Café con Magdalenas

Café con Magdalenas

Estela de Neo

09/12/2018

Me desperté con el delicado olor del café recién hecho. Era mi primer día de mis ansiadas vacaciones.¡Por fin habían llegado! Me levanté y me acerqué a la ventana. Contemplé tranquila, sin prisa, con el sosiego que produce el paisaje del campo, la tierra de naranjos que tenía a mis pies. Su fertilidad, con el suave aroma del mar mediterráneo, son la combinación perfecta para ofrecer esa geométrica floración primaveral, disfrazada con aroma de azahar. ¡Qué regalo para los sentidos!

Demasiado tiempo había pasado desde que no venía a esta casa. Las emociones comenzaron a amontonarse en mi mente, sobre todo cuando vi que seguía la foto colgada frente a la cama. Me acerqué a ella y la descolgué, comencé a acariciarla. Pase mis dedos por cada rostro, con suavidad, con esa que solo llega a través de los recuerdos cuando son tan buenos …

Mi Carmen vino a nacer una cálida mañana de verano en las nobles tierras de Albacete, en un año cualquiera que yo no recuerdo, porque sabiendo de su coquetería no la traicionaré desvelando este dato. Era la mayor de siete hermanos. Su infancia marcada por las duras y difíciles condiciones que tuvo que vivir, apenas la dejaron ir al colegio. Nada más que un par de cursos. Aprendió lo básico sobre lectura y escritura junto a las cuatro reglas matemáticas. Su madre tuvo que sacarla de la escuela, porque en casa hacía falta un jornal más Y así, fue como ella empezó a moldear su carácter, único, irrepetible, hecha a sí misma, firme, decidida y todo esto acompañada siempre por la mirada atenta de la escuela de la vida que la guía en sus decisiones.

Eran tiempos duros. La miseria de una larga posguerra seguía haciéndose notar en cada esquina, cada calle, cada pueblo…

Días antes de que cumpliera sus diecisiete veranos, Mi Carmen, junto a su hermano Carlos, y apenas algún pequeño sueño en las maletas, se prepararon para abandonar su Albacete natal. Se dirigieron hacia las cálidas tierras de Levante donde los estaban esperando unos parientes lejanos por parte de padre. Dejar atrás su hogar y comenzar esta aventura, fue para ella muy duro por el apego que sentía hacia su madre. Ella no quería, pero la necesidad imperaba y eran demasiados en casa y no había sustento para todos.

Los años siguientes fueron muy exigentes para mi Carmen y su hermano Carlos. Trabajaron, casi sin descanso, en unas tierras abandonadas que tenían estos parientes. Ella, una mujer de rostro afable y buen carácter y él un hombre de recia mirada y pocas palabras, regentaban una pequeña tienda de ultramarinos en la que se podía encontrar de casi todo. Mi Carmen recuerda esta etapa con mucho cariño. Terminó adorando a la Tía Casilda. Casilda y ella crearon una relación basada en el respeto y la confianza. Mi Carmen fue para ella como la hija que nunca tuvo. Con el paso de los días ambas fueron haciéndose cómplices de alegrías, tristezas y secretos. Todas las tardes tenían su rato de confidencias. En estos austeros pero maravillosos años mi Carmen conoció al que sería Mi José. Según ella me dice: “el hombre más maravilloso que ha existido y existirá, pero eso sí, qué él no se entere, no vaya a ser que se lo crea”. Con él formó su hogar, un hogar levantado a base de esfuerzo y sacrificio, pero lleno de cariño.

La Diosa Fortuna quiso hacerles un guiño, porque su querida Casilda un día decidió que ya estaba demasiado mayor, para seguir al frente de la tienda de ultramarinos y decidió darle la propiedad a ella, a su Carmen. Por este gesto estuvo eternamente agradecida y le prometió que le pondría su nombre a su primera hija.

Me recreé de nuevo en la foto que sostenía en mis manos con Mi Carmen, Mi José y Carlos. Siempre que veo esta foto al contemplarlos me detengo en sus sonrisas, en ese halo de buena armonía que traspasa, a pesar de todas las adversidades que han vivido y sufrido. Como ellos bien me dicen:se llama VIDA…En el centro, miro a la niña, con rostro serio y cara de recién levantada de la siesta, agarrándose al hombro de Carlos – me sonrío-.

Cómo ha pasado el tiempo desde esa foto- pensé-. Cerré los ojos y pude sentir ese momento de felicidad como si fuera presente. Me deleité unos segundos. Ahí en mi recuerdo, sin querer salir de él. Cuando de nuevo los abrí, respiré hondo y me dije a mí misma: Casilda, tranquila, todo está bien.

Mi adorada y querida madre, mi Carmen, está ahí abajo haciendo delicioso café y mi querido padre mi José, ya habrá traído mis magdalenas preferidas que tanto me gustan para desayunar.

Ahora , solo tienes que bajar y reunirte con ellos en la mesa de la cocina, para contarles lo que te sucede desde el principio, sin prisas, como aquí se hacen las cosas.Todo va a ir bien y lo sabes. Ellos merecen saberlo, porque son todo para ti y tú eres todo para ellos. Las cosas en esta familia siempre se han afrontado de frente.

Así que me puse unos vaqueros y una camiseta y bajé hacia la cocina. Allí estaba mi madre con su puchero, para la comida, listo para poner en el fuego y mi padre pelando unas vainas de guisantes.

-Hija, buenos días ¿has dormido bien? – preguntó mi padre-.

– Estupendamente papá. Como hacía tiempo -le contesté-.

Mi madre se giró y me acercó en una pequeña bandeja, mi café con leche en mí taza preferida junto a las deliciosas magdalenas recién hechas.

– ¡Que bien huele mamá! Mmmm… ¡Que rico café con magdalenas!

Me miró y sonrió. Le cogí la mano; y a mi padre sentado frente a mí en la mesa también. Los miré a los ojos y les dije:

-Mamá, Papá tengo que hablar con vosotros…

Dedicado a todos los que no se rinden y siempre tienen una sonrisa

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