Ely una mujer de treinta tantos años, casada y profesional. Con una familia bastante afortunada, aunque para ella todo sería diferente al despertar.

-¡Ooooaaaauuuuhh!

-¡Dios! Menos mal solamente fue una pesadilla. ¡Uhhhhh!

-¡HORRIBLE! Pero, loca pesadilla.

-Qué tontería, debieron ser las copas de anoche…

-¡Aaaahhhh!

Pero si aquí estas. ¡Qué cosas! Refiriéndose a su vestido que yacía en la sobre la silla.

-¿Será posible algo así?

– ¡No qué va!

Soñé que habíamos llegado de la fiesta. Todos de lo más elegantes.

Mandé a mis hijos a dormir y subimos al dormitorio de la manera más descabellada a causas de los tragos. Casi me caigo. ¡Ji, ji, ji! De no ser por los robustos brazos de mí querido esposo. Recuerdo que entré y me quité el bello vestido, para dejarlo delicadamente sobre la cama y fui a darme un sabroso baño; mientras mi esposo bajó a la cocina buscando una pastilla. Luego entró mi hijo adolescente, -estaba exhausto y ebrio-.

– ¿Él piensa que no sé qué tomó sus tragos?

-¡Caray! ¡Pero nada!

Lo cierto es que lo vi paralizado al borde de la cama viendo el brillante vestido. Simplemente lo miraba, sin pensar o pronunciar palabra. No sabría decir que buscaba; no era de esos hijos que daban las buenas noches o los buenos días. Observó el vestido y poco a poco, con su mente vacía lo puso en sus brazos, acariciando cada costura y detalle del elegante vestido. Yo veía a mi guapo hijo acariciar el suave y delicado vestido con una fuerza que casi lo rompe… Tocar con sus yemas cada gema, oler y saborear con sus labios esa prenda que hizo que su cuerpo se quebrara; al punto de rasguñar levemente la piel de sus labios por los adornos. Inclusive, el muy desgraciado se lo vistió. Hasta dio unas piruetas para ver como la falda volaba en hondas.

Le quedaba grande al muy ¡@#*! de su madre casi reventaba sus costuras tratando de ajustarlo a su cuerpo en desarrollo. Pero nada, simplemente se dedicaba a contemplar tanta belleza. Sentía algo nuevo. Nuevo y excitante. A lo mejor ni comprendía lo que sucedía. De pronto, sintió el grifo de la ducha y volviéndose en sí, se quitó el vestido zafando algunas piedras y rompiendo levemente sus costuras. Lo dejó sobre la silla acomodándolo lo más que pudo y lo despidió con un cálido beso. ¿Qué buscaba? Ya no importaba. Salió como loco, sin freno y tropezando todo. Corría con culpa y placer; miedo y regocijo. Solamente corría. ¡El muy desgraciado!

Recuerdo en mi sueño a mi niña pequeña que despertó y entró a mi habitación. Yo no había salido del baño. Ella tomó el vestido y con su cuerpo de doce años, mi bella. Se lo midió sobre su pecho, tratando de llenar la copa “B” de mamá. ¡Qué loca ji, ji, mi loquita! Se miró en el espejo y observaba quizás a una mujer para luego colocarlo sobre la cama.

Fue entonces que detallé el vestido que tanto me aterrorizaba y a la vez me había dado tanta satisfacción. De pronto, mi niña se lanza sobre el vestido a jugar como si fuera una pelota. Qué loca, mi niña de tan siquiera doce años. Bailó y bailó hasta quedar exhausta y desplomarse; cuando escuchó los pasos de su padre que subía por las escaleras y ¡Zass! Se va deprisa dejando el vestido todo desarreglado.

En eso entró mi marido. Mi guapetón y mi amante. ¡Cómo lo amo! Así como si nada, apartó el vestido y se sentó aflojando las trenzas de los zapatos. Observando el vestido de esa noche, donde su mujer había sido la más bella de la fiesta. Y sin pensar, deslizó su mano sobre la elegante prenda. ¿Quizás para quitar alguna arruga? ¡Pero no! Fue más que eso, sintió un estremecer y agradable escalofrío que recorría todo su cuerpo. ¿Su cara lo decía todo? Haciéndolo recostar con una sensación cada vez más intensa y sin pensar llevó el vestido sobre su pecho desnudo por unos cuantos botones desabrochados, acariciándolo íntimamente. Era extraña esa sensación para él. Invadido por miles de calambres que recorrían su cuerpo como agujas afiladas, que hacía llevar el vestido a su boca para morderlo bruscamente. Sesgó un gemido del más puro placer, mientras que dentro de su bragueta se contenía un insaciable e imparable río de esperma. Buscando un alivio y a su vez, no deseando parar. Su pecho parecía explotar y sus ojos se cerraron para no ver la realidad, mientras su olfato trataba de calmar su cuerpo estremecido por aquel vestido que había despertado en él tanta lujuria. Había llegado al límite de la locura.

¡De repente! Sus labios se aflojaron, mientras entre sus piernas corría la más exquisita droga de alivio… Volvió en sí y dio cuenta de lo mojado de su pantalón dejando huella de esa infidelidad para exclamar:

-¡MALDICIÓN, maldición!

Se levantó, asustado. Dándose cuenta de mi presencia. Se quitó la ropa como un verdadero delincuente, sintiendo su delito. Lo invité a pasar a la ducha y entre risas y chistes todo transcurrió normal. El vestido había quedado sobre la cama desarreglado, ya no tenía la figura esbelta de mamá.

-¡Miren pues, a mí esplendido maridito! Por lo menos fue con algo mío. El muy: -¡DESGRACIADO!

Al final entró gateando mi tercer hijo –apenas un nene – buscando a su madre como siempre. Se colocó su chupón y haló del vestido tratando de pararse para caer al suelo con todo y vestido. ¡Mi niño hermoso! Mientras salía del baño observé a mí niño, se había quedado dormido sobre mi vestido. Tan dulce e inocente, buscando el calor de mamá.

-¿Será posible? NO SÉ QUÉ PENSARRRR

De verdad les digo, anoche estaba tan embriagada…, no sabría decirles si en verdad todo pasó o fue el producto de mi imaginación. ¿Ustedes qué creen? Mucho cuidado donde dejan sus trapos. Suelen decir mucho de nuestra familia.

Luego lo tiró a la basura y se retiró.

FIN

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