MI FAMILIA ENSAMBLADA

MI FAMILIA ENSAMBLADA

Nací y crecí en una familia tradicional, unida y feliz, donde mis padres me enseñaron un modelo de vida, una forma de vivir. Fue el espejo donde me miré siempre y fue mi camino a seguir.

En mi edad adulta y con el andar del tiempo aspiré a construir mi propio hogar y tener una nueva familia. Llevé siempre conmigo el modelo de hogar donde me formé. Fue mi norte, mi proyecto de vida.

Intenté en dos oportunidades aplicar el modelo de vida que me enseñaron mis padres, pero en ambos casos el resultado no fue el esperado. Las frágiles bases que sustentaban la relación cedieron ante el paso del tiempo y al final todo se derrumbó. La experiencia me enseñó que un hogar no se construye con la suma de las partes, que se requiere de algo más. Se necesita integrar un todo donde confluyan: personas, vivencias, intenciones de luchar juntos, de caminar en una misma dirección, pero lo más importante que el afecto, la intimidad y el compromiso siempre estuviesen presentes.

Mi intento fallido generó en mí una gran frustración y tristeza porque no pude hacer realidad lo que en ese momento era mi mayor aspiración, sin embargo, a pesar de mi decepción no cedí ante la dificultad del momento ni perdí la esperanza de encontrar una nueva oportunidad de hacer realidad mi sueño. No busqué culpables ante el fracaso obtenido porque comprendí que fui parte del problema. Quedaron tres hijos en la frontera que me dieron esperanza de vida y una razón para seguir.

Varios años después tuve la oportunidad de compartir algunos momentos agradables con la que hoy sería mi nueva pareja. Durante nuestras charlas hablamos de nuestras vidas, de su fracaso y de los míos, de mis hijos y de los suyos, de la situación que para el momento, ambos vivíamos. Me encontraba ante una mujer adulta, luchadora, con ideas afines y entusiasmo de empezar de nuevo. Ella provenía de un grupo familiar estable y unido, una separación conyugal anterior y dos hijos por quien luchar. Se parecían tanto nuestras vidas, que desde ese momento decidí abandonar la carrera tras el viento añorando un pasado que solo existía en mi pensamiento.

Fue así, como el 23 de julio de 1982 decidimos unir nuestras vidas y andar juntos el mismo camino. Desde ese momento quedó atrás muchos años de navegar sin rumbos tras la búsqueda de un refugio y calor a las cobijas frías de aquellos tiempos, de buscar un afecto que aliviara la tristeza y diera compañía a la soledad que sentía cuando despertaba cada mañana y notaba la ausencia de los seres que quería.

Iniciamos nuestro camino con cinco hijos, y con ellos nos embarcamos en un crucero en viaje de luna miel por el mar Caribe. En ese viaje se vislumbró la realidad de nuestro sueño.

Al llegar a casa y durante nuestra vida conyugal asumimos el compromiso de establecer una nueva identidad familiar y formar un hogar en armonía, donde sus hijos y los míos disfrutaran por igual todos los momentos. Nosotros, los tuyos y los míos siempre anduvimos juntos, pero llegó el día en que sentimos que faltaba algo y decidimos crear lo nuestro.

Así, el 10 de octubre de 1983 llegó lo nuestro, el eslabón que faltaba para ensamblar una familia que estaba naciendo.

Ese día, nuestra familia ensamblada inició su desarrollo y crecimiento bajo principios y valores de convivencia, donde el afecto, unión, solidaridad y respeto; fueron los pilares fundamentales para alcanzar el éxito que nos habíamos propuesto.

En nuestra nueva familia no hubo imposición de parentesco como padrastro, madrastra, hermanastro. Nuestros hijos se hicieron hermanos e incrementaron los lazos afectivos entre ellos.

Mantuvimos una sana relación con los padres biológicos de nuestros hijos, respetando su intimidad y acercamiento. Se eliminaron barreras que pudiesen interferir con la sana relación y convivencia familiar que estábamos construyendo.

Integramos a nuestros respectivos grupos familiares a la nueva identidad familiar que habíamos creado. Anduvimos y participamos juntos en diferentes actividades sin diferencias.

Hoy en el otoño de la vida estamos aquí los dos juntos y el nido vacío, pero felices por haber hecho realidad un sueño.

Y aunque parezca que concluye algo, aún sigue, porque queda tiempo para ver los años pasar, la nueva semilla crecer y el nuevo árbol dar sus frutos.

Nuestra familia nació y creció con amor, constancia y dedicación. Fueron muchos años de paz y felicidad entre nosotros, pero llegó un día en que la situación país no les permitió avanzar, entonces decidieron abandonar la patria que los vio nacer. Hoy solo nos acompaña aquella hija que sirvió de eslabón para ensamblar la familia, hasta que llegó el amor y la llevó consigo.

Hoy nos queda continuar solos hasta el final del camino, pero seguiremos unidos a nuestros hijos por el amor y el camino que recorrimos juntos.

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