los que ya no están— Darío la había escuchado atento.

Ella lo miró sorprendida, tan acostumbrada estaba a discutir que ya no se molestaba en interpretar nada de lo que ambas vociferaban. Prefirió cambiar de tema.

—No hay señal, se van a preocupar. No sabía que vendríamos hasta aquí cuando me llamaste, ¿te parece que regresemos al pueblo?, así vuelvo a la ciudad.

—Luci, no es contigo el asunto, pero tía Magda tiene que responder por sus actos— dijo Darío.

—No entiendo, esto ya no me gusta, ¿por qué no te enojas con el abuelo?, ¿no se trata de un asunto entre hermanos, mi papá y tu mamá?

—Es que tu papá se casó con la arpía de Magda, ella arruinó la relación entre hermanos.

—Cuñadas que no se llevan, así lo veo yo…¿y qué? ¿tu mamá Raquel es una santa? Hace años que no nos vemos, solo en los velorios, y me vienes con esto, que ya parece un secuestro, me deben estar buscando —Luci prefirió calmar los ánimos— en una semana defiendo la tesis de Antropología, así que no me tendrás aquí…¿cuál es tu versión?

—Cuando tu papá hizo la carrera militar no se quedó en el campo como mamá. Ella se casó con Juan, y el abuelo Alfredo dijo que era un tercer hijo. Mi papá trabajó en el campo, cuidó al abuelo, por respeto, pusieron todo lo nuevo comprado a nombre de los dos. Nadie imaginó que el año pasado, en apenas unos meses, el abuelo y tu papá faltarían; si estuviera vivo, Magda no hubiera reclamado injustamente, tu papá era de palabra.

—¡Qué culpa tiene mi mamá si esos viejos hacían cosas de palabra!

—Es que todo se acordó en familia…

—En este país no se puede desheredar a nadie, mi mamá sigue la ley.

—Le corresponde la mitad de lo que pide, si los obliga a vender, el emprendimiento rural quiebra, les roba años de trabajo.

—De un campo que usufructuaron sin darle nada, y si hubo ganancias, en parte, le corresponden a mi mamá, viuda, que hereda a su marido…todo bien…¿qué te picó?

—Es que Magda va por todo.

Luci tomó una foto de la mesita, los recuerdos de la infancia la llevaron a un único momento, de niños, abrazados con Darío, besándose. Prefirió reírse:

—¿Recuerdas ese día, el de la foto, nos sorprendieron, verdad?

Darío asintió sonriendo.

—Sí, es cierto, mi mamá, sutilmente, explicaba “con los parientes no se puede”, y Magda dijo “acá lo único prohibido es el pariente pobre”…y se río como loca…mamá se enojó tanto.

Luci soltó una exagerada carcajada. Darío no pudo sino escuchar el eco de Magda.

—Tú la criticas, el problema es que actúas como ella…prefiero que digas que la quieres, con sus defectos, pero que seas capaz de ser diferente a ella.

Luci quedó desconcertada, realmente no había olvidado aquel día.

—¿Y tú, primo, recuerdas la infancia?

—Sí, bastante.

—¿Sabías que Lévi-Strauss diría que no es incesto este caso?

—¿Será importante lo que diga? —él la tomó de la cintura y simplemente la besó.

Acercándose, se escuchaba la sirena de la policía; Magda la había encontrado.

—¡Ay! hijita, me preocupé, no contestabas, ¿por qué te trajo hasta acá este campesino bruto? ¡le metería una denuncia! ¡siempre tan bruto este bruto!

—Yo también me alegro de verte, tía—dijo Darío.

—¡Mami! se nos pasó el tiempo conversando.

Luci prefirió distraer a su madre usando, con impostura académica, su veta histriónica.

—¿Así que tenías una tesis escondida? “Según la antropóloga Magda Salerno, si Engels estaba en lo cierto al afirmar que la familia nuclear se formó en relación al mantenimiento de la propiedad privada a través de las herencias, podemos desprender de ello, un nuevo tipo de incesto: la prohibición del pariente pobre, y de eso, derivado, actualmente, la prohibición del pobre”.

Magda daba aullidos de risa.

Luci sintió que sus palabras no le hacían gracia, se vio igual a ella.

Miró a Darío, sus latidos se aceleraron, supo que inevitablemente se vería involucrada en una venganza.

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