UNA FAMILIA ¡RESPETABLE!

UNA FAMILIA ¡RESPETABLE!


Lo deséabamos, Andrés y yo lo anhelábamos mucho y más aún cuando éramos novios desde hace algunos días, pero el hecho de encontrar un lugar para estar juntos resultaba muy difícil, ya que a mi casa no se podía ir porque mis padres se oponían rotundamente a ese tipo de relajitos como solían decir, hasta que un día mi novio me habló de un cuarto de desahogo que tenía en el patio de su casa y una noche decidimos ir allá. La pasamos de maravilla y amanecer en sus brazos fue genial, pero la felicidad se acabó cuando entramos a su casa para que conociera a su familia. El padre parecía de lo más simpático, por lo menos aparentemente, la hermana transmitía confianza, aunque el hermano menor era un poco arisco y en cuanto vi a la madre, su mirada me causó mala impresión, era penetrante, como si quisiese descubrir mis pensamientos. Ella se me acercó, me agarró el brazo como empujándome y me dijo:

—Ven, vamos a sentarnos en la sala que necesito hablar con usted—. No sentamos una al frente de la otra y mi suegra no dejaba de examinarme con la vista. —A ver señorita ¿cómo usted se llama?

—Martica ¿y usted?—, le pregunté.

—Martirio. Bueno Marta, al parecer usted es la novia de mi hijo Andrés ¿no es así?

—Bueno, supongo que sí, ya que él me trajo a su casa para conocerlos a ustedes, que son su familia, me parece que me considera como tal ¿no cree? —, le contesté sorprendida.

—En cuanto a eso, no sé, porque ahora los jóvenes acostumbran a tener una pareja hoy y mañana otra. Pero bueno, si usted me asegura que son novios, ya que aparentemente pareces ser una muchacha seria, voy a creerte. Bueno, en realidad no quería hablarle sobre eso, sino más bien pedirle que hable con sus padres para coordinar un día que ellos puedan venir aquí para hablarles y, por supuesto, con usted presente, mi marido y mi hijo Andrés…, sobre un asunto muy importante.

En ese momento apareció mi novio que me ofreció un vaso de agua y con la misma velocidad con que entró a la sala, se esfumó, mientras yo miraba fijamente a Martirioy me sentí bastante confundida con su petición.

—¿Y se puede saber de qué asunto tan importante quiere hablar con mis padres?—le pregunté y luego acerqué el vaso a mi boca.

—Pues, de que va a ser, pues del casamiento de usted con Andresito.

—¿Qué? —grité después de haberle brotado sobre su cara, el buche de agua que había absorbido—. ¿De qué casamiento usted me está hablando, si solo llevamos pocas semanas saliendo?

—No importa cuánto tiempo ustedes llevan como novios, la cuestión es que eres la novia de mi hijo mayor y eres la primera a la que él ha traído a mi casa —dijo luego de haberse secado la cara con un short bien grande que tenía colgado en un brazo del sillón donde se había sentado.

—Ya veo —le dije cuando miré seriamente a mi novio que estaba parado en la puerta de su cuarto y luego volteé mi mirada hacia el rostro de mi suegra—. Bueno, pero independientemente de eso, no es motivo para que nos planifiques nuestras vidas, ya que creo que eso solo le corresponde a Andrés y a mí¿no cree?

—Disculpa que me entrometa en su relación, pero es que he visto que los hijos de mis amistades llevan un tongonal de mujeres a sus casas y yo no quiero ese relajo aquí —dijo apuntando un dedo de la mano hacia el piso.

—Pero nosotros no tenemos culpa de eso. Además, estamos en el siglo XXI, ya la Edad Media pasó hace mucho tiempo y…

—¡Eso no me interesa! La cuestión es que en mi casa vive una familia ¡respetable! y aquí se hace lo que digo yo.¡Así que te casas con Andresito o te vas olvidando de él!

Así concluyó la matrona de la familia de mi novio. ¿Y yo que hice ante el mandato de la señora Martirio? Pues cometí el grave error de aceptar. Imagínense, estaba enamorada y ¡muy ciega! La decisión no la tomé ese mismo día, sino días después cuando se los conté a mis padres y ellos dieron un grito en el cielo. Trataron de convencerme para que desistiera, pero no sirvió de nada, lo último que me dijeron fue que ni se me ocurriera ir a vivir a la casa con mi futuro marido, que me fuera para la casa de la bruja, es decir, de mi suegra.

Para que mentirles, pues tienen toda la razón al pensar que mi matrimonio no fue feliz. Mi estancia en esa casa no fue nada agradable. Me convirtieron en su esclava, ya que casi todas las tareas del hogar las hacía yo (Andrés de vez en cuando me ayudaba, sobre todo, cuando su mamá lo dejaba). Mi cuñada era una vaga, se pasaba casi todo el tiempo comiendo y viendo dibujos animados en la computadora y eso que tenía 25 años. Y el hermano, por gusto, no soltaba su celular ni para ir al baño. Mi suegro hacía todo lo que le decía mi suegra y ella siempre se justificaba con que trabajaba mucho, que tenía que atender sus tres negocios, que nadie mejor que ella lo podía hacer y para rematar su maldad, culminaba diciéndome que yo tenía que ayudar porque si no…,se acababa mi relación con Andresito como solía llamar a mi marido, que a pesar de estar casado conmigo, no soltaba la saya de su madre.

Aquel martirio duró un año y el día en que decidí irme de ahí, tuve una discusión horrible con mi ex-suegra, donde estuve a punto de propinarle…

Cuando amaneció, Andrés y Marta dormían como Dios los trajo al mundo. En ese instante entró Martirio al cuarto y agitó los pies de Marta para despertarla.

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