Lo habían perdido de vista, se sentía libre, vagabundo, indigente y sin compromiso, su debilidad y su única herramienta, terminar el «chicote» de algún baboso cigarro, tirado por otra persona a medio consumo.

¿Fue él quién lo decidió? o !fueron las circunstancias, que lo llevaron a tomar ese estilo de vida! como castigo a los de su propia sangre.

Golpe bajo, para todos lo que tenían parentesco sanguíneo. Poco aseado, con escasos dientes, y desgreñado, eran las características que se dictaban para notificar su huida y/ o para inicial una búsqueda, lo encontrábamos perdido en las sombras de la noche o en algún bar de mala muerte.

Pero algo percibí , buenos sentimientos, noble y servicial, así era cuando estaba bajo tratamiento y vigilancia continua, como sintiéndose protegido, tal vez buscando la falta de ese contacto tan necesario para un niño,- que nace de los padres-, criado por sus abuelos paternos estrictos y de la vieja compañía.

Desde que empezó a tener uso de razón, fue consentido, caprichoso, rebelde y altanero, las características de su truncada infancia.

Hasta que sus padres vinieron por él, a imponerle deberes y obligaciones que fueron difíciles inculcarle a esos nuevos hábitos, allí empezo el calvario de todos, incluyéndome por ser esposa del hermano, quince largos y difíciles años, bajo nuestro techo, responsabilidad obligada por parentesco, en ciertas ocasiones obediente y leal, y guapo el ¡condenao!

Las circuntancias lo volvieron a traer de nuevo al sitio donde nació, donde tuvo sus primeros pasos, su libertad como baifo isleño, al acecho del enemigo «el tiempo» allí el sol lo vio nacer y crecer, también lo vio partir, abrazandolo para retenerlo por siempre en sus entrañas.

Hoy veo a mi hijo, su sobrino y tiene unos gestos tan de él, que la emoción me abriga, su manera única de decir no, con los ojos cerrados…

Ya voló, ya subió a lo alto como siempre quiso sentirse, libre con el horizonte invitándolo a seguir su destino, en paz, sin responsabilidad ni obligaciones, sin ataduras ni desvelos.

La vida Manuel no te fue fácil, pero tampoco tú le diste la oportunidad, hiciste lo posible para qué te fuera mas llevadera, pero a tú manera.

Cuando caí en cuenta que jamás volvería a verte, el mundo me consumió en mi dolor y un grito de un adiós sin querer, se desgarró de mi ser, hoy mis ojos se vuelven a nublar, por tu despedida, esa ida sin aviso, sin retorno, ese adiós de; hasta nunca.

P/D; a tu memoria J.M

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